Me concedió el honor de escribir el prólogo, y quiero compartir con los lectores algunos fragmentos.
‘Gladiadores del folclor’ es el título del último libro del locutor, periodista y escritor William Rosado Rincones (1960 – 2021), que está en proceso de edición. Tuve la fortuna de celebrar las bondades de su amistad y sus logros personales y académicos. Me concedió el honor de escribir el prólogo, y quiero compartir con los lectores algunos fragmentos.
En su nativa Valencia de Jesús, las manos infantiles de William Rosado Rincones aprendieron los secretos de amasar el barro para hacer ladrillos; con la debida precaución de contarlos al final de la jornada, decide marcarlos con una letra para distinguirlos de los otros alfareros. Cada día los marcaba con una letra diferente. Y como se distraía en los sueños de ser periodista y escritor, un compañero lo bautizó ‘El alfarero de las letras’.
Con perseverancia y disciplina de trabajo nos presenta este libro, en donde se describe a un grupo de hombres luchadores en memorables batallas por la defensa de la música vallenata. El primero de los gladiadores es Alberto Fernández Mindiola, su nombre figura en la génesis del canto vallenato y de otros ritmos caribeños. Fue el primero en grabar la canción ‘Te olvidé’, en 1954, que es el himno oficial del carnaval de Barranquilla. En la década del 60 popularizó los cantos de Rafael Escalona con el conjunto de guitarras de Julio Bovea. Vale decir que Valledupar y la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata están en deuda con este artista, y no esperar su muerte para hacerle el merecido homenaje.
Entre los compositores que dan vida a estas páginas, se mencionan: Armado León Quintero, el rapsoda de las montañas de Codazzi, memorable surtidor de anécdotas en las parrandas de Bogotá –década del sesenta–, muy celebrado por amigos cómplices: Víctor Soto, Pablo López y Pedro García. Su canción de mayor éxito, ‘Amor ausente’, grabada por Calixto Ochoa y después por Diomedes Díaz.
Crispín Rodríguez, locutor y compositor de fina melodía y poesía exquisita; su primer éxito fue ‘El bello castillo’, en la voz de Jorge Oñate y el acordeón de Miguel López. Su tema más popular, ‘Bajo el palmar’, lo canta Diomedes Díaz con Colacho Mendoza. Idelfonso Ramírez Bula, autor de ´Rosa jardinera’, grabada por Jorge Oñate con Miguel López. Apenas le grabaron nueve canciones y fueron suficientes para demostrar que el artista vale por la calidad de su obra, no por la cantidad. Gustavo Gutiérrez Cabello, padre de la lírica romántica vallenata, que en Valledupar vive, canta romances de ternura y cabalga en paisajes de arreboles y lunas.
Resalta asimismo compositores que con metáforas de acento vegetal y perfume de río cantaron a la naturaleza, a la vida y al amor: Nicolás Maestre, Juancho Polo Valencia, Luciano Gullo Fragoso y Nicolás Bolaño. De Bolaño es el paseo ‘Como hacer una canción’, grabada por Armando Moscote y Norberto Romero. Una manera didáctica de explicar que, en el artista, el proceso creativo no procede de los afanes, sino que tiene sus momentos y sus razones.
Por José Atuesta Mindiola
Me concedió el honor de escribir el prólogo, y quiero compartir con los lectores algunos fragmentos.
‘Gladiadores del folclor’ es el título del último libro del locutor, periodista y escritor William Rosado Rincones (1960 – 2021), que está en proceso de edición. Tuve la fortuna de celebrar las bondades de su amistad y sus logros personales y académicos. Me concedió el honor de escribir el prólogo, y quiero compartir con los lectores algunos fragmentos.
En su nativa Valencia de Jesús, las manos infantiles de William Rosado Rincones aprendieron los secretos de amasar el barro para hacer ladrillos; con la debida precaución de contarlos al final de la jornada, decide marcarlos con una letra para distinguirlos de los otros alfareros. Cada día los marcaba con una letra diferente. Y como se distraía en los sueños de ser periodista y escritor, un compañero lo bautizó ‘El alfarero de las letras’.
Con perseverancia y disciplina de trabajo nos presenta este libro, en donde se describe a un grupo de hombres luchadores en memorables batallas por la defensa de la música vallenata. El primero de los gladiadores es Alberto Fernández Mindiola, su nombre figura en la génesis del canto vallenato y de otros ritmos caribeños. Fue el primero en grabar la canción ‘Te olvidé’, en 1954, que es el himno oficial del carnaval de Barranquilla. En la década del 60 popularizó los cantos de Rafael Escalona con el conjunto de guitarras de Julio Bovea. Vale decir que Valledupar y la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata están en deuda con este artista, y no esperar su muerte para hacerle el merecido homenaje.
Entre los compositores que dan vida a estas páginas, se mencionan: Armado León Quintero, el rapsoda de las montañas de Codazzi, memorable surtidor de anécdotas en las parrandas de Bogotá –década del sesenta–, muy celebrado por amigos cómplices: Víctor Soto, Pablo López y Pedro García. Su canción de mayor éxito, ‘Amor ausente’, grabada por Calixto Ochoa y después por Diomedes Díaz.
Crispín Rodríguez, locutor y compositor de fina melodía y poesía exquisita; su primer éxito fue ‘El bello castillo’, en la voz de Jorge Oñate y el acordeón de Miguel López. Su tema más popular, ‘Bajo el palmar’, lo canta Diomedes Díaz con Colacho Mendoza. Idelfonso Ramírez Bula, autor de ´Rosa jardinera’, grabada por Jorge Oñate con Miguel López. Apenas le grabaron nueve canciones y fueron suficientes para demostrar que el artista vale por la calidad de su obra, no por la cantidad. Gustavo Gutiérrez Cabello, padre de la lírica romántica vallenata, que en Valledupar vive, canta romances de ternura y cabalga en paisajes de arreboles y lunas.
Resalta asimismo compositores que con metáforas de acento vegetal y perfume de río cantaron a la naturaleza, a la vida y al amor: Nicolás Maestre, Juancho Polo Valencia, Luciano Gullo Fragoso y Nicolás Bolaño. De Bolaño es el paseo ‘Como hacer una canción’, grabada por Armando Moscote y Norberto Romero. Una manera didáctica de explicar que, en el artista, el proceso creativo no procede de los afanes, sino que tiene sus momentos y sus razones.
Por José Atuesta Mindiola