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Columnista - 28 diciembre, 2013

Adiós Cacique de La Junta

Por Leonardo José Maya No terminó la secundaria pero fue un cronista mágico, un artista realmente magnético con una conexión emocional asombrosa con su público. Fue talento, gracia y la magia que siempre le acompañó le permitía hipnotizar a multitudes, fue el monstruo mimado de sus seguidores que deslumbrados por tal portento lo consintieron demasiado […]

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Por Leonardo José Maya

No terminó la secundaria pero fue un cronista mágico, un artista realmente magnético con una conexión emocional asombrosa con su público.

Fue talento, gracia y la magia que siempre le acompañó le permitía hipnotizar a multitudes, fue el monstruo mimado de sus seguidores que deslumbrados por tal portento lo consintieron demasiado y le perdonaban todos sus errores. Le cantó con fuerza a sus seguidores, al amor, a la amistad, consoló a los sufridos y le susurró al oído a los enamorados “lo más bonito en la vida… es querer con toda el alma…”

Diomedes, desafiaste tu destino de campesino humilde y peleaste contra la pobreza, superaste muchas vicisitudes para cantarle a todo: a la naturaleza, a la vejez, a la mamá, al papá, al hijo, al ahijado, a la vida y hasta a la muerte y fue profético “El día que se acabe mi vida les dejo mi canto y mi fama”.

Cacique, fuiste único como compositor y cantante, como improvisador y repentista, tus movimientos, gestos, presencia y estilo en tarima eran solo tuyos, nadie te igualará, eras el niño mimado de la escala musical, cantaste vallenatos, rancheras, baladas, son cubano y podías cantar cualquier género musical. En una canción te paseabas por los tonos con la suavidad de una cometa al viento, era una facilidad alucinante, ni siquiera imaginada. Fuiste un artista tan grande que el mito de tu leyenda empequeñece al hombre que se equivocó tantas veces.

Alfredo López y Marciano Martínez, tus amigos del pueblo, me han contado que las aves de La Junta creían que tú eras el único cantante que existía y que algunos pájaros silvestres repiten tus canciones al compás de las notas que les trae el viento desde el radio de algún ranchito en la montaña. Te seguiremos encontrando en la alegría de tu gente, en el murmullo de los ríos, en el aleteo de la paloma, en la mirada de los enamorados, te encontraremos en el entusiasmo de algún niño descamisado que corretea por las blancas colinas de carrizal donde fuiste feliz cantando tus versos magníficos.

Cacique, en ese libro de una de tus canciones hay que escribir también que: la muerte a pesar de que nunca olvida tampoco tiene la última palabra, apagó tu garganta prodigiosa pero no tu voz, que ahora sonará más nítida y cristalina como cuando empezabas a cantar en las sabanas de La Junta para después desplegar tus alas a los cielos del mundo, esas mismas alas te llevan ahora a la inmortalidad donde tu leyenda no se apagará.

Descansa en paz Cacique, nunca te olvidaremos.

[email protected]

Columnista
28 diciembre, 2013

Adiós Cacique de La Junta

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Por Leonardo José Maya No terminó la secundaria pero fue un cronista mágico, un artista realmente magnético con una conexión emocional asombrosa con su público. Fue talento, gracia y la magia que siempre le acompañó le permitía hipnotizar a multitudes, fue el monstruo mimado de sus seguidores que deslumbrados por tal portento lo consintieron demasiado […]


Por Leonardo José Maya

No terminó la secundaria pero fue un cronista mágico, un artista realmente magnético con una conexión emocional asombrosa con su público.

Fue talento, gracia y la magia que siempre le acompañó le permitía hipnotizar a multitudes, fue el monstruo mimado de sus seguidores que deslumbrados por tal portento lo consintieron demasiado y le perdonaban todos sus errores. Le cantó con fuerza a sus seguidores, al amor, a la amistad, consoló a los sufridos y le susurró al oído a los enamorados “lo más bonito en la vida… es querer con toda el alma…”

Diomedes, desafiaste tu destino de campesino humilde y peleaste contra la pobreza, superaste muchas vicisitudes para cantarle a todo: a la naturaleza, a la vejez, a la mamá, al papá, al hijo, al ahijado, a la vida y hasta a la muerte y fue profético “El día que se acabe mi vida les dejo mi canto y mi fama”.

Cacique, fuiste único como compositor y cantante, como improvisador y repentista, tus movimientos, gestos, presencia y estilo en tarima eran solo tuyos, nadie te igualará, eras el niño mimado de la escala musical, cantaste vallenatos, rancheras, baladas, son cubano y podías cantar cualquier género musical. En una canción te paseabas por los tonos con la suavidad de una cometa al viento, era una facilidad alucinante, ni siquiera imaginada. Fuiste un artista tan grande que el mito de tu leyenda empequeñece al hombre que se equivocó tantas veces.

Alfredo López y Marciano Martínez, tus amigos del pueblo, me han contado que las aves de La Junta creían que tú eras el único cantante que existía y que algunos pájaros silvestres repiten tus canciones al compás de las notas que les trae el viento desde el radio de algún ranchito en la montaña. Te seguiremos encontrando en la alegría de tu gente, en el murmullo de los ríos, en el aleteo de la paloma, en la mirada de los enamorados, te encontraremos en el entusiasmo de algún niño descamisado que corretea por las blancas colinas de carrizal donde fuiste feliz cantando tus versos magníficos.

Cacique, en ese libro de una de tus canciones hay que escribir también que: la muerte a pesar de que nunca olvida tampoco tiene la última palabra, apagó tu garganta prodigiosa pero no tu voz, que ahora sonará más nítida y cristalina como cuando empezabas a cantar en las sabanas de La Junta para después desplegar tus alas a los cielos del mundo, esas mismas alas te llevan ahora a la inmortalidad donde tu leyenda no se apagará.

Descansa en paz Cacique, nunca te olvidaremos.

[email protected]