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Columnista - 26 junio, 2012

Política y Religión

Entre Otras Cosas… Escribo estas líneas en momentos en que circula la noticia por los medios masivos, que el presidente del Paraguay, Fernando Lugo, fue destituido por el Congreso de esa nación, asumiendo la primera magistratura, su vicepresidente Federico Franco. Hecho que no dudo en calificar como arbitrario y carente de legitimidad y que causa […]

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Entre Otras Cosas…

Escribo estas líneas en momentos en que circula la noticia por los medios masivos, que el presidente del Paraguay, Fernando Lugo, fue destituido por el Congreso de esa nación, asumiendo la primera magistratura, su vicepresidente Federico Franco. Hecho que no dudo en calificar como arbitrario y carente de legitimidad y que causa un serio daño a la democracia del continente.
El tema que nos ocupa en el día de hoy, tiene que ver con el ejercicio de la política por parte de quienes ejercen o ejercieron el ministerio espiritual.
Los hechos revelan que de un tiempo para acá, el ejercicio de la política, reservado casi que de manera exclusiva a personas dedicadas a la vida pública, familiares de conocidos dirigentes políticos, y por quienes habiendo sido exitosos en el sector privado decidieron aventurarse en el ejercicio democrático a fin de obtener cargo de elección popular, concretamente: La Presidencia de la República, la Gobernación o la Alcaldía.
Ciertamente el régimen legal que aplica como requisito para aspirar a estas dignidades, no contempla ningún tipo de inhabilidad a quienes hacen parte del clero, así que obtenida la licencia otorgada por el superior de la diócesis, estas personas emprendieron el difícil camino de la política, aupados por las masas populares que clamaban por un candidato honesto, carismático y comprometido con su pueblo. Ocurrió en lugares, donde se preconiza la separación de la Iglesia y el Estado. En el Paraguay, Fernando Lugo luego de renunciar como obispo, es elegido Presidente de la República, y en Colombia recordamos al padre Bernardo Hoyos Montoya, quien renuncia a vestir la casulla -prenda de vestir que usan los sacerdotes- para asumir la Alcaldía de Barranquilla y aquí en el Cesar, en más de una ocasión se le ha pedido al presbítero Enrique Luis Iceda, se lance a la Alcaldía de Valledupar. El balance en la gestión de quienes alcanzaron a coronar su aspiración no es para nada halagüeño. Fernando Lugo, no pudo terminar el período constitucional para el que fue elegido, y su administración deja mucho que desear en materia de corrupción y escándalos en lo personal que deterioraron su imagen. Por su parte Bernardo Hoyos, fue investigado y hallado responsable disciplinariamente durante su mandato, siendo destituido fulminantemente por la Procuraduría por irregularidades cometidas en el ejercicio de sus funciones como Alcalde de Barranquilla. Sirvan estos dos botones para llegar a la conclusión que el experimento no fue afortunado.
Hoy al ejercicio de la política, incursionan personas con un elevado sentido de la espiritualidad, pero que no son sacerdotes. Es una nueva modalidad que denota que la religión ha estado y continua estando vinculada a la política, el Alcalde saliente Luis Fabián Fernández, profesa su fe cristiana y el actual Fredys Socarrás Reales, reconocido miembro de la Comunidad de Parejas de la Iglesia Católica. El primero con un balance poco satisfactorio de su mandato y el segundo, asume como la gran esperanza para el municipio de Valledupar. Las expectativas son grandes y se espera que la experiencia del actual mandatario de los vallenatos, en el manejo de la cosa pública, contribuya al éxito de su gestión administrativa. Considero que aún no es tiempo para hacer un balance objetivo y serio de la presente administración, pues apenas se están dando las primeras puntadas de lo que es el Plan de Gobierno, por lo que habrá que esperar.
[email protected]
Valledupar, 23 de Junio de 2012.

Columnista
26 junio, 2012

Política y Religión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

Entre Otras Cosas… Escribo estas líneas en momentos en que circula la noticia por los medios masivos, que el presidente del Paraguay, Fernando Lugo, fue destituido por el Congreso de esa nación, asumiendo la primera magistratura, su vicepresidente Federico Franco. Hecho que no dudo en calificar como arbitrario y carente de legitimidad y que causa […]


Entre Otras Cosas…

Escribo estas líneas en momentos en que circula la noticia por los medios masivos, que el presidente del Paraguay, Fernando Lugo, fue destituido por el Congreso de esa nación, asumiendo la primera magistratura, su vicepresidente Federico Franco. Hecho que no dudo en calificar como arbitrario y carente de legitimidad y que causa un serio daño a la democracia del continente.
El tema que nos ocupa en el día de hoy, tiene que ver con el ejercicio de la política por parte de quienes ejercen o ejercieron el ministerio espiritual.
Los hechos revelan que de un tiempo para acá, el ejercicio de la política, reservado casi que de manera exclusiva a personas dedicadas a la vida pública, familiares de conocidos dirigentes políticos, y por quienes habiendo sido exitosos en el sector privado decidieron aventurarse en el ejercicio democrático a fin de obtener cargo de elección popular, concretamente: La Presidencia de la República, la Gobernación o la Alcaldía.
Ciertamente el régimen legal que aplica como requisito para aspirar a estas dignidades, no contempla ningún tipo de inhabilidad a quienes hacen parte del clero, así que obtenida la licencia otorgada por el superior de la diócesis, estas personas emprendieron el difícil camino de la política, aupados por las masas populares que clamaban por un candidato honesto, carismático y comprometido con su pueblo. Ocurrió en lugares, donde se preconiza la separación de la Iglesia y el Estado. En el Paraguay, Fernando Lugo luego de renunciar como obispo, es elegido Presidente de la República, y en Colombia recordamos al padre Bernardo Hoyos Montoya, quien renuncia a vestir la casulla -prenda de vestir que usan los sacerdotes- para asumir la Alcaldía de Barranquilla y aquí en el Cesar, en más de una ocasión se le ha pedido al presbítero Enrique Luis Iceda, se lance a la Alcaldía de Valledupar. El balance en la gestión de quienes alcanzaron a coronar su aspiración no es para nada halagüeño. Fernando Lugo, no pudo terminar el período constitucional para el que fue elegido, y su administración deja mucho que desear en materia de corrupción y escándalos en lo personal que deterioraron su imagen. Por su parte Bernardo Hoyos, fue investigado y hallado responsable disciplinariamente durante su mandato, siendo destituido fulminantemente por la Procuraduría por irregularidades cometidas en el ejercicio de sus funciones como Alcalde de Barranquilla. Sirvan estos dos botones para llegar a la conclusión que el experimento no fue afortunado.
Hoy al ejercicio de la política, incursionan personas con un elevado sentido de la espiritualidad, pero que no son sacerdotes. Es una nueva modalidad que denota que la religión ha estado y continua estando vinculada a la política, el Alcalde saliente Luis Fabián Fernández, profesa su fe cristiana y el actual Fredys Socarrás Reales, reconocido miembro de la Comunidad de Parejas de la Iglesia Católica. El primero con un balance poco satisfactorio de su mandato y el segundo, asume como la gran esperanza para el municipio de Valledupar. Las expectativas son grandes y se espera que la experiencia del actual mandatario de los vallenatos, en el manejo de la cosa pública, contribuya al éxito de su gestión administrativa. Considero que aún no es tiempo para hacer un balance objetivo y serio de la presente administración, pues apenas se están dando las primeras puntadas de lo que es el Plan de Gobierno, por lo que habrá que esperar.
[email protected]
Valledupar, 23 de Junio de 2012.