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Columnista - 21 diciembre, 2020

¿A quiénes estamos dejando atrás?

Es la pregunta que yo me haría, como resultado de la invitación implícita a la reflexión que se advierte en la introducción del estudio de Cesore ‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’, liderado por el doctor Fernando Herrera Araujo, a quien profeso toda mi admiración y respeto. Lo asimilo a […]

Es la pregunta que yo me haría, como resultado de la invitación implícita a la reflexión que se advierte en la introducción del estudio de Cesore ‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’, liderado por el doctor Fernando Herrera Araujo, a quien profeso toda mi admiración y respeto. Lo asimilo a un estudio actualizado de consulta para la toma de decisiones en la solución a los problemas estructurales que nos impiden encontrar el camino en la búsqueda del desarrollo. Es la preocupación recurrente del análisis sobre el qué hacer sin encontrar el cómo hacerlo.

El diario EL PILÓN resalta la introducción del estudio titulando ‘¿Quiénes se están quedando atrás en el Cesar?’, refiriéndose a los grupos afectados por las barreras identificadas en la ONU, como son la geográfica (ruralidad dispersa con NBI), los desastres naturales (en los que no se tiene manejo), la discriminación social (representada en las desigualdades socioeconómicas), la calidad de la gobernanza (inversión pública innecesaria) y la corrupción (bien llamada desenfrenada y extendida).

A excepción de la “barrera” desastres naturales, todas las demás tienen, en su manejo, una responsabilidad directa tanto de nuestra dirigencia como de la llamada sociedad civil. Dependen de una voluntad política de desarrollo humano, que no ha existido en nuestro medio. Recordemos que el desarrollo no es espontáneo, es inducido, y que resulta del cómo se manejan estas “barreras” en función del mejoramiento del nivel de vida de nuestros connacionales, quienes no tienen la culpa de “quedarse atrás”, epíteto que no le cabe a su esfuerzo de superación, el cual es evidente en la población que menos tiene y que sufre más.

Somos nosotros, el Estado y la sociedad civil, por acción y por omisión, quienes los estamos dejando atrás. Es el resultado de la individualidad emergente que no tiene reparos en impulsarse poniéndole el pie en los hombros a su prójimo. Soy un convencido de que, aunque parezca una utopía, la riqueza no debe ser vista como un objetivo, se debe prever como una consecuencia de nuestras actitudes en favor de la comunidad, bajo el principio del yo colectivo, el cual se revierte en beneficio propio. Una miradita al “milagro japonés” nos dará una visión más clara de lo que se quiere expresar.

Una “barrera” que hay que resaltar es la de la corrupción. Permanentemente hacemos referencia a la delincuencia de “cuello blanco” como el mayor de los males que nos aquejan para lograr un manejo pulcro del erario público. Ante la realidad del “Zar anticorrupción” corrupto, seguimos sin resolver esta amoral contratocracia público privada, aceptando “las debidas proporciones de la corrupción”, en palabras de Turbay Ayala. ¿Será que los grupos afectados que no pueden incorporarse al crecimiento y desarrollo social, según la ONU, se están quedando atrás? o ¿Será que somos nosotros los que los estamos dejando atrás?

El estudio es un valioso aporte actualizado para la reflexión en la toma de decisiones, siempre que nuestra dirigencia lo consulte, ya que la experiencia nos recuerda la cantidad de estudios y diagnósticos que se están empolvando en los anaqueles públicos y privados. Recuerdo la pela que se dio el doctor Fernando Herrera en el PNUD, hace siete años, para lograr el 70 % de la financiación del estudio ‘Línea Base del Clúster de la Cultura y la Música Vallenata’, para todo el departamento del Cesar, cofinanciado en el 30 % restante por la UPC, en un esfuerzo que realizamos sin tener acogida para el fortalecimiento de las decisiones presupuestales de inversión para la cultura, que en definición de la UNESCO: “La cultura puede considerarse como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. El subrayado es mío.

Ojalá que este estudio logre la toma de conciencia de la importancia que tiene el pasar del “qué hacer” al “cómo hacerlo”, que es en donde siempre hemos estado patinando. Es decir, una vez teniendo el conocimiento, encontrar la fórmula para aplicarlo.

