Raúl Bermúdez Márquez Desde Cristóbal Colón se sabe que la tierra es redonda como una naranja y que si un viajero navega en línea recta hacia el extremo izquierdo, llega el momento en que se intercepta con el viajero que navega en línea recta hacia el extremo derecho. Es decir, por la dialéctica de la […]
Raúl Bermúdez Márquez
Desde Cristóbal Colón se sabe que la tierra es redonda como una naranja y que si un viajero navega en línea recta hacia el extremo izquierdo, llega el momento en que se intercepta con el viajero que navega en línea recta hacia el extremo derecho. Es decir, por la dialéctica de la naturaleza, de la política y de la economía llega un momento en que los extremos se tocan. Ejemplos a la lata. Los excesos Stalinistas en Rusia y en el resto de Europa, dieron pretexto a Hitler y a Mussolini para consolidar el fascismo en Alemania e Italia, respectivamente.
Osama Bin Laden, el mayor terrorista de la historia, según los Estados Unidos, fue financiado, prohijado y reverenciado en sus inicios por los mismos gringos cuando los rusos invadieron a Afganistán. En Latinoamérica (LA), los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez representantes ambos de corrientes ideológicas diametralmente opuestas, enfrentados en situaciones que parecían irreconciliables como el bombardeo de Sucumbios, en Ecuador, que determinó la muerte del segundo de la FARC, Raúl Reyes, hoy por pragmatismo económico, posan ante el resto de LA y el mundo como los dos nuevos mejores amigos.
Y en Colombia, lo he sostenido desde tiempo atrás, Álvaro Uribe Vélez y las FARC se necesitan mutuamente en una relación simbiótica como el del cocodrilo con unos pajaritos llamados frailecitos. Cuando un cocodrilo abre su hocico, el frailecito salta hacia adentro. El cocodrilo no cierra sus enormes fauces. Al contrario, permite que el frailecito se coma unos animalitos chicos y dañinos que se le pegan a los dientes. De tal manera que el frailecito obtiene una comida fácil y el cocodrilo se logra limpiar los dientes. Uribe le debe en gran parte a las Farc su llegada y permanencia en el primer cargo de la Nación durante ocho años. El bombazo de Barranquilla, el bombazo de Bojayá, el bombazo de El Nogal, el secuestro como arma política y económica, sus actividades de narcotráfico, la falta de sinceridad con los anhelos de paz y el “conejo” que le hicieron a ese clamor nacional en el Caguán, derechizaron y anestesiaron al país a tal punto que convirtieron al ideólogo de la “seguridad democrática” en una especie de mesías al que se le perdonaba todo –falsos positivos, chuzadas del DAS, conspiración contra el poder judicial, corrupción a diestra y siniestra, etc.-, a cambio de que cumpliera su promesa de propiciar la derrota militar de la insurgencia armada.
En las actuales circunstancias del país, rueda la misma película, con los mismos actores:otro bombazo, ahora dirigido al ex ministro Fernando Londoño, precedido del decomiso de más de una tonelada de explosivos que iba a volar una estación de policía en Bogotá, y que tanto Uribe como Londoño señalan como responsables de tales actos a las Farc. Luego, el ruido de sables surgido de los militares retirados y la avalancha de críticas, -comenzando por el trinar de Uribe-, al marco para la paz que se había aprobado por abrumadora mayoría en la plenaria de la cámara el día anterior al atentado de la 74 con Caracas en Bogotá. ¿Saboteo a los intentos de negociación política para la paz? No cabe la menor duda. Y lo peor, es que la ceguera de la insurgencia sigue.
Los sucesos de la Guajira, la retención del periodista francés, la quema de buses en las carreteras, los desmanes en la Universidad Nacional y otras acciones desafortunadas, le siguen brindando en bandeja de plata a Uribe –y a todos aquellos que descartan la negociación política para la paz-, los argumentos para sostener que, definitivamente, aquí no hay otra salida distinta, que la tierra arrasada. Vicenç Fisas, director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, acaba de declarar a la revista Semana que “Uribe no quería la paz, quería ganar la guerra”. Sería más exacto que dijera, “No quiere la paz, sueña con ganar la guerra, en un próximo período presidencial”.
