Por: Raúl Bermúdez Márquez “Y entonces…cuando ya el Valle sea un gran arenal, lleno de tunas y grandes cardones, solo se escucharán los acordeones, porque su música será inmortal”. Julio Oñate Martínez En el canto vallenato, pueden encontrarse toda clase de figuras literarias; símiles como el del maestro Escalona en el “Arco Iris”, hipérboles como […]
Por: Raúl Bermúdez Márquez
“Y entonces…cuando ya el Valle sea un gran arenal, lleno de tunas y grandes cardones, solo se escucharán los acordeones, porque su música será inmortal”. Julio Oñate Martínez
En el canto vallenato, pueden encontrarse toda clase de figuras literarias; símiles como el del maestro Escalona en el “Arco Iris”, hipérboles como la de Fredy Molina en “Amor Sensible”, personificaciones como la de Gustavo Gutiérrez en “Así fue mi querer”, reiteraciones como la de Juancho Polo Valencia en el “Pájaro carpintero”, ironías como la de Adriano Salas en “Caño Lindo”, interrogaciones retóricas como la del maestro Leandro Díaz en “La Gordita”, metáforas como la del negro grande Alejo Durán en “Mi pedazo de acordeón”, antítesis como la de Nicolás Bolaño Calderón en “Oscuro y Claro”, énfasis como el de Marciano Martínez en “Triste infancia”, o topografías, como la utilizada por Julio Oñate Martínez en “La profecía”.
No hay duda, como lo reconoce Juan Gossaín, el vallenato reúne todos los requisitos para ser considerado un género literario. Por algo afirmó tajantemente Gabriel García Márquez que su obra cumbre “Cien años de Soledad” no es más que un vallenato de 350 páginas. En lo que si discrepamos con Gossaín es en su afirmación de que el vallenato por su baja complejidad instrumental, acordeón, caja y guacharaca no puede ser considerado como un género musical. Explicable la apreciación del escritor y periodista originario de San Bernardo del Viento. Su temprano exilio a la gélida capital del país, seguido ahora de su cómodo retiro en una de las tres perlas del caribe colombiano, Cartagena, le han impedido codearse y untarse de la realidad de la música vallenata. Por ejemplo, no sabe que Colacho Mendoza desde los inicios de la década del sesenta ya hacía fusiones interesantes del acordeón con otros instrumentos de mayor amplitud en la escala musical como la guitarra, el saxofón o las trompetas. Que la primera canción que compuso Gustavo Gutiérrez “La Espina” fue grabada por la máxima orquesta de Venezuela de todos los tiempos la Billos Caracas Boys y que los ejemplos en ese sentido abundan: Que a la ejecución de la Gota Fría del viejo Mile no se le mide cualquier acordeonero porque para hacerlo sin desafinarse es necesario conocer los vericuetos del pentagrama para pasar de un tono mayor a uno menor o viceversa.
Es que si Gossaín hubiera estado presente en la plaza Alfonso López la noche que Omar Geles tocó la puya de la Fiesta de los Pájaros, interpretación que le valió su coronación como rey de reyes aficionado del Festival vallenato y hubiera sido testigo del asombro de un visitante extranjero que manifestó que hubo pasajes en los cuales le pareció estar escuchando un allegro de Mozart, seguramente opinaría otra cosa. O tal vez rectificaría su concepción si hubiese analizado con atención el concierto que brindó el “Pollito” Herrera la noche que derrotó sin atenuantes al tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez. Está claro entonces que además de ser un género literario, el vallenato es un género musical por derecho propio. Y es allí donde radica la grandeza de Julio Oñate Martínez, compositor, escritor e investigador homenajeado en el I Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata, evento organizado por la UPC y que hoy culmina con mucho éxito. Creador de más de 130 composiciones musicales, escritor de varios libros sobre el vallenato, producto de documentadas investigaciones que le han exigido sacrificio, disciplina y dedicación este villanuevero de cepa es la síntesis personificada del vallenato: música y literatura.
En nombre de la rectoría de la Universidad Popular del Cesar, de la Vicerrectoría de Investigación y Extensión, de sus organismos colegiados, de sus profesores y estudiantes y de toda la comunidad upecista agradecemos a los investigadores, compositores, músicos y asistentes provenientes de distintos rincones del país y del exterior por sus invaluables aportes quecontribuyeron a lograr con creces los objetivos del evento.
