Por Luis Augusto González Pimienta El 19 de febrero de 1998 publiqué mi primer artículo en este medio por gentil invitación del director de entonces, Dickson Quiroz. Convertido en colaborador habitual escogí el nombre de la columna. Así nació MISCELÁNEA, título que por definición sería un distintivo para poder incursionar en diferentes géneros y […]
Por Luis Augusto González Pimienta
El 19 de febrero de 1998 publiqué mi primer artículo en este medio por gentil invitación del director de entonces, Dickson Quiroz. Convertido en colaborador habitual escogí el nombre de la columna. Así nació MISCELÁNEA, título que por definición sería un distintivo para poder incursionar en diferentes géneros y en diversas materias, sin camisas de fuerza.
No obstante, durante el tiempo transcurrido he abordado temas de actualidad o de coyuntura, siempre dejando plasmado mi concepto y señalando las posibles salidas. Ningún tema me ha sido vedado. Los problemas sociales, los comportamientos sociales, la política, el medio ambiente, las reformas jurídicas, la crítica literaria, el folclor, la gramática y la ortografía, los relatos de viaje, el deporte, la farándula, las costumbres, la televisión y la radio, temas espinosos como el aborto o el celibato sacerdotal, la movilidad y la inseguridad, los servicios públicos y un largo etcétera cumplido con disciplina espartana.
El columnista se hace responsable de lo que dice, que no siempre concuerda con la postura institucional del periódico. Debe estar enterado de lo que ocurre en el mundo para escoger un tema o para darle un enfoque diferente a uno ya tratado.
Pretender que se escriba sólo sobre temas trascendentes es equívoco, porque lo trascendente o intrascendente es un juicio personalísimo del autor. Además, el periodismo escrito está llamado a cambiar de objetivos ante la derrota que le propina la inmediatez de las redes sociales y de la radio y la televisión con sus editorialistas y comentadores instantáneos. El nuevo objetivo es buscarle recreación al lector, mediante la mezcla de literatura y periodismo.
Opinar es emitir un concepto, un juicio sobre cualquier tema, por ligero que parezca. La cotidianidad nos ofrece un inapreciable material de opinión que dejamos pasar por temor a ser tildados de superficiales. Todos los temas son opinables. En cada frase hay una opinión, por eso se escribe en primera persona y se firma.
Hoy, cuando el espíritu modernizador se impuso en el formato de este diario, los columnistas todos debemos desprendernos del nombre que identificaba a nuestros escritos. Ya no aparecerá más MISCELÁNEA, la que me dio alternativamente satisfacciones y disgustos. La añoraré, estoy seguro. En su honor va esta simple nota, escrita, con la venia de Luis Carlos López, con el mismo afecto que se le profesa a los zapatos viejos.
Por Luis Augusto González Pimienta El 19 de febrero de 1998 publiqué mi primer artículo en este medio por gentil invitación del director de entonces, Dickson Quiroz. Convertido en colaborador habitual escogí el nombre de la columna. Así nació MISCELÁNEA, título que por definición sería un distintivo para poder incursionar en diferentes géneros y […]
Por Luis Augusto González Pimienta
El 19 de febrero de 1998 publiqué mi primer artículo en este medio por gentil invitación del director de entonces, Dickson Quiroz. Convertido en colaborador habitual escogí el nombre de la columna. Así nació MISCELÁNEA, título que por definición sería un distintivo para poder incursionar en diferentes géneros y en diversas materias, sin camisas de fuerza.
No obstante, durante el tiempo transcurrido he abordado temas de actualidad o de coyuntura, siempre dejando plasmado mi concepto y señalando las posibles salidas. Ningún tema me ha sido vedado. Los problemas sociales, los comportamientos sociales, la política, el medio ambiente, las reformas jurídicas, la crítica literaria, el folclor, la gramática y la ortografía, los relatos de viaje, el deporte, la farándula, las costumbres, la televisión y la radio, temas espinosos como el aborto o el celibato sacerdotal, la movilidad y la inseguridad, los servicios públicos y un largo etcétera cumplido con disciplina espartana.
El columnista se hace responsable de lo que dice, que no siempre concuerda con la postura institucional del periódico. Debe estar enterado de lo que ocurre en el mundo para escoger un tema o para darle un enfoque diferente a uno ya tratado.
Pretender que se escriba sólo sobre temas trascendentes es equívoco, porque lo trascendente o intrascendente es un juicio personalísimo del autor. Además, el periodismo escrito está llamado a cambiar de objetivos ante la derrota que le propina la inmediatez de las redes sociales y de la radio y la televisión con sus editorialistas y comentadores instantáneos. El nuevo objetivo es buscarle recreación al lector, mediante la mezcla de literatura y periodismo.
Opinar es emitir un concepto, un juicio sobre cualquier tema, por ligero que parezca. La cotidianidad nos ofrece un inapreciable material de opinión que dejamos pasar por temor a ser tildados de superficiales. Todos los temas son opinables. En cada frase hay una opinión, por eso se escribe en primera persona y se firma.
Hoy, cuando el espíritu modernizador se impuso en el formato de este diario, los columnistas todos debemos desprendernos del nombre que identificaba a nuestros escritos. Ya no aparecerá más MISCELÁNEA, la que me dio alternativamente satisfacciones y disgustos. La añoraré, estoy seguro. En su honor va esta simple nota, escrita, con la venia de Luis Carlos López, con el mismo afecto que se le profesa a los zapatos viejos.