Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 31 marzo, 2022

Ahora o nunca

Esta es una condición sine qua non para un estadista. A Petro le acusan de lo divino y lo humano. Por su condición de exguerrillero lo estigmatizan pero no a Carlos A. Lucio, esposo de una exfiscal y otros similares. Dicen que siembra el odio y la lucha de clases porque se aparta de las tesis convencionales de los que dirigen el Estado. 

Boton Wpp

Líderes no nacen todos los días y las oportunidades son calvas; Gaitán murió hace 74 años y nadie lo ha reemplazado; igual pasa con Gustavo Petro, cuyo sustituto no he visto todavía; es un hombre que conoce los temas que trata y los expone con pedagogía y capacidad argumentativa y conceptual, además con gran valor civil, sin perder el equilibrio ante los ataques; jamás ofende al opuesto. 

Esta es una condición sine qua non para un estadista. A Petro le acusan de lo divino y lo humano. Por su condición de exguerrillero lo estigmatizan pero no a Carlos A. Lucio, esposo de una exfiscal y otros similares. Dicen que siembra el odio y la lucha de clases porque se aparta de las tesis convencionales de los que dirigen el Estado. 

Dicen que es ateo porque no es ritual, cosa que no han dicho de Alejandro Gaviria, agnóstico convicto; que es populista y que encarna la extrema izquierda. Veamos en detalle. El odio es un sentimiento perverso que incita al arrasamiento del contrario, no extraño en la actividad de muchos de nuestros gobernantes y dirigentes.

La lucha de clases no la inventó G.P., ni siquiera Carlos Marx, esta es una actividad antiquísima, discriminatoria y reduccionista que inventaron los dioses. Según la historia o la mitología, Marduk en Babilonia, Púrusha en Persia y Nüwa, diosa china, dividieron a la sociedad en clases; incluso, la Biblia hizo de la mujer una clase inferior al hombre. 

La sociedad hindú está compuesta por varias clases, en el imperio otomano era la religión la diferenciadora social, en los EE.UU y otros países caucásicos, la clase la determina el color de la piel. En la Colombia mestiza y multiétnica, el racismo es insoportable. “Gastar plata en Chocó es como echarle perfume a un bollo”, dijo un diputado paisa muy allegado al C.D.; “Cualquier mujer que se sienta al lado de Francia Márquez, es estrato seis”, dijo Paola Ochoa, periodista de Blu Radio, del cuartel de Duque. Más, esto no es lo grave; en el último mes, F.M. ha sido amenazada dos veces; también Petro. ¿A quién interesa? ¿A las franquicias del Estado mafioso? El populismo consiste en prometer lo que la gente quiere escuchar (Fouché en Francia). Extrema izquierda no hay en Colombia; solo las FARC, que ya no están, eran de esta condición. Las ideologías son como un espectro de colores que van desde el ultravioleta hasta el infrarrojo.

Aquí, casi todos los partidos están en la derecha, unos con mayor o menor ortodoxia que otros; en la parte baja podría estar el liberalismo nuestro y en la extrema el C.D. que ha manejado todas las formas de lucha. El P.H. podría ubicarse al centro de la izquierda. No percibo que G.P. y F.M. aniden estos sentimientos pero los ubican allí para destruirlos, a veces con nimiedades. A Petro lo he seguido desde sus célebres debates contra la corrupción y los “paras” en el Congreso. Ya son muchos los memes burlando a Francia Márquez porque no es blanca, no habla como tal y no es socia del club El Nogal donde, supuestamente se reunía Martuchis con los jefes “paras” y porque su acento no es paisa ni rolo; no le perdonan su origen cimarrón; ella representa otra cultura y otros valores y defiende los intereses de los ”nadies” y “nadias”, que podrían ser los de los “ñeros” o de los “cuyabros”, no todos somos chapetones,  Colombia es un país de nacionalidades que bien cabrían en varios estados. La unión de “uno y una”, G.P. y F.M., que promueven el amor y la vida dentro de la diferencia, son una oportunidad para Colombia, que tampoco se da todos los días. El momento es único para hacer los cambios que necesita el país, tenemos una sociedad enferma; ahora o nunca. Ganar en la 1ª vuelta es imprescindible, el fraude acecha.    

