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Columnista - 14 febrero, 2023

Acetaminofén e ibuprofeno

Los que nacieron en 1993 este año cumplen 30 años de vida o muchos ya los cumplieron.

Por estos días no se habla de otra cosa, es un tema que obligatoriamente se debe abordar y por supuesto asumir postura, es decir o se está o no de acuerdo porque en este país no se permite tener posiciones neutras, así nos han enseñado y así nos hemos acostumbrado y el tema no es otro que la reforma a la salud y más concretamente las entidades promotoras de salud (EPS).

Los que nacieron en 1993 este año cumplen 30 años de vida o muchos ya los cumplieron, una gran mayoría estudiaron medicina o alguna de las carreras asociadas a la salud, todos con una característica en común, son hijos del sistema y como no tienen otro referente para comparar pues para ellos el sistema de salud tal y como está concebido no solo es bueno sino que es uno de los mejores del mundo, así les han dicho y así lo han repetido hasta la saciedad las partes interesadas en este asunto, sin embargo no todo es color de rosa, de hecho  es mucho peor.

Esta generación de la que hablo creció viendo como normal que una persona debe hacer filas interminables desde las tres de la madrugada para que le entreguen un ficho para luego con ese ficho hacer otra fila para que le asignen una cita médica, después de todo este calvario recibe un papel y es con este que asistirá a su cita con el médico.

Ahora bien, una vez donde el médico y de acuerdo con los síntomas el profesional ya tiene casi que predeterminado que debe recetar analgésicos o paliativos que disminuyan las dolencias o controlen la fiebre que dicho sea de paso deben ser genéricos, palabreja que de tanto usarla se nos volvió natural sin detenernos a pensar que significa imitación, de corte general, copia del original y cuyo efecto sobre la enfermedad es ninguno.

El acceso a medicina especializada, a drogas de calidad o atención integral están restringidas a los profesionales de la salud a los que les asignan agendas con tiempos ridículos de atención por paciente que a duras penas pueden tener la oportunidad de diagnosticar lo que convierte la profesión en un simple acto de llenado de datos en un ordenador y termina la consulta  con una fórmula donde es impajaritable que el ibuprofeno, el acetaminofén y el diclofenaco deben estar presentes, el motivo, su bajo costo en el mercado de las drogas.

Existen incontables casos de pacientes que fallecieron esperando una autorización, una remisión o un procedimiento médico que por su alto costo la EPS dilata y dilata su viabilidad tal vez con la perversa intención de esperar que el paciente muera para evitar tener que cubrirlo; como estos casos hay cientos de miles, unos más publicitados que otros pero todos con el mismo denominador común, una barrera que evita que el afiliado acceda eficazmente a la atención médica que es al final lo que el paciente requiere y necesita, no papeles, fichos, filas y engorrosos trámites innecesarios y burocráticos que vuelven la enfermedad un doble padecimiento.

El modelo de salud que se pensó con la ley 100/93 tenía una buena intención en su génesis y en su alcance, la primera era la de ofrecer cobertura y movilidad al paciente dentro de todo el sistema, es decir con el carnet podía ser atendido sin restricciones en cualquier centro de atención en salud, lo segundo, especializar las administradoras de cada uno de los integrantes de ese sistema (Instituciones prestadoras de salud IPS, administradoras de riesgos laborales ARL, y otros actores que hacen parte de este bien intencionado pero pervertido monstruo en el que se convirtieron hoy) y quizás el más importante, quitarle el manejo de los recursos de la salud a los alcaldes y gobernadores que utilizaban los hospitales para hacer política pero que al final siguieron haciendo lo mismo pero desde las EPS que montaron aprovechando el desorden.

Pero el sistema que ya venía siendo probado en Europa y otros países de Latinoamérica como Chile, llegó a este país de corruptos y de negociantes sin  escrúpulos y lo contaminaron, desdibujándolo; los ilustres senadores y sus familiares que habían diseñado la ley armaron toda la infraestructura del negocio creando monopolios perversos tanto en el régimen contributivo como en el subsidiado con el único interés de captar los giros que hace el estado a cada administrador por afiliado, recordarán la guerra que se formó entre entidades para captarlos porque por supuesto entre mayor número de afiliados mayor es el giro per cápita lo que no le decían a los afiliados era que no tenían garantizado una red de atención cuando lo requiriera el paciente y fue cuando el sistema no pudo aguantar más corrupción y explotó,  

SaludCoop, Cafesalud y otras 100 entidades del sector salud debieron ser intervenidas y liquidadas por escándalos en el sistema, EPS que les deben miles de millones a clínicas y hospitales, profesionales de la salud que reciben salarios miserables luego de haber invertido años y cientos de millones en sus carreras y familias que hoy lloran a un miembro de su familia porque una EPS negligente negó el acceso a un procedimiento es la constante hoy en un sistema perverso que se deshumanizó al convertirse en un negocio de intermediación financiera.

Irónicamente escribo esta columna desde la camilla de una de las mejores clínicas de Valledupar (La Erasmo) mientras mi EPS “autoriza” mi hospitalización ¿Ven dónde está el problema? 

