Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 11 julio, 2013

¡A provocar la cultura ciudadana!

La semana pasada, una editorial de EL PILÓN titulaba “¿Dónde quedó la cultura ciudadana?”. Allí, se hacían unos cuestionamientos al deterioro que en esta materia hemos tenido en Valledupar.

Por Hernán Araujo Ariza
 
La semana pasada, una editorial de EL PILÓN titulaba “¿Dónde quedó la cultura ciudadana?”. Allí, se hacían unos cuestionamientos al deterioro que en esta materia hemos tenido en Valledupar.
 
Instaba el escrito en mención, a revisar cómo iban las metas -de los planes de desarrollo, tanto municipal como departamental- relacionadas con el tema. Pues bien, en lo municipal sólo hay una meta, que está asignada a Secretaría de Gobierno, y es clara: “Diseñar e implementar un (1) Programa de Cultura Ciudadana con enfoque diferencial de manera conjunta con la Secretaría de Educación y Cultura, y la Secretaría de Tránsito y Transporte”.
 
A corte de abril de este año -con la medición realizada en el Concejo Municipal- el avance de esta meta estaba en 0%. Lo curioso de este caso, es que la razón para que no haya habido ningún avance; es simplemente porque no se han puesto de acuerdo las dependencias, para sentarse a trabajar juntos. No ha operado entonces la sinergia que debe haber entre las distintas secretarías de una misma administración.
 
Lo que más preocupa, es que mientras se ponen de acuerdo para sacar adelante esta meta; en el día a día de la ciudad, se va desvaneciendo lo poco que se había conseguido con campañas anteriores. Por eso consideramos urgente empezar a trabajar en al menos tres comportamientos puntuales:
  1.  El respeto por las cebras. Un buen comienzo sería pintarlas, pues en muchas intersecciones semafóricas no existen. El siguiente paso, invitar a motociclistas y conductores de vehículos a que usen la lógica y se percaten, que respetando la cebra –además de dejar espacio para los peatones- tendrán un mejor ángulo de visión para ver cuando la luz del semáforo cambie; al menos más cómodo que intentar verla desde abajo. Y por último, convencer a los peatones de la seguridad de caminar hasta la esquina y cruzar por la cebra, y no a mitad de cuadra, aunque sea más cerca.
  2. La indiferencia de los conductores al parar en cualquier esquina, para recoger o dejar a alguien, o para comprar algo. Es importante sensibilizar sobre el respeto al tiempo y el espacio de circulación de los demás, pues esta mala costumbre agrava el problema de movilidad que vive la ciudad. En Barranquilla por ejemplo, me dicen que hay una campaña dirigida a taxistas, denominada 15-15. El objetivo es convencerlos que es posible mejorar la movilidad si todos se detienen para recoger o dejar pasajeros, a 15 centímetros del andén y sólo por 15 segundos.
  3. Y por último, el hábito de tirar a la calle: la bolsa, el empaque o la cáscara de lo que acaban de consumir. Lo ‘mejor’ es que cuando alguien intenta corregir, salen a la luz toda suerte de respuestas: que no hay canecas, que para eso barren, y otras más que rayan en la intolerancia. Lo aberrante es el arraigo que parece tener este hábito en algunos; pues sorprende la naturalidad casi automática con que se deshacen en la calle de lo que les sobra. Maneras de atacar esta problemática hay muchas, es cuestión de sentarse a pensar.

Columnista
11 julio, 2013

¡A provocar la cultura ciudadana!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Araujo Ariza

La semana pasada, una editorial de EL PILÓN titulaba “¿Dónde quedó la cultura ciudadana?”. Allí, se hacían unos cuestionamientos al deterioro que en esta materia hemos tenido en Valledupar.


Por Hernán Araujo Ariza
 
La semana pasada, una editorial de EL PILÓN titulaba “¿Dónde quedó la cultura ciudadana?”. Allí, se hacían unos cuestionamientos al deterioro que en esta materia hemos tenido en Valledupar.
 
Instaba el escrito en mención, a revisar cómo iban las metas -de los planes de desarrollo, tanto municipal como departamental- relacionadas con el tema. Pues bien, en lo municipal sólo hay una meta, que está asignada a Secretaría de Gobierno, y es clara: “Diseñar e implementar un (1) Programa de Cultura Ciudadana con enfoque diferencial de manera conjunta con la Secretaría de Educación y Cultura, y la Secretaría de Tránsito y Transporte”.
 
A corte de abril de este año -con la medición realizada en el Concejo Municipal- el avance de esta meta estaba en 0%. Lo curioso de este caso, es que la razón para que no haya habido ningún avance; es simplemente porque no se han puesto de acuerdo las dependencias, para sentarse a trabajar juntos. No ha operado entonces la sinergia que debe haber entre las distintas secretarías de una misma administración.
 
Lo que más preocupa, es que mientras se ponen de acuerdo para sacar adelante esta meta; en el día a día de la ciudad, se va desvaneciendo lo poco que se había conseguido con campañas anteriores. Por eso consideramos urgente empezar a trabajar en al menos tres comportamientos puntuales:
  1.  El respeto por las cebras. Un buen comienzo sería pintarlas, pues en muchas intersecciones semafóricas no existen. El siguiente paso, invitar a motociclistas y conductores de vehículos a que usen la lógica y se percaten, que respetando la cebra –además de dejar espacio para los peatones- tendrán un mejor ángulo de visión para ver cuando la luz del semáforo cambie; al menos más cómodo que intentar verla desde abajo. Y por último, convencer a los peatones de la seguridad de caminar hasta la esquina y cruzar por la cebra, y no a mitad de cuadra, aunque sea más cerca.
  2. La indiferencia de los conductores al parar en cualquier esquina, para recoger o dejar a alguien, o para comprar algo. Es importante sensibilizar sobre el respeto al tiempo y el espacio de circulación de los demás, pues esta mala costumbre agrava el problema de movilidad que vive la ciudad. En Barranquilla por ejemplo, me dicen que hay una campaña dirigida a taxistas, denominada 15-15. El objetivo es convencerlos que es posible mejorar la movilidad si todos se detienen para recoger o dejar pasajeros, a 15 centímetros del andén y sólo por 15 segundos.
  3. Y por último, el hábito de tirar a la calle: la bolsa, el empaque o la cáscara de lo que acaban de consumir. Lo ‘mejor’ es que cuando alguien intenta corregir, salen a la luz toda suerte de respuestas: que no hay canecas, que para eso barren, y otras más que rayan en la intolerancia. Lo aberrante es el arraigo que parece tener este hábito en algunos; pues sorprende la naturalidad casi automática con que se deshacen en la calle de lo que les sobra. Maneras de atacar esta problemática hay muchas, es cuestión de sentarse a pensar.