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Columnista - 1 junio, 2023

¡Al fin en Valledupar, arroz de libros!

De las buenas noticias del semestre que inicia en Valledupar, es la feria del libro. Serán cuatro días con espacios para la cultura, gestores culturales, escritores y principalmente lectores, cuya escasez es el principal objetivo a encontrar, para aceptar y continuar que vale la pena continuar y entusiasmar ir fortaleciendo fórmulas y estrategias para nuevos lectores, ya que el dicho “loro viejo no da la pata” es una de nuestras frases acumuladas después de largos años.

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De las buenas noticias del semestre que inicia en Valledupar, es la feria del libro. Serán cuatro días con espacios para la cultura, gestores culturales, escritores y principalmente lectores, cuya escasez es el principal objetivo a encontrar, para aceptar y continuar que vale la pena continuar y entusiasmar ir fortaleciendo fórmulas y estrategias para nuevos lectores, ya que el dicho “loro viejo no da la pata” es una de nuestras frases acumuladas después de largos años.

Los loros viejos, es decir personas adultas, apartadas en los rincones; la experiencia que en otrora era garantía de sabiduría, hoy es casi un tormento, para caso femenino comienzan a negar los años después de los cuarenta, sin saber que es la edad perfecta para mil cosas, algunas despaciosas y otras de prisas en lugares inesperados. En los varones, gracias a los descubrimientos y potenciadores sexuales, los rescataron del cuarto de San Alejo, hoy el mercado volvió a incluirlos en los listados de la economía. De ahí otra frase en la vallenatía adulta: “No se sabe quién pide más plata, si una mujer joven o un carro viejo”.

Pero volvamos a los libros y su importancia, pero al tiempo su desconocimiento. Por razones inexplicables leemos muy pocos a los escritores locales, incluso tienen que regalar sus libros y ni así, los invitan a conferencias en los colegios, pero no les pagan y los citan en algunos textos en los departamentos culturales de los gobiernos, casi para llenar espacio, no para darles la importancia que tienen y transmiten.

Es tanto el desconocimiento que la ‘Librería Silvera’ necesaria y útil en sus tiempos, fue la última y la primera que conoció mi generación, por supuesto que había otras, pero siempre para útiles escolares bautizadas como papelerías y el papel aguanta todo, dicen. Aquí cualquier trámite requiere de un papelerío excesivo, “Ava” Carvajal en sus tiempos de alcalde fue a un viaje al Japón, de esos que hacen los mandatarios con propósitos de intercambiar, pero nunca se sabe qué, pero en su caso la mayor sorpresa para el alcalde fue no encontrar papel por ninguna parte.

Cuando conté sobre la Feria del libro a mi vecina guajira, respondió con absoluta seriedad: pueden hacer los que sea, pero nadie prepara un arroz de libro como en el pueblo de Distracción, ellos son los chachos, sin desconocer que un buen arroz de panza también lo preparan bien por los lados de San Juan del Cesar. Así hemos vivido, desconociendo la importancia de los libros y de leer, desconociendo casi todo, incluso sobre nosotros mismos. Estamos mil veces seguros que la ciudad tiene al menos mil quinientos estancos, pero apenas tres bibliotecas públicas, en su mayoría permanecen solitarias y desconocidas.

Anuncian los organizadores de la fiesta cultural, que vienen escritores de alto reconocimiento nacional, nombres como Alejandro Gaviria, Carolina Sanín, Martha Cecilia Andrade, Moisés Wasserman, y los nuestros Alonso Sánchez Baute y Luis Felipe Maestre, recién ganador del premio ‘Casa de las Américas’ es buen ambiente para los amantes de las letras. Pero algo de razón tiene mi vecina guajira, estamos en la tierra de los vallenatos, y Carlos Marín es uno de los asesores del evento, entonces su arroz de libro, tiene algo de confusión, pues lo cree hijo del gran autor Hernando Marín y el apellido deja pocas dudas y sabor. Allá nos vemos.