[email protected]
Raúl Bermúdez Márquez Desde Cristóbal Colón se sabe que la tierra es redonda como una naranja y que si un viajero navega en línea recta hacia el extremo izquierdo, llega el momento en que se intercepta con el viajero que navega en línea recta hacia el extremo derecho. Es decir, por la dialéctica de la […]
Raúl Bermúdez Márquez
Desde Cristóbal Colón se sabe que la tierra es redonda como una naranja y que si un viajero navega en línea recta hacia el extremo izquierdo, llega el momento en que se intercepta con el viajero que navega en línea recta hacia el extremo derecho. Es decir, por la dialéctica de la naturaleza, de la política y de la economía llega un momento en que los extremos se tocan. Ejemplos a la lata. Los excesos Stalinistas en Rusia y en el resto de Europa, dieron pretexto a Hitler y a Mussolini para consolidar el fascismo en Alemania e Italia, respectivamente.
Osama Bin Laden, el mayor terrorista de la historia, según los Estados Unidos, fue financiado, prohijado y reverenciado en sus inicios por los mismos gringos cuando los rusos invadieron a Afganistán. En Latinoamérica (LA), los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez representantes ambos de corrientes ideológicas diametralmente opuestas, enfrentados en situaciones que parecían irreconciliables como el bombardeo de Sucumbios, en Ecuador, que determinó la muerte del segundo de la FARC, Raúl Reyes, hoy por pragmatismo económico, posan ante el resto de LA y el mundo como los dos nuevos mejores amigos.
Y en Colombia, lo he sostenido desde tiempo atrás, Álvaro Uribe Vélez y las FARC se necesitan mutuamente en una relación simbiótica como el del cocodrilo con unos pajaritos llamados frailecitos. Cuando un cocodrilo abre su hocico, el frailecito salta hacia adentro. El cocodrilo no cierra sus enormes fauces. Al contrario, permite que el frailecito se coma unos animalitos chicos y dañinos que se le pegan a los dientes. De tal manera que el frailecito obtiene una comida fácil y el cocodrilo se logra limpiar los dientes. Uribe le debe en gran parte a las Farc su llegada y permanencia en el primer cargo de la Nación durante ocho años. El bombazo de Barranquilla, el bombazo de Bojayá, el bombazo de El Nogal, el secuestro como arma política y económica, sus actividades de narcotráfico, la falta de sinceridad con los anhelos de paz y el “conejo” que le hicieron a ese clamor nacional en el Caguán, derechizaron y anestesiaron al país a tal punto que convirtieron al ideólogo de la “seguridad democrática” en una especie de mesías al que se le perdonaba todo –falsos positivos, chuzadas del DAS, conspiración contra el poder judicial, corrupción a diestra y siniestra, etc.-, a cambio de que cumpliera su promesa de propiciar la derrota militar de la insurgencia armada.
En las actuales circunstancias del país, rueda la misma película, con los mismos actores:otro bombazo, ahora dirigido al ex ministro Fernando Londoño, precedido del decomiso de más de una tonelada de explosivos que iba a volar una estación de policía en Bogotá, y que tanto Uribe como Londoño señalan como responsables de tales actos a las Farc. Luego, el ruido de sables surgido de los militares retirados y la avalancha de críticas, -comenzando por el trinar de Uribe-, al marco para la paz que se había aprobado por abrumadora mayoría en la plenaria de la cámara el día anterior al atentado de la 74 con Caracas en Bogotá. ¿Saboteo a los intentos de negociación política para la paz? No cabe la menor duda. Y lo peor, es que la ceguera de la insurgencia sigue.
Los sucesos de la Guajira, la retención del periodista francés, la quema de buses en las carreteras, los desmanes en la Universidad Nacional y otras acciones desafortunadas, le siguen brindando en bandeja de plata a Uribe –y a todos aquellos que descartan la negociación política para la paz-, los argumentos para sostener que, definitivamente, aquí no hay otra salida distinta, que la tierra arrasada. Vicenç Fisas, director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, acaba de declarar a la revista Semana que “Uribe no quería la paz, quería ganar la guerra”. Sería más exacto que dijera, “No quiere la paz, sueña con ganar la guerra, en un próximo período presidencial”.
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