Columnista
21 diciembre, 2020

¿A quiénes estamos dejando atrás?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Llanos Diazgranados

Es la pregunta que yo me haría, como resultado de la invitación implícita a la reflexión que se advierte en la introducción del estudio de Cesore ‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’, liderado por el doctor Fernando Herrera Araujo, a quien profeso toda mi admiración y respeto. Lo asimilo a […]


Es la pregunta que yo me haría, como resultado de la invitación implícita a la reflexión que se advierte en la introducción del estudio de Cesore ‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’, liderado por el doctor Fernando Herrera Araujo, a quien profeso toda mi admiración y respeto. Lo asimilo a un estudio actualizado de consulta para la toma de decisiones en la solución a los problemas estructurales que nos impiden encontrar el camino en la búsqueda del desarrollo. Es la preocupación recurrente del análisis sobre el qué hacer sin encontrar el cómo hacerlo.

El diario EL PILÓN resalta la introducción del estudio titulando ‘¿Quiénes se están quedando atrás en el Cesar?’, refiriéndose a los grupos afectados por las barreras identificadas en la ONU, como son la geográfica (ruralidad dispersa con NBI), los desastres naturales (en los que no se tiene manejo), la discriminación social (representada en las desigualdades socioeconómicas), la calidad de la gobernanza (inversión pública innecesaria) y la corrupción (bien llamada desenfrenada y extendida).

A excepción de la “barrera” desastres naturales, todas las demás tienen, en su manejo, una responsabilidad directa tanto de nuestra dirigencia como de la llamada sociedad civil. Dependen de una voluntad política de desarrollo humano, que no ha existido en nuestro medio. Recordemos que el desarrollo no es espontáneo, es inducido, y que resulta del cómo se manejan estas “barreras” en función del mejoramiento del nivel de vida de nuestros connacionales, quienes no tienen la culpa de “quedarse atrás”, epíteto que no le cabe a su esfuerzo de superación, el cual es evidente en la población que menos tiene y que sufre más.

Somos nosotros, el Estado y la sociedad civil, por acción y por omisión, quienes los estamos dejando atrás. Es el resultado de la individualidad emergente que no tiene reparos en impulsarse poniéndole el pie en los hombros a su prójimo. Soy un convencido de que, aunque parezca una utopía, la riqueza no debe ser vista como un objetivo, se debe prever como una consecuencia de nuestras actitudes en favor de la comunidad, bajo el principio del yo colectivo, el cual se revierte en beneficio propio. Una miradita al “milagro japonés” nos dará una visión más clara de lo que se quiere expresar.

Una “barrera” que hay que resaltar es la de la corrupción. Permanentemente hacemos referencia a la delincuencia de “cuello blanco” como el mayor de los males que nos aquejan para lograr un manejo pulcro del erario público. Ante la realidad del “Zar anticorrupción” corrupto, seguimos sin resolver esta amoral contratocracia público privada, aceptando “las debidas proporciones de la corrupción”, en palabras de Turbay Ayala. ¿Será que los grupos afectados que no pueden incorporarse al crecimiento y desarrollo social, según la ONU, se están quedando atrás? o ¿Será que somos nosotros los que los estamos dejando atrás?

El estudio es un valioso aporte actualizado para la reflexión en la toma de decisiones, siempre que nuestra dirigencia lo consulte, ya que la experiencia nos recuerda la cantidad de estudios y diagnósticos que se están empolvando en los anaqueles públicos y privados. Recuerdo la pela que se dio el doctor Fernando Herrera en el PNUD, hace siete años, para lograr el 70 % de la financiación del estudio ‘Línea Base del Clúster de la Cultura y la Música Vallenata’, para todo el departamento del Cesar, cofinanciado en el 30 % restante por la UPC, en un esfuerzo que realizamos sin tener acogida para el fortalecimiento de las decisiones presupuestales de inversión para la cultura, que en definición de la UNESCO: “La cultura puede considerarse como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. El subrayado es mío.

Ojalá que este estudio logre la toma de conciencia de la importancia que tiene el pasar del “qué hacer” al “cómo hacerlo”, que es en donde siempre hemos estado patinando. Es decir, una vez teniendo el conocimiento, encontrar la fórmula para aplicarlo.