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Columnista - 27 octubre, 2021

A los políticos no les interesa cuántos ciudadanos votan

A cada rato escuchamos y leemos por los medios masivos de comunicación que Colombia es un país democrático, que la democracia colombiana es una de las más sólidas de América Latina, aludiendo con ello el tema de los partidos que conforman las distintas instituciones.     Hace unos años, ocurrió en Hong Kong un fenómeno social, consistente […]

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A cada rato escuchamos y leemos por los medios masivos de comunicación que Colombia es un país democrático, que la democracia colombiana es una de las más sólidas de América Latina, aludiendo con ello el tema de los partidos que conforman las distintas instituciones. 

   Hace unos años, ocurrió en Hong Kong un fenómeno social, consistente en la ‘rebelión de los ciudadanos’, cansados de que el gobierno de turno permitiera elegir sus representantes de una lista que el mismo gobierno proponía. Fuera de esa lista no estaba permitido votar por ninguna persona, el gobierno señalaba quiénes eran elegibles y quiénes no. 

   Podríamos decir que en Colombia sucede lo mismo. El pueblo debe elegir entre los candidatos que participan en nombre de los partidos que son gobernados por una élite que se mantiene a través de años, lustros, décadas y centurias. Por eso es común oír decir que en ‘Colombia solo mandan unas cuantas familias’.

Pero, a diferencia de los chinos, los colombianos suelen mostrar su descontento absteniéndose de votar por los candidatos que les proponen los partidos. Porque en la elección de esos candidatos los militantes del partido tienen muy poca participación, entre otras cosas, porque hoy el ciudadano es poco amigo de militar en un partido y prefiere mantenerse alejado, porque se ha perdido la confianza en la mayoría de los líderes nacionales.

   Concretamente, los colombianos no saben a quién creerle y, por ello, en las elecciones se observa la gran abstención electoral. 

   El problema radica en que al margen del número de ciudadanos que participen con su voto, siempre habrá unos ganadores, que dicen haber sido elegidos por el pueblo, expresión inadecuada cuando se trata de concejales, diputados y congresistas, que resultan vencedores con una cantidad irrisoria de votos, si se compara esa cantidad con el número de ciudadanos habilitados para consignar su sufragio en una verdadera democracia. 

   En Colombia el fenómeno de la abstención es poco estimado y a los políticos no les interesa cuántos ciudadanos votan, sino obtener una cantidad superior a los votos de sus rivales.  

Es decir, los directivos de los partidos no se preocupan por los ciudadanos que participan en elecciones, sino el número de concejales, diputados, etc., que logran ubicar en los cuerpos de poder. ¿Para qué preocuparse por las razones del abstencionismo, si este es un mal menor, un elemento inocuo que poco daño hace a los partidos mientras subsista el sistema de elecciones imperante en el país? 

   Advierto que no trato de ser dogmático en los diagnósticos que emito, los cuales no tienen sesgo político. En esta columna periodística no me anima ninguna ideología ni tampoco el afán de embestir o señalar los defectos de ningún sector de la política nacional; pues si bien todos visten distinto, lo cierto es que son invitados a la misma fiesta: el reparto de cargos de elección popular, bien sea que esta solo haya contado con un paupérrimo número de votantes, comparado con el potencial electoral del pueblo.

Resulta apenas elemental pensar que el político piensa diferente del ciudadano. Ello no sería óbice si las cargas estuviesen equilibradas y se diera el franco debate entre ciudadano y clase política (entiéndase parlamentarios) para encontrar salida a los problemas del país. Pero resulta que la clase política detenta el poder de la toma de decisiones y, en ese sentido, en nombre de la representación popular toma las medidas que estima necesarias, así las mismas sean evidentemente contrarias al sentido del texto que dicen reglamentar, qué pena.  Hasta la próxima semana [email protected]   @tiochiro.

Columnista
27 octubre, 2021

A los políticos no les interesa cuántos ciudadanos votan

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

A cada rato escuchamos y leemos por los medios masivos de comunicación que Colombia es un país democrático, que la democracia colombiana es una de las más sólidas de América Latina, aludiendo con ello el tema de los partidos que conforman las distintas instituciones.     Hace unos años, ocurrió en Hong Kong un fenómeno social, consistente […]


A cada rato escuchamos y leemos por los medios masivos de comunicación que Colombia es un país democrático, que la democracia colombiana es una de las más sólidas de América Latina, aludiendo con ello el tema de los partidos que conforman las distintas instituciones. 

   Hace unos años, ocurrió en Hong Kong un fenómeno social, consistente en la ‘rebelión de los ciudadanos’, cansados de que el gobierno de turno permitiera elegir sus representantes de una lista que el mismo gobierno proponía. Fuera de esa lista no estaba permitido votar por ninguna persona, el gobierno señalaba quiénes eran elegibles y quiénes no. 

   Podríamos decir que en Colombia sucede lo mismo. El pueblo debe elegir entre los candidatos que participan en nombre de los partidos que son gobernados por una élite que se mantiene a través de años, lustros, décadas y centurias. Por eso es común oír decir que en ‘Colombia solo mandan unas cuantas familias’.

Pero, a diferencia de los chinos, los colombianos suelen mostrar su descontento absteniéndose de votar por los candidatos que les proponen los partidos. Porque en la elección de esos candidatos los militantes del partido tienen muy poca participación, entre otras cosas, porque hoy el ciudadano es poco amigo de militar en un partido y prefiere mantenerse alejado, porque se ha perdido la confianza en la mayoría de los líderes nacionales.

   Concretamente, los colombianos no saben a quién creerle y, por ello, en las elecciones se observa la gran abstención electoral. 

   El problema radica en que al margen del número de ciudadanos que participen con su voto, siempre habrá unos ganadores, que dicen haber sido elegidos por el pueblo, expresión inadecuada cuando se trata de concejales, diputados y congresistas, que resultan vencedores con una cantidad irrisoria de votos, si se compara esa cantidad con el número de ciudadanos habilitados para consignar su sufragio en una verdadera democracia. 

   En Colombia el fenómeno de la abstención es poco estimado y a los políticos no les interesa cuántos ciudadanos votan, sino obtener una cantidad superior a los votos de sus rivales.  

Es decir, los directivos de los partidos no se preocupan por los ciudadanos que participan en elecciones, sino el número de concejales, diputados, etc., que logran ubicar en los cuerpos de poder. ¿Para qué preocuparse por las razones del abstencionismo, si este es un mal menor, un elemento inocuo que poco daño hace a los partidos mientras subsista el sistema de elecciones imperante en el país? 

   Advierto que no trato de ser dogmático en los diagnósticos que emito, los cuales no tienen sesgo político. En esta columna periodística no me anima ninguna ideología ni tampoco el afán de embestir o señalar los defectos de ningún sector de la política nacional; pues si bien todos visten distinto, lo cierto es que son invitados a la misma fiesta: el reparto de cargos de elección popular, bien sea que esta solo haya contado con un paupérrimo número de votantes, comparado con el potencial electoral del pueblo.

Resulta apenas elemental pensar que el político piensa diferente del ciudadano. Ello no sería óbice si las cargas estuviesen equilibradas y se diera el franco debate entre ciudadano y clase política (entiéndase parlamentarios) para encontrar salida a los problemas del país. Pero resulta que la clase política detenta el poder de la toma de decisiones y, en ese sentido, en nombre de la representación popular toma las medidas que estima necesarias, así las mismas sean evidentemente contrarias al sentido del texto que dicen reglamentar, qué pena.  Hasta la próxima semana [email protected]   @tiochiro.