MI COLUMNA Por Mary Daza Orozco Dijo una vez un sacerdote que el pecado que más acusaban los devotos es el de la murmuración. Yo creo que ese es un mal que nació con el hombre, pero que se ha ido agigantando, en lugar de ser lo contrario, a medida que el mundo crece, basta […]
MI COLUMNA
Por Mary Daza Orozco
Dijo una vez un sacerdote que el pecado que más acusaban los devotos es el de la murmuración. Yo creo que ese es un mal que nació con el hombre, pero que se ha ido agigantando, en lugar de ser lo contrario, a medida que el mundo crece, basta con fiarse en el mal llamado periodismo del espectáculo que se ha llegado a extremos ridículos, porque en él meten hasta a los escritores que solo viven en la soledad de sus pequeños mundos, los que ellos mismos crean.
En nuestro pequeño medio, en donde la mayoría nos conocemos, el chismorreo se aumenta, no sólo en las mujeres, que eran las señaladas como las “corre ve y dile”, también en los hombres que las superan en crudeza y mordacidad.
Pensemos en que mientras menos nos metamos en la vida personal, no pública, de los demás, seremos mejores seres humanos, la elegancia se hará presente en nuestro actuar permanente y con la mente sana nos volveremos críticos, pero de situaciones, de obras literarias, de política, de hechos internacionales, siempre con sapiencia, porque el tiempo que se utilizó en leer en escuchar programas interesantes, y no en chismorrear, nos va llenando de un acervo cultural que nos aleja de cosas tan banales como pasarnos una hora criticando el vestido de la señora que fue a tal fiesta, o las relaciones de los vecinos, o la forma de hablar de alguien y hasta de su delgadez o gordura.
Me ha llamado la atención, con cada publicación de mis libros, que algunas personas que no me conocen comentan: tiene un excelente trabajo de investigación. Me pregunto: ¿por qué no aceptan el acervo cultural que se ha ido acumulando año tras año?, es muy bueno investigar cuando no se conoce de un tema, pero es también irresponsable el que escriba una novela y hable de un tema sin que sepa de él, sin que le guste, sin que le apasione. Todos los temas que trato en mis obras los quiero, los he ido madurando en noches de lectura, en charlas con los mayores, que ya no están, en entrevistas que me concedieron durante mis más de treinta años de periodismo activo, a ello acudo para escribir y a la memoria que Dios me ha dado. Investigar es excelente, yo admiro a los investigadores, pero mis novelas, hasta ahora, no requieren de un intenso trabajo de investigación, porque son escritas desde mis adentros, desde mis conocimientos, desde mis recuerdos.
Con este tema quiero llegar a los jóvenes escritores para que no se asusten con las críticas y se defiendan con altura cuando los ataquen sin sentido; para que toreen la envidia, esa es la palabra y no hay que andar con eufemismos; ¿cómo se torea la envidia? Alzándose de hombros y pensando que si lo envidian es porque está haciendo las cosas bien.
Pero piensen también, jóvenes escritores, que van a encontrar en número superior a lo que he mencionado, la generosidad de la gente que los lee, esa misma que lo despierta temprano para decirles, por teléfono, me gustó el libro, o no me gustó esto, pero aquello sí, o quizás una columna, un comentario en un periódico, eso supera todo lo otro, que manejan los que no hacen nada en la vida.
Este oficio es como todos: como el del zapatero, o el del que cambia las llantas de un carro; ellos también recibe críticas o satisfacciones por su labor; es la vida, es la condición humana. Sólo que hay que aclarar o protestar cuando es necesario, pero no diga nombres porque da importancia a los que lo molestaron, usted siga adelante y cuando lo ataquen solo diga: yo escribo y punto:
MI COLUMNA Por Mary Daza Orozco Dijo una vez un sacerdote que el pecado que más acusaban los devotos es el de la murmuración. Yo creo que ese es un mal que nació con el hombre, pero que se ha ido agigantando, en lugar de ser lo contrario, a medida que el mundo crece, basta […]
MI COLUMNA
Por Mary Daza Orozco
Dijo una vez un sacerdote que el pecado que más acusaban los devotos es el de la murmuración. Yo creo que ese es un mal que nació con el hombre, pero que se ha ido agigantando, en lugar de ser lo contrario, a medida que el mundo crece, basta con fiarse en el mal llamado periodismo del espectáculo que se ha llegado a extremos ridículos, porque en él meten hasta a los escritores que solo viven en la soledad de sus pequeños mundos, los que ellos mismos crean.
En nuestro pequeño medio, en donde la mayoría nos conocemos, el chismorreo se aumenta, no sólo en las mujeres, que eran las señaladas como las “corre ve y dile”, también en los hombres que las superan en crudeza y mordacidad.
Pensemos en que mientras menos nos metamos en la vida personal, no pública, de los demás, seremos mejores seres humanos, la elegancia se hará presente en nuestro actuar permanente y con la mente sana nos volveremos críticos, pero de situaciones, de obras literarias, de política, de hechos internacionales, siempre con sapiencia, porque el tiempo que se utilizó en leer en escuchar programas interesantes, y no en chismorrear, nos va llenando de un acervo cultural que nos aleja de cosas tan banales como pasarnos una hora criticando el vestido de la señora que fue a tal fiesta, o las relaciones de los vecinos, o la forma de hablar de alguien y hasta de su delgadez o gordura.
Me ha llamado la atención, con cada publicación de mis libros, que algunas personas que no me conocen comentan: tiene un excelente trabajo de investigación. Me pregunto: ¿por qué no aceptan el acervo cultural que se ha ido acumulando año tras año?, es muy bueno investigar cuando no se conoce de un tema, pero es también irresponsable el que escriba una novela y hable de un tema sin que sepa de él, sin que le guste, sin que le apasione. Todos los temas que trato en mis obras los quiero, los he ido madurando en noches de lectura, en charlas con los mayores, que ya no están, en entrevistas que me concedieron durante mis más de treinta años de periodismo activo, a ello acudo para escribir y a la memoria que Dios me ha dado. Investigar es excelente, yo admiro a los investigadores, pero mis novelas, hasta ahora, no requieren de un intenso trabajo de investigación, porque son escritas desde mis adentros, desde mis conocimientos, desde mis recuerdos.
Con este tema quiero llegar a los jóvenes escritores para que no se asusten con las críticas y se defiendan con altura cuando los ataquen sin sentido; para que toreen la envidia, esa es la palabra y no hay que andar con eufemismos; ¿cómo se torea la envidia? Alzándose de hombros y pensando que si lo envidian es porque está haciendo las cosas bien.
Pero piensen también, jóvenes escritores, que van a encontrar en número superior a lo que he mencionado, la generosidad de la gente que los lee, esa misma que lo despierta temprano para decirles, por teléfono, me gustó el libro, o no me gustó esto, pero aquello sí, o quizás una columna, un comentario en un periódico, eso supera todo lo otro, que manejan los que no hacen nada en la vida.
Este oficio es como todos: como el del zapatero, o el del que cambia las llantas de un carro; ellos también recibe críticas o satisfacciones por su labor; es la vida, es la condición humana. Sólo que hay que aclarar o protestar cuando es necesario, pero no diga nombres porque da importancia a los que lo molestaron, usted siga adelante y cuando lo ataquen solo diga: yo escribo y punto: