Con mucha expectativa, como es natural, se espera en todo el país la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado entre Colombia y Estados Unidos; hecho previsto para mañana martes 15 de mayo.
Con mucha expectativa, como es natural, se espera en todo el país la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado entre Colombia y Estados Unidos; hecho previsto para mañana martes 15 de mayo.
Se trata de un escenario que cambiará de manera sustancial las perspectivas de varios sectores económicos del país, principalmente la industria y todos aquellos vinculados al comercio exterior. Mucho se ha escrito y hablado, de manera apasionada, a favor o en contra del TLC, que para algunos es el paraíso, mientras que para otros es el infierno. Ni lo uno ni lo otro.
Un Tratado de Libre Comercio es un instrumento de política económica, subsidiario a un comercio libre que sería lo ideal, según la teoría y la experiencia empírica. Sin embargo, como el libre comercio puro no existe, los países optan por lo que se considera un comercio administrado y el TLC es un instrumento para hacer lo segundo.
En el caso del TLC Colombia-Estados Unidos, hay que tener en cuenta varios aspectos. En primer lugar, para nuestro país se trata de tener mejor acceso a un mercado de 300 millones de personas, con una gran capacidad de compra. Es llegar para venderle mejor a la economía más poderosa del mundo.
En la actualidad, Colombia le vende a EEUU, el 40 por ciento, aproximadamente, de sus exportaciones; una cifra cercana a los 21 mil millones de dólares. Mientras que los productos de EEUU que llegan al país se aproximan a los 13.600 millones de dólares. Hoy la balanza comercial es superavitaria a favor de Colombia.
Con el TLC se espera que el país pueda exportar más y nuevos productos a ese atractivo mercado; se generen más divisas, más ingresos para las empresas y más empleos. Pero también es un reto para la industria nacional, que ahora tendrá que competir con nuevos productos y empresas. En este sentido, la ganancia es para consumidor que tendrá más opciones.
La entrada en vigencia del TLC representa, como todo en economía, nuevas oportunidades y también nuevos riesgos para varios sectores. En materia de industria no se esperan mayores novedades, pero si en la parte agropecuaria, teniendo en cuenta las conocidas políticas proteccionistas de Estados Unidos.
Consideramos que el país no se preparó de manera adecuada para el TLC; la llamada agenda interna está bastante atrasada, principalmente en los temas de infraestructura, logística, capacitación y entrenamiento del recurso humano. Es ardua la tarea, y la misma premisa aplica para el Cesar.
Las reglas del juego para todos son ser más eficientes, más productivos y competitivos. En el caso del Cesar, varios subsectores, como el ganadero, principalmente en el tema de leche y sus derivados, son bastante pesimistas: pero hay opciones en materia de carne, palma, frutas y hortalizas, entre otros productos. En estos sectores mencionados, la economía del departamento tiene grandes posibilidades de nuevos negocios, como bien lo advirtieron algunos de los expertos asistentes a un evento de la Cámara de Comercio de Valledupar, realizado la semana pasada.
Pese a lo anterior, la suerte está echada. Los empresarios colombianos tienen nuevos escenarios con TLC y estos deben ser aprovechados con inteligencia, prudencia y cautela. Se supone que el país debe ganar con el TLC; por principio, más comercio es más progreso y más ganancia, para todos.
Pero si el Tratado no funciona como se espera, los sectores afectados pueden solicitar al Estado colombiano una revisión en los aspectos que le conciernen y volver a barajar. Ningún tratado económico es una camisa de fuerza, no es una imposición, es un acuerdo entre dos estados. A México y a varios países de América Central y de Latinoamérica les ha funcionado, no vemos porque a Colombia no. Hay que ser realistas, pero también se trata de tener confianza en nuestras empresas y mirar con optimismo el futuro.
Con mucha expectativa, como es natural, se espera en todo el país la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado entre Colombia y Estados Unidos; hecho previsto para mañana martes 15 de mayo.
Con mucha expectativa, como es natural, se espera en todo el país la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado entre Colombia y Estados Unidos; hecho previsto para mañana martes 15 de mayo.
Se trata de un escenario que cambiará de manera sustancial las perspectivas de varios sectores económicos del país, principalmente la industria y todos aquellos vinculados al comercio exterior. Mucho se ha escrito y hablado, de manera apasionada, a favor o en contra del TLC, que para algunos es el paraíso, mientras que para otros es el infierno. Ni lo uno ni lo otro.
Un Tratado de Libre Comercio es un instrumento de política económica, subsidiario a un comercio libre que sería lo ideal, según la teoría y la experiencia empírica. Sin embargo, como el libre comercio puro no existe, los países optan por lo que se considera un comercio administrado y el TLC es un instrumento para hacer lo segundo.
En el caso del TLC Colombia-Estados Unidos, hay que tener en cuenta varios aspectos. En primer lugar, para nuestro país se trata de tener mejor acceso a un mercado de 300 millones de personas, con una gran capacidad de compra. Es llegar para venderle mejor a la economía más poderosa del mundo.
En la actualidad, Colombia le vende a EEUU, el 40 por ciento, aproximadamente, de sus exportaciones; una cifra cercana a los 21 mil millones de dólares. Mientras que los productos de EEUU que llegan al país se aproximan a los 13.600 millones de dólares. Hoy la balanza comercial es superavitaria a favor de Colombia.
Con el TLC se espera que el país pueda exportar más y nuevos productos a ese atractivo mercado; se generen más divisas, más ingresos para las empresas y más empleos. Pero también es un reto para la industria nacional, que ahora tendrá que competir con nuevos productos y empresas. En este sentido, la ganancia es para consumidor que tendrá más opciones.
La entrada en vigencia del TLC representa, como todo en economía, nuevas oportunidades y también nuevos riesgos para varios sectores. En materia de industria no se esperan mayores novedades, pero si en la parte agropecuaria, teniendo en cuenta las conocidas políticas proteccionistas de Estados Unidos.
Consideramos que el país no se preparó de manera adecuada para el TLC; la llamada agenda interna está bastante atrasada, principalmente en los temas de infraestructura, logística, capacitación y entrenamiento del recurso humano. Es ardua la tarea, y la misma premisa aplica para el Cesar.
Las reglas del juego para todos son ser más eficientes, más productivos y competitivos. En el caso del Cesar, varios subsectores, como el ganadero, principalmente en el tema de leche y sus derivados, son bastante pesimistas: pero hay opciones en materia de carne, palma, frutas y hortalizas, entre otros productos. En estos sectores mencionados, la economía del departamento tiene grandes posibilidades de nuevos negocios, como bien lo advirtieron algunos de los expertos asistentes a un evento de la Cámara de Comercio de Valledupar, realizado la semana pasada.
Pese a lo anterior, la suerte está echada. Los empresarios colombianos tienen nuevos escenarios con TLC y estos deben ser aprovechados con inteligencia, prudencia y cautela. Se supone que el país debe ganar con el TLC; por principio, más comercio es más progreso y más ganancia, para todos.
Pero si el Tratado no funciona como se espera, los sectores afectados pueden solicitar al Estado colombiano una revisión en los aspectos que le conciernen y volver a barajar. Ningún tratado económico es una camisa de fuerza, no es una imposición, es un acuerdo entre dos estados. A México y a varios países de América Central y de Latinoamérica les ha funcionado, no vemos porque a Colombia no. Hay que ser realistas, pero también se trata de tener confianza en nuestras empresas y mirar con optimismo el futuro.