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Columnista - 30 noviembre, 2017

Adornos peligrosos y el arte del encuentro

I Su prosa revela imágenes de un pasado coloquial y vertiginoso, pero también mágico. Él hace de la fábula una artimaña seductora y alucinante: no busca distraer a la bestia, sino aprisionar su atención. Es un culebrero -así se define- que esconde historias más allá de otras historias. Tiene una consigna clara: el argumento puede […]

I

Su prosa revela imágenes de un pasado coloquial y vertiginoso, pero también mágico. Él hace de la fábula una artimaña seductora y alucinante: no busca distraer a la bestia, sino aprisionar su atención. Es un culebrero -así se define- que esconde historias más allá de otras historias. Tiene una consigna clara: el argumento puede ser viejo, pero hay que saber cómo correr la cortina para que el lector descubra ese mar, ese mar que ya estaba.

Néstor Quiroz nació en Curumaní, Cesar, en 1955. Es abogado, catedrático y columnista. En el 2009 publicó su primer libro de cuentos con la editorial El Perro y La Rana de Venezuela: La monja del hospital y otros relatos, un trabajo que narra anécdotas que pretenden extasiar la imaginación del lector a través de un lenguaje natural, fluido y a veces poético.

—El único momento en el que no pertenezco a este mundo es cuando estoy escribiendo—dice Néstor con su voz gruesa, inconfundible.

Hace varias semanas, Néstor publicó su segundo libro de relatos con el sello de la editorial Uniediciones de Bogotá, Colección Zenócrate, que es comandada por el autor Fernando Denis. Se trata de Adornos peligrosos y otras ficciones, una obra costumbrista, fantástica y vehemente. Allí Néstor exhibe personajes que deambulan entre la cotidianidad y la alucinación. Su paisaje es el Caribe mágico, su tiempo es el ayer y su lenguaje es lo popular, lo provinciano.

—Son unos cuentos tejidos con la madeja sutil de un sueño que se cuenta a la mañana siguiente—afirma Denis en el prólogo del libro.

II

La semana pasada se realizó el Primer Encuentro de Escritores Cesarenses, que auspició la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez. El evento duró tres días y contó con la participación de unos 100 escritores y promotores culturales. Los invitados especiales fueron Javier Naranjo (Medellín), Limedis Castillo (Riohacha) y Paul Brito (Barranquilla). Hubo talleres de poesía, cuento y crónica. También se hizo el lanzamiento de la antología poética del maestro Luis Mizar y una charla sobre “La escritura en tiempos de guerra y paz”.

Yo asistí al taller de crónica que dirigió Paul Brito, el mismo de El proletariado de los dioses y El ideal de Aquiles. Fue una experiencia fascinante, Paul habló sobre la importancia de contrarrestar las distintas versiones de un mismo hecho, lo útil que resulta extraer de su zona de confort a un personaje y la metáfora como un recurso casi ineludible en la crónica, ese género hibrido.

En la noche del jueves, un pequeño grupo de escritores locales nos reunimos con Paul en Tlön, un bar del centro histórico de Valledupar. Allí, en medio del whisky y las cervezas, hablamos sobre las mujeres de Gabo, la libertad de Sade, el ego de Borges, la sangre de Thomas Parr y los senos de Mónica Bellucci. También leímos una crónica de Paul sobre una tragedia familiar que sucedió en Barranquilla en 1984 durante el carnaval. Desde entonces, no he conseguido dejar de pensar en aquellas mujeres que murieron de forma tan dolorosa.

III

Además de Adornos peligrosos de Néstor Quiroz, fue publicado el primer libro de relatos de Amhed Escallón: Ojos de rata (hermoso título), cuya edición estuvo a cargo de la editorial vallenata Ediciones Terrear. Ahora la literatura en Valledupar y en el Cesar está palpitando, está gritando en las esquinas como un loco que quiere llamar la atención de los transeúntes: hay más voces, nuestros escritores empiezan a encontrarse.

Por Carlos César Silva.

