En su madurez intelectual, él es un idealista radical. Considera la filosofía como la ciencia de lo absoluto. Ésta tiene tres ideas fundamentales: a) la idea de ser en sí o espíritu subjetivo, que identifica con la lógica, la cual tiene como disciplinas la psicología, la antropología, la fenomenología; B) la idea de ser otro […]
En su madurez intelectual, él es un idealista radical. Considera la filosofía como la ciencia de lo absoluto.
Ésta tiene tres ideas fundamentales: a) la idea de ser en sí o espíritu subjetivo, que identifica con la lógica, la cual tiene como disciplinas la psicología, la antropología, la fenomenología; B) la idea de ser otro o espíritu objetivo, que identifica con el mundo, la cual tiene como materias la moral, el derecho, el Estado; c) la idea de ser en sí y para sí, que identifica con la filosofía del espíritu absoluto, que se manifiesta progresiva y evolutivamente, en las formas del arte, la religión, la filosofía.
Afirma: “el Absoluto es espíritu: ésta es la más elevada definición del absoluto. Encontrar esta definición y entender su contenido ha sido la finalidad de todas las culturas y filosofías. Todas las religiones y las ciencias se han esforzado para alcanzar este objetivo”. Y Considera que la religión cristiana es la única que ha logrado una relación de la conciencia con el infinito.
El Absoluto es el pensamiento que se piensa a sí mismo, es decir, Dios. Aunque para Hegel, no es el Dios cristiano trascendente, pues para él el absoluto es el proceso de su propio devenir.
Este proceso se puede comprender a partir de las tres primeras categorías de la lógica hegeliana: ser, no-ser, devenir. El concepto de ser puro es indeterminado: lleva al no–ser, a la nada. La mente pasa del ser al no–ser: su verdad es, por lo tanto, este movimiento, es decir, el devenir. Por consiguiente, el concepto de absoluto como ser es el concepto del absoluto como devenir, como proceso de autodesarrollo.
Para entender esta cuestión, tal vez un poco intrincada, Hegel distingue entre intelecto y razón. Considera que el intelecto sirve para el conocimiento ordinario. Pero cuando se trata de conocer la vida misma del Absoluto, se requiere de la dialéctica, para llegar hasta el fondo, en profundidad. El Absoluto pasa por distintos momentos.
Estos momentos los ilustra Hegel en su obra Fenomenología del Espíritu, con la imagen de una planta, para ejemplificar el movimiento dialéctico, así: “el capullo desaparece en la floración, y se podría decir que la floración confuta al primero; de modo similar con la aparición del fruto, la flor se declara como una falsa existencia de la planta, y el fruto se pone en lugar de la flor como su verdad. Tales formas no solo se distinguen, sino que cada una de ellas desaparece ante la presencia de la otra, porque son recíprocamente incompatibles. Pero al mismo tiempo, su naturaleza fluida las hace momentos de la unidad orgánica, en la cual ellas no solo se rechazan, sino que por el contrario son necesarias igualmente, y ésta igual necesidad constituye ahora la vida del entero”.
¿Cuál sería la conclusión? Como dialectico consumado, Hegel considera que debe darse un momento de síntesis superadora, un momento de identidad –en– la diferencia; que a través de la síntesis, se puede seguir la vida del Absoluto e introducirnos en su profundidad: para él, ser, es devenir. Es decir, de las oposiciones se llega al momento sintético, que producirá otra oposición, y así sucesivamente en un necesario proceso dialéctico.
NOTA: La gran masa humana carece de condiciones para pensar, porque vive en la bulla. Es la bulla misma. En cambio, en Pueblo Bello puedes leer, pensar y contemplar.
En su madurez intelectual, él es un idealista radical. Considera la filosofía como la ciencia de lo absoluto. Ésta tiene tres ideas fundamentales: a) la idea de ser en sí o espíritu subjetivo, que identifica con la lógica, la cual tiene como disciplinas la psicología, la antropología, la fenomenología; B) la idea de ser otro […]
En su madurez intelectual, él es un idealista radical. Considera la filosofía como la ciencia de lo absoluto.
Ésta tiene tres ideas fundamentales: a) la idea de ser en sí o espíritu subjetivo, que identifica con la lógica, la cual tiene como disciplinas la psicología, la antropología, la fenomenología; B) la idea de ser otro o espíritu objetivo, que identifica con el mundo, la cual tiene como materias la moral, el derecho, el Estado; c) la idea de ser en sí y para sí, que identifica con la filosofía del espíritu absoluto, que se manifiesta progresiva y evolutivamente, en las formas del arte, la religión, la filosofía.
Afirma: “el Absoluto es espíritu: ésta es la más elevada definición del absoluto. Encontrar esta definición y entender su contenido ha sido la finalidad de todas las culturas y filosofías. Todas las religiones y las ciencias se han esforzado para alcanzar este objetivo”. Y Considera que la religión cristiana es la única que ha logrado una relación de la conciencia con el infinito.
El Absoluto es el pensamiento que se piensa a sí mismo, es decir, Dios. Aunque para Hegel, no es el Dios cristiano trascendente, pues para él el absoluto es el proceso de su propio devenir.
Este proceso se puede comprender a partir de las tres primeras categorías de la lógica hegeliana: ser, no-ser, devenir. El concepto de ser puro es indeterminado: lleva al no–ser, a la nada. La mente pasa del ser al no–ser: su verdad es, por lo tanto, este movimiento, es decir, el devenir. Por consiguiente, el concepto de absoluto como ser es el concepto del absoluto como devenir, como proceso de autodesarrollo.
Para entender esta cuestión, tal vez un poco intrincada, Hegel distingue entre intelecto y razón. Considera que el intelecto sirve para el conocimiento ordinario. Pero cuando se trata de conocer la vida misma del Absoluto, se requiere de la dialéctica, para llegar hasta el fondo, en profundidad. El Absoluto pasa por distintos momentos.
Estos momentos los ilustra Hegel en su obra Fenomenología del Espíritu, con la imagen de una planta, para ejemplificar el movimiento dialéctico, así: “el capullo desaparece en la floración, y se podría decir que la floración confuta al primero; de modo similar con la aparición del fruto, la flor se declara como una falsa existencia de la planta, y el fruto se pone en lugar de la flor como su verdad. Tales formas no solo se distinguen, sino que cada una de ellas desaparece ante la presencia de la otra, porque son recíprocamente incompatibles. Pero al mismo tiempo, su naturaleza fluida las hace momentos de la unidad orgánica, en la cual ellas no solo se rechazan, sino que por el contrario son necesarias igualmente, y ésta igual necesidad constituye ahora la vida del entero”.
¿Cuál sería la conclusión? Como dialectico consumado, Hegel considera que debe darse un momento de síntesis superadora, un momento de identidad –en– la diferencia; que a través de la síntesis, se puede seguir la vida del Absoluto e introducirnos en su profundidad: para él, ser, es devenir. Es decir, de las oposiciones se llega al momento sintético, que producirá otra oposición, y así sucesivamente en un necesario proceso dialéctico.
NOTA: La gran masa humana carece de condiciones para pensar, porque vive en la bulla. Es la bulla misma. En cambio, en Pueblo Bello puedes leer, pensar y contemplar.