[email protected]
*Apartes del discurso de instalación del I Encuentro nacional de Investigadores de la Música Vallenata
Por: Raúl Bermúdez Márquez “Y entonces…cuando ya el Valle sea un gran arenal, lleno de tunas y grandes cardones, solo se escucharán los acordeones, porque su música será inmortal”. Julio Oñate Martínez En el canto vallenato, pueden encontrarse toda clase de figuras literarias; símiles como el del maestro Escalona en el “Arco Iris”, hipérboles como […]
Por: Raúl Bermúdez Márquez
“Y entonces…cuando ya el Valle sea un gran arenal, lleno de tunas y grandes cardones, solo se escucharán los acordeones, porque su música será inmortal”. Julio Oñate Martínez
En el canto vallenato, pueden encontrarse toda clase de figuras literarias; símiles como el del maestro Escalona en el “Arco Iris”, hipérboles como la de Fredy Molina en “Amor Sensible”, personificaciones como la de Gustavo Gutiérrez en “Así fue mi querer”, reiteraciones como la de Juancho Polo Valencia en el “Pájaro carpintero”, ironías como la de Adriano Salas en “Caño Lindo”, interrogaciones retóricas como la del maestro Leandro Díaz en “La Gordita”, metáforas como la del negro grande Alejo Durán en “Mi pedazo de acordeón”, antítesis como la de Nicolás Bolaño Calderón en “Oscuro y Claro”, énfasis como el de Marciano Martínez en “Triste infancia”, o topografías, como la utilizada por Julio Oñate Martínez en “La profecía”.
No hay duda, como lo reconoce Juan Gossaín, el vallenato reúne todos los requisitos para ser considerado un género literario. Por algo afirmó tajantemente Gabriel García Márquez que su obra cumbre “Cien años de Soledad” no es más que un vallenato de 350 páginas. En lo que si discrepamos con Gossaín es en su afirmación de que el vallenato por su baja complejidad instrumental, acordeón, caja y guacharaca no puede ser considerado como un género musical. Explicable la apreciación del escritor y periodista originario de San Bernardo del Viento. Su temprano exilio a la gélida capital del país, seguido ahora de su cómodo retiro en una de las tres perlas del caribe colombiano, Cartagena, le han impedido codearse y untarse de la realidad de la música vallenata. Por ejemplo, no sabe que Colacho Mendoza desde los inicios de la década del sesenta ya hacía fusiones interesantes del acordeón con otros instrumentos de mayor amplitud en la escala musical como la guitarra, el saxofón o las trompetas. Que la primera canción que compuso Gustavo Gutiérrez “La Espina” fue grabada por la máxima orquesta de Venezuela de todos los tiempos la Billos Caracas Boys y que los ejemplos en ese sentido abundan: Que a la ejecución de la Gota Fría del viejo Mile no se le mide cualquier acordeonero porque para hacerlo sin desafinarse es necesario conocer los vericuetos del pentagrama para pasar de un tono mayor a uno menor o viceversa.
Es que si Gossaín hubiera estado presente en la plaza Alfonso López la noche que Omar Geles tocó la puya de la Fiesta de los Pájaros, interpretación que le valió su coronación como rey de reyes aficionado del Festival vallenato y hubiera sido testigo del asombro de un visitante extranjero que manifestó que hubo pasajes en los cuales le pareció estar escuchando un allegro de Mozart, seguramente opinaría otra cosa. O tal vez rectificaría su concepción si hubiese analizado con atención el concierto que brindó el “Pollito” Herrera la noche que derrotó sin atenuantes al tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez. Está claro entonces que además de ser un género literario, el vallenato es un género musical por derecho propio. Y es allí donde radica la grandeza de Julio Oñate Martínez, compositor, escritor e investigador homenajeado en el I Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata, evento organizado por la UPC y que hoy culmina con mucho éxito. Creador de más de 130 composiciones musicales, escritor de varios libros sobre el vallenato, producto de documentadas investigaciones que le han exigido sacrificio, disciplina y dedicación este villanuevero de cepa es la síntesis personificada del vallenato: música y literatura.
En nombre de la rectoría de la Universidad Popular del Cesar, de la Vicerrectoría de Investigación y Extensión, de sus organismos colegiados, de sus profesores y estudiantes y de toda la comunidad upecista agradecemos a los investigadores, compositores, músicos y asistentes provenientes de distintos rincones del país y del exterior por sus invaluables aportes quecontribuyeron a lograr con creces los objetivos del evento.
[email protected]
*Apartes del discurso de instalación del I Encuentro nacional de Investigadores de la Música Vallenata