Columnista
31 marzo, 2022

Ahora o nunca

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Esta es una condición sine qua non para un estadista. A Petro le acusan de lo divino y lo humano. Por su condición de exguerrillero lo estigmatizan pero no a Carlos A. Lucio, esposo de una exfiscal y otros similares. Dicen que siembra el odio y la lucha de clases porque se aparta de las tesis convencionales de los que dirigen el Estado. 


Líderes no nacen todos los días y las oportunidades son calvas; Gaitán murió hace 74 años y nadie lo ha reemplazado; igual pasa con Gustavo Petro, cuyo sustituto no he visto todavía; es un hombre que conoce los temas que trata y los expone con pedagogía y capacidad argumentativa y conceptual, además con gran valor civil, sin perder el equilibrio ante los ataques; jamás ofende al opuesto. 

Esta es una condición sine qua non para un estadista. A Petro le acusan de lo divino y lo humano. Por su condición de exguerrillero lo estigmatizan pero no a Carlos A. Lucio, esposo de una exfiscal y otros similares. Dicen que siembra el odio y la lucha de clases porque se aparta de las tesis convencionales de los que dirigen el Estado. 

Dicen que es ateo porque no es ritual, cosa que no han dicho de Alejandro Gaviria, agnóstico convicto; que es populista y que encarna la extrema izquierda. Veamos en detalle. El odio es un sentimiento perverso que incita al arrasamiento del contrario, no extraño en la actividad de muchos de nuestros gobernantes y dirigentes.

La lucha de clases no la inventó G.P., ni siquiera Carlos Marx, esta es una actividad antiquísima, discriminatoria y reduccionista que inventaron los dioses. Según la historia o la mitología, Marduk en Babilonia, Púrusha en Persia y Nüwa, diosa china, dividieron a la sociedad en clases; incluso, la Biblia hizo de la mujer una clase inferior al hombre. 

La sociedad hindú está compuesta por varias clases, en el imperio otomano era la religión la diferenciadora social, en los EE.UU y otros países caucásicos, la clase la determina el color de la piel. En la Colombia mestiza y multiétnica, el racismo es insoportable. “Gastar plata en Chocó es como echarle perfume a un bollo”, dijo un diputado paisa muy allegado al C.D.; “Cualquier mujer que se sienta al lado de Francia Márquez, es estrato seis”, dijo Paola Ochoa, periodista de Blu Radio, del cuartel de Duque. Más, esto no es lo grave; en el último mes, F.M. ha sido amenazada dos veces; también Petro. ¿A quién interesa? ¿A las franquicias del Estado mafioso? El populismo consiste en prometer lo que la gente quiere escuchar (Fouché en Francia). Extrema izquierda no hay en Colombia; solo las FARC, que ya no están, eran de esta condición. Las ideologías son como un espectro de colores que van desde el ultravioleta hasta el infrarrojo.

Aquí, casi todos los partidos están en la derecha, unos con mayor o menor ortodoxia que otros; en la parte baja podría estar el liberalismo nuestro y en la extrema el C.D. que ha manejado todas las formas de lucha. El P.H. podría ubicarse al centro de la izquierda. No percibo que G.P. y F.M. aniden estos sentimientos pero los ubican allí para destruirlos, a veces con nimiedades. A Petro lo he seguido desde sus célebres debates contra la corrupción y los “paras” en el Congreso. Ya son muchos los memes burlando a Francia Márquez porque no es blanca, no habla como tal y no es socia del club El Nogal donde, supuestamente se reunía Martuchis con los jefes “paras” y porque su acento no es paisa ni rolo; no le perdonan su origen cimarrón; ella representa otra cultura y otros valores y defiende los intereses de los ”nadies” y “nadias”, que podrían ser los de los “ñeros” o de los “cuyabros”, no todos somos chapetones,  Colombia es un país de nacionalidades que bien cabrían en varios estados. La unión de “uno y una”, G.P. y F.M., que promueven el amor y la vida dentro de la diferencia, son una oportunidad para Colombia, que tampoco se da todos los días. El momento es único para hacer los cambios que necesita el país, tenemos una sociedad enferma; ahora o nunca. Ganar en la 1ª vuelta es imprescindible, el fraude acecha.