Columnista
1 junio, 2023

¡Al fin en Valledupar, arroz de libros!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

De las buenas noticias del semestre que inicia en Valledupar, es la feria del libro. Serán cuatro días con espacios para la cultura, gestores culturales, escritores y principalmente lectores, cuya escasez es el principal objetivo a encontrar, para aceptar y continuar que vale la pena continuar y entusiasmar ir fortaleciendo fórmulas y estrategias para nuevos lectores, ya que el dicho “loro viejo no da la pata” es una de nuestras frases acumuladas después de largos años.


De las buenas noticias del semestre que inicia en Valledupar, es la feria del libro. Serán cuatro días con espacios para la cultura, gestores culturales, escritores y principalmente lectores, cuya escasez es el principal objetivo a encontrar, para aceptar y continuar que vale la pena continuar y entusiasmar ir fortaleciendo fórmulas y estrategias para nuevos lectores, ya que el dicho “loro viejo no da la pata” es una de nuestras frases acumuladas después de largos años.

Los loros viejos, es decir personas adultas, apartadas en los rincones; la experiencia que en otrora era garantía de sabiduría, hoy es casi un tormento, para caso femenino comienzan a negar los años después de los cuarenta, sin saber que es la edad perfecta para mil cosas, algunas despaciosas y otras de prisas en lugares inesperados. En los varones, gracias a los descubrimientos y potenciadores sexuales, los rescataron del cuarto de San Alejo, hoy el mercado volvió a incluirlos en los listados de la economía. De ahí otra frase en la vallenatía adulta: “No se sabe quién pide más plata, si una mujer joven o un carro viejo”.

Pero volvamos a los libros y su importancia, pero al tiempo su desconocimiento. Por razones inexplicables leemos muy pocos a los escritores locales, incluso tienen que regalar sus libros y ni así, los invitan a conferencias en los colegios, pero no les pagan y los citan en algunos textos en los departamentos culturales de los gobiernos, casi para llenar espacio, no para darles la importancia que tienen y transmiten.

Es tanto el desconocimiento que la ‘Librería Silvera’ necesaria y útil en sus tiempos, fue la última y la primera que conoció mi generación, por supuesto que había otras, pero siempre para útiles escolares bautizadas como papelerías y el papel aguanta todo, dicen. Aquí cualquier trámite requiere de un papelerío excesivo, “Ava” Carvajal en sus tiempos de alcalde fue a un viaje al Japón, de esos que hacen los mandatarios con propósitos de intercambiar, pero nunca se sabe qué, pero en su caso la mayor sorpresa para el alcalde fue no encontrar papel por ninguna parte.

Cuando conté sobre la Feria del libro a mi vecina guajira, respondió con absoluta seriedad: pueden hacer los que sea, pero nadie prepara un arroz de libro como en el pueblo de Distracción, ellos son los chachos, sin desconocer que un buen arroz de panza también lo preparan bien por los lados de San Juan del Cesar. Así hemos vivido, desconociendo la importancia de los libros y de leer, desconociendo casi todo, incluso sobre nosotros mismos. Estamos mil veces seguros que la ciudad tiene al menos mil quinientos estancos, pero apenas tres bibliotecas públicas, en su mayoría permanecen solitarias y desconocidas.

Anuncian los organizadores de la fiesta cultural, que vienen escritores de alto reconocimiento nacional, nombres como Alejandro Gaviria, Carolina Sanín, Martha Cecilia Andrade, Moisés Wasserman, y los nuestros Alonso Sánchez Baute y Luis Felipe Maestre, recién ganador del premio ‘Casa de las Américas’ es buen ambiente para los amantes de las letras. Pero algo de razón tiene mi vecina guajira, estamos en la tierra de los vallenatos, y Carlos Marín es uno de los asesores del evento, entonces su arroz de libro, tiene algo de confusión, pues lo cree hijo del gran autor Hernando Marín y el apellido deja pocas dudas y sabor. Allá nos vemos.