Hace dos semanas conmovió la historia de la niña que necesitaba una córnea urgente para poder ver. Lo último que supe fue que la había encontrado y que los especialistas daban esperanza de que pudiera ver.
Por Mary Daza Orozco
Hace dos semanas conmovió la historia de la niña que necesitaba una córnea urgente para poder ver. Lo último que supe fue que la había encontrado y que los especialistas daban esperanza de que pudiera ver. Le deseo toda la suerte y que al lograr la visión pueda ver un mundo en calma, que a medida que crezca vaya apreciando lo bonito que puede quedar por ahí rezagado en este universo maltratado por habitantes demenciales.
Me inquietaron las cifras pírricas que daban sobre la donación de órganos y de pronto uno de esos pensamientos alocados, contagiados quizás de la demencia mundial, me llevó a la idea de que en un país en el que mueren tantos jóvenes por causa de la violencia o del conflicto, como quieran llamarlo, se tenga que sufrir tanto por un riñón, un hígado, en fin, por lo que se pueda donar.
Sé que hay normas, respetar la decisión del fallecido, si manifestó que quería ser donador que la familia cumpla el deseo y obvie todos esos protocolos que se exigen. No sé si será absurdo lo que se me ocurre, o contra la ley: por ejemplo preguntarle a los soldados, héroes de la patria, que van a combate si se suman a la lista de donantes, porque algunos, muchos pueden morir. Hacer una campaña fuerte para concienciar a la gente de que es un acto de generosidad inmenso servir después de la muerte, recomiendo una película súper dramática ‘Siete Almas’ (Gabriel Muccino), protagonizada por Will Smith, dona en vida y cuando se necesita un corazón se suicida para que sirva a quien lo necesita con suma urgencia.
No hay que llegar a extremos tan de Hollywood, pero si pensar en el bien que se puede hacer, aquí muere mucha gente por la violencia, porque deciden no vivir más, porque son víctimas de los conductores borrachos, por tantos motivos, se debía orientar la campaña de hacer un testamento (palabra mal etiquetada solo para los viejos), en el que se estipule que los órganos que sirvan sean utilizados.
Sé que este tema no es para tratar a la ligera, pero existe la inquietud de ¿qué se puede hacer? Aunque conocí un caso de un joven de nuestra región que pidió que cuando muriera donaran su órganos, murió en un accidente y los familiares se cansaron de llamar a Bogotá a no sé qué entidad encargada y nunca apareció.
La niña de que hablé al principio contó con suerte, si se puede decir eso, pero se necesita más generosidad porque muchos como ella se quedan para siempre a tientas por la vida, domando sombras por el mundo.
Hace dos semanas conmovió la historia de la niña que necesitaba una córnea urgente para poder ver. Lo último que supe fue que la había encontrado y que los especialistas daban esperanza de que pudiera ver.
Por Mary Daza Orozco
Hace dos semanas conmovió la historia de la niña que necesitaba una córnea urgente para poder ver. Lo último que supe fue que la había encontrado y que los especialistas daban esperanza de que pudiera ver. Le deseo toda la suerte y que al lograr la visión pueda ver un mundo en calma, que a medida que crezca vaya apreciando lo bonito que puede quedar por ahí rezagado en este universo maltratado por habitantes demenciales.
Me inquietaron las cifras pírricas que daban sobre la donación de órganos y de pronto uno de esos pensamientos alocados, contagiados quizás de la demencia mundial, me llevó a la idea de que en un país en el que mueren tantos jóvenes por causa de la violencia o del conflicto, como quieran llamarlo, se tenga que sufrir tanto por un riñón, un hígado, en fin, por lo que se pueda donar.
Sé que hay normas, respetar la decisión del fallecido, si manifestó que quería ser donador que la familia cumpla el deseo y obvie todos esos protocolos que se exigen. No sé si será absurdo lo que se me ocurre, o contra la ley: por ejemplo preguntarle a los soldados, héroes de la patria, que van a combate si se suman a la lista de donantes, porque algunos, muchos pueden morir. Hacer una campaña fuerte para concienciar a la gente de que es un acto de generosidad inmenso servir después de la muerte, recomiendo una película súper dramática ‘Siete Almas’ (Gabriel Muccino), protagonizada por Will Smith, dona en vida y cuando se necesita un corazón se suicida para que sirva a quien lo necesita con suma urgencia.
No hay que llegar a extremos tan de Hollywood, pero si pensar en el bien que se puede hacer, aquí muere mucha gente por la violencia, porque deciden no vivir más, porque son víctimas de los conductores borrachos, por tantos motivos, se debía orientar la campaña de hacer un testamento (palabra mal etiquetada solo para los viejos), en el que se estipule que los órganos que sirvan sean utilizados.
Sé que este tema no es para tratar a la ligera, pero existe la inquietud de ¿qué se puede hacer? Aunque conocí un caso de un joven de nuestra región que pidió que cuando muriera donaran su órganos, murió en un accidente y los familiares se cansaron de llamar a Bogotá a no sé qué entidad encargada y nunca apareció.
La niña de que hablé al principio contó con suerte, si se puede decir eso, pero se necesita más generosidad porque muchos como ella se quedan para siempre a tientas por la vida, domando sombras por el mundo.