Por Eloy Gutiérrez Anaya

Columnista
14 febrero, 2023

Acetaminofén e ibuprofeno

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eloy Gutiérrez Anaya

Los que nacieron en 1993 este año cumplen 30 años de vida o muchos ya los cumplieron.


Por estos días no se habla de otra cosa, es un tema que obligatoriamente se debe abordar y por supuesto asumir postura, es decir o se está o no de acuerdo porque en este país no se permite tener posiciones neutras, así nos han enseñado y así nos hemos acostumbrado y el tema no es otro que la reforma a la salud y más concretamente las entidades promotoras de salud (EPS).

Los que nacieron en 1993 este año cumplen 30 años de vida o muchos ya los cumplieron, una gran mayoría estudiaron medicina o alguna de las carreras asociadas a la salud, todos con una característica en común, son hijos del sistema y como no tienen otro referente para comparar pues para ellos el sistema de salud tal y como está concebido no solo es bueno sino que es uno de los mejores del mundo, así les han dicho y así lo han repetido hasta la saciedad las partes interesadas en este asunto, sin embargo no todo es color de rosa, de hecho  es mucho peor.

Esta generación de la que hablo creció viendo como normal que una persona debe hacer filas interminables desde las tres de la madrugada para que le entreguen un ficho para luego con ese ficho hacer otra fila para que le asignen una cita médica, después de todo este calvario recibe un papel y es con este que asistirá a su cita con el médico.

Ahora bien, una vez donde el médico y de acuerdo con los síntomas el profesional ya tiene casi que predeterminado que debe recetar analgésicos o paliativos que disminuyan las dolencias o controlen la fiebre que dicho sea de paso deben ser genéricos, palabreja que de tanto usarla se nos volvió natural sin detenernos a pensar que significa imitación, de corte general, copia del original y cuyo efecto sobre la enfermedad es ninguno.

El acceso a medicina especializada, a drogas de calidad o atención integral están restringidas a los profesionales de la salud a los que les asignan agendas con tiempos ridículos de atención por paciente que a duras penas pueden tener la oportunidad de diagnosticar lo que convierte la profesión en un simple acto de llenado de datos en un ordenador y termina la consulta  con una fórmula donde es impajaritable que el ibuprofeno, el acetaminofén y el diclofenaco deben estar presentes, el motivo, su bajo costo en el mercado de las drogas.

Existen incontables casos de pacientes que fallecieron esperando una autorización, una remisión o un procedimiento médico que por su alto costo la EPS dilata y dilata su viabilidad tal vez con la perversa intención de esperar que el paciente muera para evitar tener que cubrirlo; como estos casos hay cientos de miles, unos más publicitados que otros pero todos con el mismo denominador común, una barrera que evita que el afiliado acceda eficazmente a la atención médica que es al final lo que el paciente requiere y necesita, no papeles, fichos, filas y engorrosos trámites innecesarios y burocráticos que vuelven la enfermedad un doble padecimiento.

El modelo de salud que se pensó con la ley 100/93 tenía una buena intención en su génesis y en su alcance, la primera era la de ofrecer cobertura y movilidad al paciente dentro de todo el sistema, es decir con el carnet podía ser atendido sin restricciones en cualquier centro de atención en salud, lo segundo, especializar las administradoras de cada uno de los integrantes de ese sistema (Instituciones prestadoras de salud IPS, administradoras de riesgos laborales ARL, y otros actores que hacen parte de este bien intencionado pero pervertido monstruo en el que se convirtieron hoy) y quizás el más importante, quitarle el manejo de los recursos de la salud a los alcaldes y gobernadores que utilizaban los hospitales para hacer política pero que al final siguieron haciendo lo mismo pero desde las EPS que montaron aprovechando el desorden.

Pero el sistema que ya venía siendo probado en Europa y otros países de Latinoamérica como Chile, llegó a este país de corruptos y de negociantes sin  escrúpulos y lo contaminaron, desdibujándolo; los ilustres senadores y sus familiares que habían diseñado la ley armaron toda la infraestructura del negocio creando monopolios perversos tanto en el régimen contributivo como en el subsidiado con el único interés de captar los giros que hace el estado a cada administrador por afiliado, recordarán la guerra que se formó entre entidades para captarlos porque por supuesto entre mayor número de afiliados mayor es el giro per cápita lo que no le decían a los afiliados era que no tenían garantizado una red de atención cuando lo requiriera el paciente y fue cuando el sistema no pudo aguantar más corrupción y explotó,  

SaludCoop, Cafesalud y otras 100 entidades del sector salud debieron ser intervenidas y liquidadas por escándalos en el sistema, EPS que les deben miles de millones a clínicas y hospitales, profesionales de la salud que reciben salarios miserables luego de haber invertido años y cientos de millones en sus carreras y familias que hoy lloran a un miembro de su familia porque una EPS negligente negó el acceso a un procedimiento es la constante hoy en un sistema perverso que se deshumanizó al convertirse en un negocio de intermediación financiera.

Irónicamente escribo esta columna desde la camilla de una de las mejores clínicas de Valledupar (La Erasmo) mientras mi EPS “autoriza” mi hospitalización ¿Ven dónde está el problema? 

Por Eloy Gutiérrez Anaya