BITÁCORA Por: Oscar Ariza En Colombia hay hegemonía del pensamiento violento enmarcado en una época de conflicto vuelta insuperable y eterno, por la poca voluntad de paz que profesan los grupos irregulares, lo que revela una equivocada tendencia al ejercicio de un poder que utiliza la fuerza, represión y violación de los derechos humanos para […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
En Colombia hay hegemonía del pensamiento violento enmarcado en una época de conflicto vuelta insuperable y eterno, por la poca voluntad de paz que profesan los grupos irregulares, lo que revela una equivocada tendencia al ejercicio de un poder que utiliza la fuerza, represión y violación de los derechos humanos para la conquista de tal fin. Esta acciones enmarcadas en el ideologema civilización-barbarie; son absurdas y abominables, por ser un mecanismo ineficaz para entrar en procesos modernos. No obstante se sigue legitimando su uso.
Todo indica que, como consecuencia del conflicto armado, no podremos salir de la época de barbarie en la que hemos vivido desde hace más de cinco décadas, en las que el único lenguaje permitido ha sido y seguirá siendo el de las balas, la tortura y la violación de los derechos humanos, porque los violentos cada día ratifican que carecen de un discurso racional. A pesar de sus engañosos gestos de paz, las acciones violentas con bombas, ataques y hostigamientos a poblaciones indican que las Farc hace mucho tiempo perdieron su horizonte revolucionario, para convertirse en delincuentes.
La violencia ha permeado tanto en el imaginario cultural, que es común jugar con noticias pavorosas y falsas alarmas que han terminado por instaurar una cultura de terrorismo psicológico, que desde las redes sociales se expande con tanto morbo que da la apariencia de vivir en una sociedad enferma de intimidación, que crea ambientes de caos como mecanismos de diversión.
A diario pululan por las redes sociales sin ningún control y sin caer en la cuenta del enorme daño que causan a la estabilidad del país, los mensajes de cadena anunciando ataques de la guerrilla, bombas en calles y avenidas, secuestros y retenes en las carreteras.
Este tipo de conducta es producida por el mismo ambiente en que se desenvuelve nuestra realidad, pues mientras las Farc anuncian la decisión de no secuestrar más, la población se convenció de la incoherencia de este grupo, que con una mano muestra la engañosa bandera de paz y con la otra, dispara fusiles y lanza bombas en los pueblos.
El colmo de estas demenciales prácticas violentas se puso de manifiesto hace algunos días con el testimonio de Luis Eider Dagua, un campesino víctima del comportamiento premoderno y bestial de las Farc que lo torturaron, hasta el punto de cocerle la boca y golpearle las manos con una piedra, porque se negó a llevar un caballo cargado con una bomba para ser detonada frente a integrantes del Ejército Nacional.
Todo el país rechazó la forma como se pisoteó la humanidad de este valeroso campesino, quien por sus convicciones cristianas se negó a participar en un acto terrorista que haría daño a sus semejantes.
Los noticieros registraron la tenebrosa noticia, pero ninguno fue capaz de exaltar en demasía la acción del campesino quien expuso su vida para defender la de otros; actos heroicos como éste merecen ser publicados y exaltados. Este campesino, sin instrucción académica, pero con alta formación de valores, debe ser un modelo a imitar en el país; sin embargo, ya parece haber pasado al olvido.
Hombres como Luis Eider Dagua, son los verdaderos héroes que merecen medallas como la Cruz de Boyacá o exaltaciones en el Congreso de la República; merecen entrevistas en los grandes medios, para que su comportamiento modele el actuar de muchos colombianos que siguen indiferentes ante lo que sucede en el país, en lugar de seguirle haciendo apología a la violencia desde los mismos noticieros o redes sociales, pues los bárbaros no pueden seguir teniendo cabida en las expresiones de una sociedad civilizada que, a pesar de estar convencida de que el terror es un elemento que nos mantiene atados a un pasado perverso, no se atreve a gritarlo más allá de sus dormitorios o en sus carros con los vidrios arriba, tal vez como una forma cómoda de seguir viviendo en una estructura que amenaza a todos con ser las próximas víctimas.
