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Columnista - 3 septiembre, 2019

Activemos nuestro fondo de humanidad

Quizás el compromiso de todos los humanos sea humanizarse, llenar la vida con esa esperanza de unidad que a todos nos conviene, por el hecho mismo de avanzar en relación, cooperando cada cual desde su misión, en el espíritu de concordia que es lo que verdaderamente nos hace grandes, abiertos siempre a recomenzar desde esa […]

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Quizás el compromiso de todos los humanos sea humanizarse, llenar la vida con esa esperanza de unidad que a todos nos conviene, por el hecho mismo de avanzar en relación, cooperando cada cual desde su misión, en el espíritu de concordia que es lo que verdaderamente nos hace grandes, abiertos siempre a recomenzar desde esa mirada global enriquecedora y batalladora, en busca de horizontes habitables y justos. No cabe la resignación.

Es cierto que atravesamos momentos con muchas dificultades, no en vano el crecimiento de la economía mundial se estima que será del 2,6% en 2019, cuatro décimas por debajo del registrado en 2018, y con una desaceleración mayor en las economías desarrolladas que en aquellas otras en desarrollo.

Pero aún, no negando estas circunstancias de salarios insuficientes y deterioro del empleo, creo que nunca es tarde para fomentar otros estilos de vida más humildes, convencido de que los grandes avances se encuentran en las pequeñas cosas, en los ínfimos detalles que nos hacen ver la necesidad de poner orden y reducir los llamados flujos financieros ilícitos, adoptando políticas coherentes de reparto, que tengan impactos sobre todo en términos de innovación, aprendizaje y empleos de calidad.

Por otra parte, nuestra actitud positiva siempre va a ser fundamental para practicar esa cultura del abrazo, laboriosa en la caridad fraterna y exultante de alegría en cada paso.

No dejemos nuestros deberes como humanidad. Transformarnos, indudablemente, va más allá de ese mero teatro que nos hemos reinventado, nos exige retoñar y activar ánimos entregados a la mística del auxilio. No olvidemos que mientras crece la pobreza extrema en América Latina y trabajar tampoco garantiza unas condiciones dignas de vida, los demás continentes, incluido Europa, tiene que aminorar las desigualdades entre moradores, lo que exige políticas sociales de apoyo frente a tanta precariedad e incertidumbres.

Las agudas tensiones comerciales, las perspectivas de un brexit sin acuerdo, el no proteger a los más vulnerables, la falta de transparencia en los mercados cada vez más irracionales, son algunas de las muchas inhumanidades que nos impiden progresar en conjunto; de ahí, la importancia de que los países tiendan a mancomunar esfuerzos cooperantes que nos humanicen, liberándonos de ese aire mortecino corrupto que nos viene dejando sin fuerza hasta para vivir.

Sea como fuere, no podemos seguir cultivando este estado salvaje. Jamás nos derrotemos con inútiles contiendas. Tampoco practiquemos la pereza. Somos gentes de anhelos, por ser familia unida e indivisible, y yo no puedo desentenderme del pulso de mis semejantes. Todo lo suyo nos afecta a todos. Por tanto, nos merecemos un cambio en nuestra historia de vida. Ha de nacer de la consideración por el otro, por nuestro análogo. A los hechos me remito: 2018 se ha convertido en el año con más niños muertos y heridos en guerras, con más mujeres y mayores abandonados a su suerte; con más jóvenes sin futuro alguno.

En lugar de lanzarnos piedras, acojámonos hasta reír y llorar conjuntamente. La obligación de soñar es algo humano, y tal vez sea el primer estimulo humanístico. Luego están las persuasiones educativas, encaminadas en obtener siempre lo mejor de uno mismo. Y, por último, comprender que la mayor riqueza no la da el dinero, sino esa atmósfera armónica construida por todos, crecida por una nítida voluntad perdurable de un latido hecho poesía y nunca poder.