Columnista
30 noviembre, 2017

Adornos peligrosos y el arte del encuentro

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Cesar Silva

I Su prosa revela imágenes de un pasado coloquial y vertiginoso, pero también mágico. Él hace de la fábula una artimaña seductora y alucinante: no busca distraer a la bestia, sino aprisionar su atención. Es un culebrero -así se define- que esconde historias más allá de otras historias. Tiene una consigna clara: el argumento puede […]


I

Su prosa revela imágenes de un pasado coloquial y vertiginoso, pero también mágico. Él hace de la fábula una artimaña seductora y alucinante: no busca distraer a la bestia, sino aprisionar su atención. Es un culebrero -así se define- que esconde historias más allá de otras historias. Tiene una consigna clara: el argumento puede ser viejo, pero hay que saber cómo correr la cortina para que el lector descubra ese mar, ese mar que ya estaba.

Néstor Quiroz nació en Curumaní, Cesar, en 1955. Es abogado, catedrático y columnista. En el 2009 publicó su primer libro de cuentos con la editorial El Perro y La Rana de Venezuela: La monja del hospital y otros relatos, un trabajo que narra anécdotas que pretenden extasiar la imaginación del lector a través de un lenguaje natural, fluido y a veces poético.

—El único momento en el que no pertenezco a este mundo es cuando estoy escribiendo—dice Néstor con su voz gruesa, inconfundible.

Hace varias semanas, Néstor publicó su segundo libro de relatos con el sello de la editorial Uniediciones de Bogotá, Colección Zenócrate, que es comandada por el autor Fernando Denis. Se trata de Adornos peligrosos y otras ficciones, una obra costumbrista, fantástica y vehemente. Allí Néstor exhibe personajes que deambulan entre la cotidianidad y la alucinación. Su paisaje es el Caribe mágico, su tiempo es el ayer y su lenguaje es lo popular, lo provinciano.

—Son unos cuentos tejidos con la madeja sutil de un sueño que se cuenta a la mañana siguiente—afirma Denis en el prólogo del libro.

II

La semana pasada se realizó el Primer Encuentro de Escritores Cesarenses, que auspició la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez. El evento duró tres días y contó con la participación de unos 100 escritores y promotores culturales. Los invitados especiales fueron Javier Naranjo (Medellín), Limedis Castillo (Riohacha) y Paul Brito (Barranquilla). Hubo talleres de poesía, cuento y crónica. También se hizo el lanzamiento de la antología poética del maestro Luis Mizar y una charla sobre “La escritura en tiempos de guerra y paz”.

Yo asistí al taller de crónica que dirigió Paul Brito, el mismo de El proletariado de los dioses y El ideal de Aquiles. Fue una experiencia fascinante, Paul habló sobre la importancia de contrarrestar las distintas versiones de un mismo hecho, lo útil que resulta extraer de su zona de confort a un personaje y la metáfora como un recurso casi ineludible en la crónica, ese género hibrido.

En la noche del jueves, un pequeño grupo de escritores locales nos reunimos con Paul en Tlön, un bar del centro histórico de Valledupar. Allí, en medio del whisky y las cervezas, hablamos sobre las mujeres de Gabo, la libertad de Sade, el ego de Borges, la sangre de Thomas Parr y los senos de Mónica Bellucci. También leímos una crónica de Paul sobre una tragedia familiar que sucedió en Barranquilla en 1984 durante el carnaval. Desde entonces, no he conseguido dejar de pensar en aquellas mujeres que murieron de forma tan dolorosa.

III

Además de Adornos peligrosos de Néstor Quiroz, fue publicado el primer libro de relatos de Amhed Escallón: Ojos de rata (hermoso título), cuya edición estuvo a cargo de la editorial vallenata Ediciones Terrear. Ahora la literatura en Valledupar y en el Cesar está palpitando, está gritando en las esquinas como un loco que quiere llamar la atención de los transeúntes: hay más voces, nuestros escritores empiezan a encontrarse.

Por Carlos César Silva.