[email protected] Twitter: @Oscararizadaza
BITÁCORA Por: Oscar Ariza En Colombia hay hegemonía del pensamiento violento enmarcado en una época de conflicto vuelta insuperable y eterno, por la poca voluntad de paz que profesan los grupos irregulares, lo que revela una equivocada tendencia al ejercicio de un poder que utiliza la fuerza, represión y violación de los derechos humanos para […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
En Colombia hay hegemonía del pensamiento violento enmarcado en una época de conflicto vuelta insuperable y eterno, por la poca voluntad de paz que profesan los grupos irregulares, lo que revela una equivocada tendencia al ejercicio de un poder que utiliza la fuerza, represión y violación de los derechos humanos para la conquista de tal fin. Esta acciones enmarcadas en el ideologema civilización-barbarie; son absurdas y abominables, por ser un mecanismo ineficaz para entrar en procesos modernos. No obstante se sigue legitimando su uso.
Todo indica que, como consecuencia del conflicto armado, no podremos salir de la época de barbarie en la que hemos vivido desde hace más de cinco décadas, en las que el único lenguaje permitido ha sido y seguirá siendo el de las balas, la tortura y la violación de los derechos humanos, porque los violentos cada día ratifican que carecen de un discurso racional. A pesar de sus engañosos gestos de paz, las acciones violentas con bombas, ataques y hostigamientos a poblaciones indican que las Farc hace mucho tiempo perdieron su horizonte revolucionario, para convertirse en delincuentes.
La violencia ha permeado tanto en el imaginario cultural, que es común jugar con noticias pavorosas y falsas alarmas que han terminado por instaurar una cultura de terrorismo psicológico, que desde las redes sociales se expande con tanto morbo que da la apariencia de vivir en una sociedad enferma de intimidación, que crea ambientes de caos como mecanismos de diversión.
A diario pululan por las redes sociales sin ningún control y sin caer en la cuenta del enorme daño que causan a la estabilidad del país, los mensajes de cadena anunciando ataques de la guerrilla, bombas en calles y avenidas, secuestros y retenes en las carreteras.
Este tipo de conducta es producida por el mismo ambiente en que se desenvuelve nuestra realidad, pues mientras las Farc anuncian la decisión de no secuestrar más, la población se convenció de la incoherencia de este grupo, que con una mano muestra la engañosa bandera de paz y con la otra, dispara fusiles y lanza bombas en los pueblos.
El colmo de estas demenciales prácticas violentas se puso de manifiesto hace algunos días con el testimonio de Luis Eider Dagua, un campesino víctima del comportamiento premoderno y bestial de las Farc que lo torturaron, hasta el punto de cocerle la boca y golpearle las manos con una piedra, porque se negó a llevar un caballo cargado con una bomba para ser detonada frente a integrantes del Ejército Nacional.
Todo el país rechazó la forma como se pisoteó la humanidad de este valeroso campesino, quien por sus convicciones cristianas se negó a participar en un acto terrorista que haría daño a sus semejantes.
Los noticieros registraron la tenebrosa noticia, pero ninguno fue capaz de exaltar en demasía la acción del campesino quien expuso su vida para defender la de otros; actos heroicos como éste merecen ser publicados y exaltados. Este campesino, sin instrucción académica, pero con alta formación de valores, debe ser un modelo a imitar en el país; sin embargo, ya parece haber pasado al olvido.
Hombres como Luis Eider Dagua, son los verdaderos héroes que merecen medallas como la Cruz de Boyacá o exaltaciones en el Congreso de la República; merecen entrevistas en los grandes medios, para que su comportamiento modele el actuar de muchos colombianos que siguen indiferentes ante lo que sucede en el país, en lugar de seguirle haciendo apología a la violencia desde los mismos noticieros o redes sociales, pues los bárbaros no pueden seguir teniendo cabida en las expresiones de una sociedad civilizada que, a pesar de estar convencida de que el terror es un elemento que nos mantiene atados a un pasado perverso, no se atreve a gritarlo más allá de sus dormitorios o en sus carros con los vidrios arriba, tal vez como una forma cómoda de seguir viviendo en una estructura que amenaza a todos con ser las próximas víctimas.
[email protected] Twitter: @Oscararizadaza