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General - 19 agosto, 2019

Aguachica: sin verdad y sin justicia pero con esperanza

“Cuando se mira la realidad a través de la mira de un fusil, es fácil mirar al otro como ‘blanco’ y no como persona”.

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“Cuando se mira la realidad a través de la mira de un fusil, es fácil mirar al otro como ‘blanco’ y no como persona”. Luis Fernando Rincón López.

Aguachica está enclavada en el sur del Cesar y junto con los municipios aledaños, por sus características económicas, políticas, sociales y culturales, constituye una verdadera subregión.

Su ubicación le permitió ocupar un sitial de honor en el concierto nacional en la década de los sesenta y sesenta del siglo pasado. Su población creció con las migraciones tolimenses, santandereanas, antioqueñas y costeñas principalmente.

Aguachica fue el gran custodio de los caminos de la Nación, el río Magdalena, la Troncal del Caribe, el ferrocarril. Allí florecieron la ganadería, la agricultura, el comercio y el transporte (terrestre, fluvial y aéreo), llegando a tener uno de los ingresos per cápita más alto del país. Se puede afirmar que el desarrollo de Aguachica no se debió a políticas diseñadas por el Estado, sino al empuje e imaginación de sus pobladores.
Por otra parte, la desconexión entre el territorio y los centros de poder nacionales y departamentales (primero del Magdalena y luego Cesar), redundó en una manifiesta debilidad de la institucionalidad, lo que se tradujo en abandono e incredulidad en las instituciones.

Un territorio tan bien dotado y al mismo tiempo carente de un Estado de derecho que arbitrara de manera justa los conflictos y una población sin las capacidades ciudadanas suficientes para exigir y hacer cumplir sus derechos, era propicio para que la violencia y la intolerancia política alcanzaran los niveles de crueldad que horrorizaron al país y al mundo.
Cuando el presidente de la República nombró, sin mucha fortuna, un alcalde militar, se evidenció la impotencia del Estado.

En este contexto problemático, emergió, con inusitada fuerza y frescura, la figura de Luis Fernando Rincón López, quien deslumbró a su gente con un discurso sereno e innovador, sin aspavientos o bravuconadas, permitiéndole soñar con una nueva sociedad… y esa ciudadanía lo ungió como su alcalde.
Cuando el alcalde municipal de Aguachica, Luis Fernando Rincón López convocó a su pueblo a una Consulta Popular por la Paz, para que se pronunciara sobre el rechazo a la violencia, el compromiso personal de cada ciudadano con la paz y el mandato que se le impondría al alcalde, para hacer cumplir la voluntad popular, se convirtió en blanco de los odios de todos los extremos, incluyendo la extrema corrupción.

El ciudadano, por primera vez, se convirtió en actor fundamental de la sociedad. La Consulta Popular por la Paz fue un éxito, demostró que la paz es posible… es posible desde el territorio y es posible usando un mecanismo democrático.
El próximo 27 de agosto, Aguachica conmemora 24 años de esa gran gesta ciudadana por la paz.

Por: Antonio María Calvo Silva

General
19 agosto, 2019

Aguachica: sin verdad y sin justicia pero con esperanza

“Cuando se mira la realidad a través de la mira de un fusil, es fácil mirar al otro como ‘blanco’ y no como persona”.


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“Cuando se mira la realidad a través de la mira de un fusil, es fácil mirar al otro como ‘blanco’ y no como persona”. Luis Fernando Rincón López.

Aguachica está enclavada en el sur del Cesar y junto con los municipios aledaños, por sus características económicas, políticas, sociales y culturales, constituye una verdadera subregión.

Su ubicación le permitió ocupar un sitial de honor en el concierto nacional en la década de los sesenta y sesenta del siglo pasado. Su población creció con las migraciones tolimenses, santandereanas, antioqueñas y costeñas principalmente.

Aguachica fue el gran custodio de los caminos de la Nación, el río Magdalena, la Troncal del Caribe, el ferrocarril. Allí florecieron la ganadería, la agricultura, el comercio y el transporte (terrestre, fluvial y aéreo), llegando a tener uno de los ingresos per cápita más alto del país. Se puede afirmar que el desarrollo de Aguachica no se debió a políticas diseñadas por el Estado, sino al empuje e imaginación de sus pobladores.
Por otra parte, la desconexión entre el territorio y los centros de poder nacionales y departamentales (primero del Magdalena y luego Cesar), redundó en una manifiesta debilidad de la institucionalidad, lo que se tradujo en abandono e incredulidad en las instituciones.

Un territorio tan bien dotado y al mismo tiempo carente de un Estado de derecho que arbitrara de manera justa los conflictos y una población sin las capacidades ciudadanas suficientes para exigir y hacer cumplir sus derechos, era propicio para que la violencia y la intolerancia política alcanzaran los niveles de crueldad que horrorizaron al país y al mundo.
Cuando el presidente de la República nombró, sin mucha fortuna, un alcalde militar, se evidenció la impotencia del Estado.

En este contexto problemático, emergió, con inusitada fuerza y frescura, la figura de Luis Fernando Rincón López, quien deslumbró a su gente con un discurso sereno e innovador, sin aspavientos o bravuconadas, permitiéndole soñar con una nueva sociedad… y esa ciudadanía lo ungió como su alcalde.
Cuando el alcalde municipal de Aguachica, Luis Fernando Rincón López convocó a su pueblo a una Consulta Popular por la Paz, para que se pronunciara sobre el rechazo a la violencia, el compromiso personal de cada ciudadano con la paz y el mandato que se le impondría al alcalde, para hacer cumplir la voluntad popular, se convirtió en blanco de los odios de todos los extremos, incluyendo la extrema corrupción.

El ciudadano, por primera vez, se convirtió en actor fundamental de la sociedad. La Consulta Popular por la Paz fue un éxito, demostró que la paz es posible… es posible desde el territorio y es posible usando un mecanismo democrático.
El próximo 27 de agosto, Aguachica conmemora 24 años de esa gran gesta ciudadana por la paz.

Por: Antonio María Calvo Silva