Abril es la entrada triunfal de la primavera, aunque según el canto del maestro Leandro Díaz entra el 22 de marzo, pero es en abril cuando llegan las lluvias a calmar la sed de la tierra y de los ríos, y las plantas muestran la plenitud de sus colores; por eso hay más rosas y […]
Abril es la entrada triunfal de la primavera, aunque según el canto del maestro Leandro Díaz entra el 22 de marzo, pero es en abril cuando llegan las lluvias a calmar la sed de la tierra y de los ríos, y las plantas muestran la plenitud de sus colores; por eso hay más rosas y más aromas de fiestas, y el nombre de Valledupar hasta en la aire se siente porque el ambiente de festival ilumina el cielo de los vallenatos.
En Valledupar hay más luz en los corazones que se abren de ensoñación con las notas de los acordeones de niños, jóvenes y adultos que avizoran la ilusión de ser coronado rey vallenato. Las calles se adornan con la presencia de mujeres bellas que bailan con sus cimbreos de caderas la tradición ancestral de pilar y ventear el maíz. Los tambores, flautas y acordeones acompañan los ensayos de grupos de piloneras y los patios de las casas viejas y los andenes exhalan el sabor de los árboles de mangos.
En abril el sentimiento vallenato es desbordante. La alegría por el festival se siente como perfume en el viento, recordando el verso de una canción vallenata. Las esquinas, los parques, los restaurantes o cualquier otro lugar sirven de tertulia para hablar de los juglares vallenatos, los viejos compositores y las hermosas melodías que permanecen en la memoria del tiempo. Abril es el mes de fiesta, y la gente se contagia de alegría porque la música es una flexible red que aprisiona los recuerdos, surge entonces el sentir siamésico de agradar y ser agradado, de atender y ser atendido. Y por eso el verso:
A quien se le canta aquí,
a quien se le dan las gracias,
a los que vienen de afuera
o a los dueños de la casa.
El culto a la amistad es uno de los patrimonios más reconocidos de mujeres y hombres vallenatos. Valledupar es una ciudad sin murallas y de puertas abiertas. Es un paraíso de lealtad, aquí vibra la calidez del abrazo sincero, las atenciones sobran para que nadie se sienta forastero. Es una tierra de magia y encanto que enamora y quien viene buscando amores con amor aquí se queda.
En abril las noches y los días son más cortos, las horas fluyen en el espiral sonoro de un acordeón, en las cuerdas de guitarras y en los versos que evocan la nostalgia de tiempos idos, la sonrisa de la mujer amada, la sombra del árbol donde se mece un sombrero o el tiempo en sus amoríos que repite el nombre como la noche en el río.
Abril será siempre abril, por la gente que ama y canta al ritmo de los acordeones. Este año son dobles los motivos que tienen los amantes del Festival. Primero la razón de todos los años, los concursos, el foro, los reencuentros de amigos y las parrandas. Segundo, el homenaje al ídolo más grande la historia del canto vallenato, Diomedes Dionisio Díaz Maestre.
Complemento a la fiesta de los acordeones, los católicos practicantes de la liturgia se aprestan a vivir la tradición del santo Ecce Homo y después la veneración a la Virgen del Rosario.
Abril es la entrada triunfal de la primavera, aunque según el canto del maestro Leandro Díaz entra el 22 de marzo, pero es en abril cuando llegan las lluvias a calmar la sed de la tierra y de los ríos, y las plantas muestran la plenitud de sus colores; por eso hay más rosas y […]
Abril es la entrada triunfal de la primavera, aunque según el canto del maestro Leandro Díaz entra el 22 de marzo, pero es en abril cuando llegan las lluvias a calmar la sed de la tierra y de los ríos, y las plantas muestran la plenitud de sus colores; por eso hay más rosas y más aromas de fiestas, y el nombre de Valledupar hasta en la aire se siente porque el ambiente de festival ilumina el cielo de los vallenatos.
En Valledupar hay más luz en los corazones que se abren de ensoñación con las notas de los acordeones de niños, jóvenes y adultos que avizoran la ilusión de ser coronado rey vallenato. Las calles se adornan con la presencia de mujeres bellas que bailan con sus cimbreos de caderas la tradición ancestral de pilar y ventear el maíz. Los tambores, flautas y acordeones acompañan los ensayos de grupos de piloneras y los patios de las casas viejas y los andenes exhalan el sabor de los árboles de mangos.
En abril el sentimiento vallenato es desbordante. La alegría por el festival se siente como perfume en el viento, recordando el verso de una canción vallenata. Las esquinas, los parques, los restaurantes o cualquier otro lugar sirven de tertulia para hablar de los juglares vallenatos, los viejos compositores y las hermosas melodías que permanecen en la memoria del tiempo. Abril es el mes de fiesta, y la gente se contagia de alegría porque la música es una flexible red que aprisiona los recuerdos, surge entonces el sentir siamésico de agradar y ser agradado, de atender y ser atendido. Y por eso el verso:
A quien se le canta aquí,
a quien se le dan las gracias,
a los que vienen de afuera
o a los dueños de la casa.
El culto a la amistad es uno de los patrimonios más reconocidos de mujeres y hombres vallenatos. Valledupar es una ciudad sin murallas y de puertas abiertas. Es un paraíso de lealtad, aquí vibra la calidez del abrazo sincero, las atenciones sobran para que nadie se sienta forastero. Es una tierra de magia y encanto que enamora y quien viene buscando amores con amor aquí se queda.
En abril las noches y los días son más cortos, las horas fluyen en el espiral sonoro de un acordeón, en las cuerdas de guitarras y en los versos que evocan la nostalgia de tiempos idos, la sonrisa de la mujer amada, la sombra del árbol donde se mece un sombrero o el tiempo en sus amoríos que repite el nombre como la noche en el río.
Abril será siempre abril, por la gente que ama y canta al ritmo de los acordeones. Este año son dobles los motivos que tienen los amantes del Festival. Primero la razón de todos los años, los concursos, el foro, los reencuentros de amigos y las parrandas. Segundo, el homenaje al ídolo más grande la historia del canto vallenato, Diomedes Dionisio Díaz Maestre.
Complemento a la fiesta de los acordeones, los católicos practicantes de la liturgia se aprestan a vivir la tradición del santo Ecce Homo y después la veneración a la Virgen del Rosario.