Columnista
3 septiembre, 2019

Activemos nuestro fondo de humanidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Víctor Corcoba Herrero

Quizás el compromiso de todos los humanos sea humanizarse, llenar la vida con esa esperanza de unidad que a todos nos conviene, por el hecho mismo de avanzar en relación, cooperando cada cual desde su misión, en el espíritu de concordia que es lo que verdaderamente nos hace grandes, abiertos siempre a recomenzar desde esa […]


Quizás el compromiso de todos los humanos sea humanizarse, llenar la vida con esa esperanza de unidad que a todos nos conviene, por el hecho mismo de avanzar en relación, cooperando cada cual desde su misión, en el espíritu de concordia que es lo que verdaderamente nos hace grandes, abiertos siempre a recomenzar desde esa mirada global enriquecedora y batalladora, en busca de horizontes habitables y justos. No cabe la resignación.

Es cierto que atravesamos momentos con muchas dificultades, no en vano el crecimiento de la economía mundial se estima que será del 2,6% en 2019, cuatro décimas por debajo del registrado en 2018, y con una desaceleración mayor en las economías desarrolladas que en aquellas otras en desarrollo.

Pero aún, no negando estas circunstancias de salarios insuficientes y deterioro del empleo, creo que nunca es tarde para fomentar otros estilos de vida más humildes, convencido de que los grandes avances se encuentran en las pequeñas cosas, en los ínfimos detalles que nos hacen ver la necesidad de poner orden y reducir los llamados flujos financieros ilícitos, adoptando políticas coherentes de reparto, que tengan impactos sobre todo en términos de innovación, aprendizaje y empleos de calidad.

Por otra parte, nuestra actitud positiva siempre va a ser fundamental para practicar esa cultura del abrazo, laboriosa en la caridad fraterna y exultante de alegría en cada paso.

No dejemos nuestros deberes como humanidad. Transformarnos, indudablemente, va más allá de ese mero teatro que nos hemos reinventado, nos exige retoñar y activar ánimos entregados a la mística del auxilio. No olvidemos que mientras crece la pobreza extrema en América Latina y trabajar tampoco garantiza unas condiciones dignas de vida, los demás continentes, incluido Europa, tiene que aminorar las desigualdades entre moradores, lo que exige políticas sociales de apoyo frente a tanta precariedad e incertidumbres.

Las agudas tensiones comerciales, las perspectivas de un brexit sin acuerdo, el no proteger a los más vulnerables, la falta de transparencia en los mercados cada vez más irracionales, son algunas de las muchas inhumanidades que nos impiden progresar en conjunto; de ahí, la importancia de que los países tiendan a mancomunar esfuerzos cooperantes que nos humanicen, liberándonos de ese aire mortecino corrupto que nos viene dejando sin fuerza hasta para vivir.

Sea como fuere, no podemos seguir cultivando este estado salvaje. Jamás nos derrotemos con inútiles contiendas. Tampoco practiquemos la pereza. Somos gentes de anhelos, por ser familia unida e indivisible, y yo no puedo desentenderme del pulso de mis semejantes. Todo lo suyo nos afecta a todos. Por tanto, nos merecemos un cambio en nuestra historia de vida. Ha de nacer de la consideración por el otro, por nuestro análogo. A los hechos me remito: 2018 se ha convertido en el año con más niños muertos y heridos en guerras, con más mujeres y mayores abandonados a su suerte; con más jóvenes sin futuro alguno.

En lugar de lanzarnos piedras, acojámonos hasta reír y llorar conjuntamente. La obligación de soñar es algo humano, y tal vez sea el primer estimulo humanístico. Luego están las persuasiones educativas, encaminadas en obtener siempre lo mejor de uno mismo. Y, por último, comprender que la mayor riqueza no la da el dinero, sino esa atmósfera armónica construida por todos, crecida por una nítida voluntad perdurable de un latido hecho poesía y nunca poder.