El país aún no termina de digerir una serie de noticias generadas por las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mientras por un lado anuncia que liberará a un grupo de diez personas, entre soldados y policías, que llevan años secuestradas, dice que no persistirá en el secuestro por motivos económicos. No obstante, advierten […]
El país aún no termina de digerir una serie de noticias generadas por las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mientras por un lado anuncia que liberará a un grupo de diez personas, entre soldados y policías, que llevan años secuestradas, dice que no persistirá en el secuestro por motivos económicos.
No obstante, advierten las FARC que está vigente el secuestro de integrantes de la fuerza pública e insiste en los ataques a poblaciones apartadas en diversas zonas, principalmente del sur del país.
La posición de las FARC puede tener varias interpretaciones. De una parte, es probable que esté jugando a una estrategia de zanahoria y garrote, de un lado habla de paz pero por el otro intensifica las acciones de guerra. O su deterioro ha llegado a tal extremo que ya no tiene un mando articulado sobre sus tropas y mientras el secretariado está enviando unos mensajes, algunos frentes están haciendo de las suyas de manera aislada. Esto sería muy grave…
En el primer caso sería una actitud cínica, pero ya al país está acostumbrado, desafortunadamente, a este tipo de tácticas. Sin embargo, es coherente con el pensamiento de esa organización que considera que cualquier cosa es válida en esta guerra sin sentido.
No obstante, sería más grave el segundo escenario, que el secretariado de las FARC, en cabeza de alias Timochenco, no tenga el control absoluto sobre todos sus frentes y cuadrillas y así, mientras unos le apuestan a buscar una solución política, otros, reiteramos, están persistiendo en acciones de guerra para mejorar sus posiciones frente al Estado, que alcanzó a arrinconarlas –prácticamente-, con la Política de Seguridad Democrática.
Para el país es una buena noticia el anuncio de la liberación de ese grupo de diez personas, entre policías y soldados; es un paso necesario en el camino de la sindéresis política que requiere esa organización. Pero le quedan debiendo a Colombia la liberación de varios civiles aún secuestrados, y olvidados por el Estado y la sociedad colombiana, sólo recordado por sus familiares. El secuestro es un hecho abominable sea quien sea la víctima y esa es la premisa que deben analizar hoy las FARC.
No obstante lo anterior, sería bueno que esa organización precisara bien cuáles son los mensajes que le quieren enviar a la sociedad colombiana y al mundo, en la actual coyuntura. En fin, a qué juegan ¿ a la paz o a la guerra?. Cada día crece la desconfianza frente a una organización a la cual se le pasó el cuarto de hora, desde el punto de vista político e histórico.
Esperamos que la FARC cumpla lo anunciado. Insistimos, sin tanto espectáculo, se debe dar la liberación de ese grupo de secuestrados. También bienvenido el desmonte de la famosa ley 002, que legitimaba la extorsión y el secuestro.
Pero, independientemente del juego de las FARC, el proceder del estado colombiano tiene que ser el de la legitimidad: persistir en la lucha sin cuartel contra esa organización, pero ya no con la sola acción del Ejército y la Policía Nacional, sino con las organizaciones del Estado encargadas de la política social. Además de la fuerza pública, al tema hay que meterle apoyo al campesino, servicios de salud y educación, entre otras, a las zonas conocidas por la vieja influencia de las FARC de hace varios años. No se trata de hacerle o no el juego a las FARC, sino de persistir en las políticas de Estado que deben deslegitimar la lucha armada y el terrorismo. Y esa son las políticas que debe apoyar la sociedad civil sin ambigüedades.
El país aún no termina de digerir una serie de noticias generadas por las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mientras por un lado anuncia que liberará a un grupo de diez personas, entre soldados y policías, que llevan años secuestradas, dice que no persistirá en el secuestro por motivos económicos. No obstante, advierten […]
El país aún no termina de digerir una serie de noticias generadas por las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mientras por un lado anuncia que liberará a un grupo de diez personas, entre soldados y policías, que llevan años secuestradas, dice que no persistirá en el secuestro por motivos económicos.
No obstante, advierten las FARC que está vigente el secuestro de integrantes de la fuerza pública e insiste en los ataques a poblaciones apartadas en diversas zonas, principalmente del sur del país.
La posición de las FARC puede tener varias interpretaciones. De una parte, es probable que esté jugando a una estrategia de zanahoria y garrote, de un lado habla de paz pero por el otro intensifica las acciones de guerra. O su deterioro ha llegado a tal extremo que ya no tiene un mando articulado sobre sus tropas y mientras el secretariado está enviando unos mensajes, algunos frentes están haciendo de las suyas de manera aislada. Esto sería muy grave…
En el primer caso sería una actitud cínica, pero ya al país está acostumbrado, desafortunadamente, a este tipo de tácticas. Sin embargo, es coherente con el pensamiento de esa organización que considera que cualquier cosa es válida en esta guerra sin sentido.
No obstante, sería más grave el segundo escenario, que el secretariado de las FARC, en cabeza de alias Timochenco, no tenga el control absoluto sobre todos sus frentes y cuadrillas y así, mientras unos le apuestan a buscar una solución política, otros, reiteramos, están persistiendo en acciones de guerra para mejorar sus posiciones frente al Estado, que alcanzó a arrinconarlas –prácticamente-, con la Política de Seguridad Democrática.
Para el país es una buena noticia el anuncio de la liberación de ese grupo de diez personas, entre policías y soldados; es un paso necesario en el camino de la sindéresis política que requiere esa organización. Pero le quedan debiendo a Colombia la liberación de varios civiles aún secuestrados, y olvidados por el Estado y la sociedad colombiana, sólo recordado por sus familiares. El secuestro es un hecho abominable sea quien sea la víctima y esa es la premisa que deben analizar hoy las FARC.
No obstante lo anterior, sería bueno que esa organización precisara bien cuáles son los mensajes que le quieren enviar a la sociedad colombiana y al mundo, en la actual coyuntura. En fin, a qué juegan ¿ a la paz o a la guerra?. Cada día crece la desconfianza frente a una organización a la cual se le pasó el cuarto de hora, desde el punto de vista político e histórico.
Esperamos que la FARC cumpla lo anunciado. Insistimos, sin tanto espectáculo, se debe dar la liberación de ese grupo de secuestrados. También bienvenido el desmonte de la famosa ley 002, que legitimaba la extorsión y el secuestro.
Pero, independientemente del juego de las FARC, el proceder del estado colombiano tiene que ser el de la legitimidad: persistir en la lucha sin cuartel contra esa organización, pero ya no con la sola acción del Ejército y la Policía Nacional, sino con las organizaciones del Estado encargadas de la política social. Además de la fuerza pública, al tema hay que meterle apoyo al campesino, servicios de salud y educación, entre otras, a las zonas conocidas por la vieja influencia de las FARC de hace varios años. No se trata de hacerle o no el juego a las FARC, sino de persistir en las políticas de Estado que deben deslegitimar la lucha armada y el terrorismo. Y esa son las políticas que debe apoyar la sociedad civil sin ambigüedades.