Cada vez se torna más preocupante la situación de violencia que se registra en las calles y en los distintos sitios públicos de Valledupar, estos se han convertido en campo de batalla entre delincuentes de todo tipo y la misma comunidad, o por lo menos un sector de ella.
Cada vez se torna más preocupante la situación de violencia que se registra en las calles y en los distintos sitios públicos de Valledupar, estos se han convertido en campo de batalla entre delincuentes de todo tipo y la misma comunidad, o por lo menos un sector de ella.
Los enfrentamientos son constantes, al punto que ya no es fácil diferenciar quién o quiénes son más violentos: ¿los delincuentes o los grupos de ciudadanos que los enfrentan y deciden hacer justicia por cuenta propia?
Las escenas de los últimos hechos registrados en la capital vallenata son realmente muy lamentables, actos que generan toda clase de sentimientos poco alentadores desde el punto de vista humano.
Muy triste ver como se degrada el valor de la vida, como se desprecian entre si las personas, independiente del motivo o causa que genere el conflicto. Estamos frente a una cacería humana que pareciera superar la del lobo que persigue a la oveja como su presa favorita.
De los tantos episodios que suceden a diario en Valledupar hay dos hechos recientes que llamaron mucho la atención y que ya desbordaron cualquier limite de la cordura humana, el primero tiene que ver con un múltiple choque de vehículos y derribamiento de un poste de energía eléctrica en plena zona céntrica de la ciudad, el cual fue ocasionado por la persecución de un ladrón que acaba de atracar a una persona en plena vía pública, fue una situación demasiado peligrosa y que pudo haber causado muchas muertes humanas, además de los diversos daños materiales. Todo ello ocurrió debido a que el ciudadano víctima del atraco suplantó a las autoridades y quiso hacer su propia justicia.
También fue muy inquietante ver a un grupo de personas tratando de matar a piedras, mediante un salvajismo impresionante, a un delincuente que se ocultó en un establecimiento comercial en el barrio La Nevada, pero lo que más obliga a pensar es la actitud criminal premeditada que asumieron muchos miembros de la comunidad, que además parecían disfrutar el hecho y deseaban ver rodar sangre, no era cualquier cosa, se trataba de sangre humana.
Todos estos tristes y repugnantes episodios no hacen parte, o no hacían parte, de la idiosincrasia vallenata, no son conductas que identifiquen a una ciudad como Valledupar, por ello no se puede permitir que eso se vaya convirtiendo en costumbre en nuestro entorno y es urgente que las autoridades actúen en consecuencia.
Lo cierto es que la ocurrencia de estos hechos son la muestra fiel y palpable de la ausencia de las autoridades policivas, si ellas tuviesen el control del orden público y de cada sector de la ciudad se evitarían a tiempo este tipo de conductas tanto individuales como colectivas. El tiempo que demora cada linchamiento es demasiado largo y sin embargo las patrullas de la Policía casi siempre llegan tarde.
La comunidad también tiene que aportar de su parte para ayudar a controlar la delincuencia, pero sin entrar a reemplazar a la Fuerza Pública, es cuestión de actuar con espíritu cívico y sentido de pertenencia, más no con ánimos de violencia, los mecanismos coercitivos solo les corresponden a nuestras autoridades policivas. Luchemos unidos para que no se nos desdibuje el encanto de ciudad que ahora tenemos.
Cada vez se torna más preocupante la situación de violencia que se registra en las calles y en los distintos sitios públicos de Valledupar, estos se han convertido en campo de batalla entre delincuentes de todo tipo y la misma comunidad, o por lo menos un sector de ella.
Cada vez se torna más preocupante la situación de violencia que se registra en las calles y en los distintos sitios públicos de Valledupar, estos se han convertido en campo de batalla entre delincuentes de todo tipo y la misma comunidad, o por lo menos un sector de ella.
Los enfrentamientos son constantes, al punto que ya no es fácil diferenciar quién o quiénes son más violentos: ¿los delincuentes o los grupos de ciudadanos que los enfrentan y deciden hacer justicia por cuenta propia?
Las escenas de los últimos hechos registrados en la capital vallenata son realmente muy lamentables, actos que generan toda clase de sentimientos poco alentadores desde el punto de vista humano.
Muy triste ver como se degrada el valor de la vida, como se desprecian entre si las personas, independiente del motivo o causa que genere el conflicto. Estamos frente a una cacería humana que pareciera superar la del lobo que persigue a la oveja como su presa favorita.
De los tantos episodios que suceden a diario en Valledupar hay dos hechos recientes que llamaron mucho la atención y que ya desbordaron cualquier limite de la cordura humana, el primero tiene que ver con un múltiple choque de vehículos y derribamiento de un poste de energía eléctrica en plena zona céntrica de la ciudad, el cual fue ocasionado por la persecución de un ladrón que acaba de atracar a una persona en plena vía pública, fue una situación demasiado peligrosa y que pudo haber causado muchas muertes humanas, además de los diversos daños materiales. Todo ello ocurrió debido a que el ciudadano víctima del atraco suplantó a las autoridades y quiso hacer su propia justicia.
También fue muy inquietante ver a un grupo de personas tratando de matar a piedras, mediante un salvajismo impresionante, a un delincuente que se ocultó en un establecimiento comercial en el barrio La Nevada, pero lo que más obliga a pensar es la actitud criminal premeditada que asumieron muchos miembros de la comunidad, que además parecían disfrutar el hecho y deseaban ver rodar sangre, no era cualquier cosa, se trataba de sangre humana.
Todos estos tristes y repugnantes episodios no hacen parte, o no hacían parte, de la idiosincrasia vallenata, no son conductas que identifiquen a una ciudad como Valledupar, por ello no se puede permitir que eso se vaya convirtiendo en costumbre en nuestro entorno y es urgente que las autoridades actúen en consecuencia.
Lo cierto es que la ocurrencia de estos hechos son la muestra fiel y palpable de la ausencia de las autoridades policivas, si ellas tuviesen el control del orden público y de cada sector de la ciudad se evitarían a tiempo este tipo de conductas tanto individuales como colectivas. El tiempo que demora cada linchamiento es demasiado largo y sin embargo las patrullas de la Policía casi siempre llegan tarde.
La comunidad también tiene que aportar de su parte para ayudar a controlar la delincuencia, pero sin entrar a reemplazar a la Fuerza Pública, es cuestión de actuar con espíritu cívico y sentido de pertenencia, más no con ánimos de violencia, los mecanismos coercitivos solo les corresponden a nuestras autoridades policivas. Luchemos unidos para que no se nos desdibuje el encanto de ciudad que ahora tenemos.