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Columnista - 27 noviembre, 2011

Opiniones virtuales

Cortísimo Metraje Por Jarol Ferreira “Sólo me importa lo que no me importa, y tú claro que me importas, por eso no me importas.” Manolo Martínez Para quienes semanalmente debemos erigir de la nada una columna, las opiniones de los lectores son la mejor ofrenda que se pueda recibir como contraprestación por el esfuerzo empleado […]

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Cortísimo Metraje

Por Jarol Ferreira

“Sólo me importa lo que no me importa,
y tú claro que me importas, por eso no me importas.”
Manolo Martínez

Para quienes semanalmente debemos erigir de la nada una columna, las opiniones de los lectores son la mejor ofrenda que se pueda recibir como contraprestación por el esfuerzo empleado en tan estéril causa. En el nuevo milenio un comentario en la página virtual de la sección de opinión del periódico vale más que lo que representó el maíz para nuestros antepasados Chibchas. Por lo que decidí clasificar para ustedes aquellos que últimamente he recibido, separándolos en tres bastos grupos:

El primer conjunto está formado por columnistas frustrados, gente que por falta de la aptitud y actitud indispensables para ejercer el duro oficio de la escritura a tiempo, recurren a lo que consideran “su espacio” para consignar sus interminables esperpentos. Creen ser  lo que le hace falta al periódico para mejorar. Sus  análisis y conclusiones, mudas de no ser por esta democrática alternativa comunicativa, son siempre ladrillos, paredes de ladrillos; compendios voluminosos cuya única finalidad es blandir abortos de intelectualidad como símbolos de estatus.

En la mitad están los ecuánimes. Estos son escritos por personas que opinan sin pretender endiosar ni condenar a nadie.

Y por último están los de repudio, abucheo y agravio. Aborrecen la personalidad y  estilo literario del columnista. Son publicados, algunos bajo seudónimos, por contradictores secretamente enamorados  del arrojo del escritor, en cuyos cerebros sin embargo cualquier elemento por fuera de lo establecido produce miedo y culpa. El no lograr procesar por fuera de lo pre codificado los justifica. Aunque en resumidas cuentas es que lo leído inconscientemente se opone a sus convicciones, y de esa incauta situación nace en él una agobiante sensación de desasosiego que finalmente es transformada en un texto amorfo contra el desprevenido periodista. Arrogante e irritante, esta subespecie está convencida de tener potestad para descargar sus frustraciones a través de mal intencionados y torpes comentarios que finalmente solo terminan dando cuenta de sus rezagos en el campo de la intelectualidad. Como esos lagartos de las tertulias literarias, convencidos de un conocimiento que no tienen, estos esnobs permean este tipo de escenarios virtuales, plagándolos con sus pestilentes ínfulas. Su falta de recursos idiomáticos los condena a la utilización de la vulgaridad  como único recurso de increpación escrita.
Están convencidos de que su contrariedad es  producto de la divinidad misma del Creador y por lo tanto pueden vomitar  a diestra y siniestra, acudiendo al insufrible espacio de desahogo del periódico para expresar virtualmente lo que no se atreverían a decirle cara a cara al autor.

De los tres, para mí los más estimulantes son los últimos. No porque me identifique con ellos, si no porque al leerlos  sé que estoy llegando a quienes más me necesitan. Ojalá nunca me olviden en sus oraciones.

Columnista
27 noviembre, 2011

Opiniones virtuales

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Cortísimo Metraje Por Jarol Ferreira “Sólo me importa lo que no me importa, y tú claro que me importas, por eso no me importas.” Manolo Martínez Para quienes semanalmente debemos erigir de la nada una columna, las opiniones de los lectores son la mejor ofrenda que se pueda recibir como contraprestación por el esfuerzo empleado […]


Cortísimo Metraje

Por Jarol Ferreira

“Sólo me importa lo que no me importa,
y tú claro que me importas, por eso no me importas.”
Manolo Martínez

Para quienes semanalmente debemos erigir de la nada una columna, las opiniones de los lectores son la mejor ofrenda que se pueda recibir como contraprestación por el esfuerzo empleado en tan estéril causa. En el nuevo milenio un comentario en la página virtual de la sección de opinión del periódico vale más que lo que representó el maíz para nuestros antepasados Chibchas. Por lo que decidí clasificar para ustedes aquellos que últimamente he recibido, separándolos en tres bastos grupos:

El primer conjunto está formado por columnistas frustrados, gente que por falta de la aptitud y actitud indispensables para ejercer el duro oficio de la escritura a tiempo, recurren a lo que consideran “su espacio” para consignar sus interminables esperpentos. Creen ser  lo que le hace falta al periódico para mejorar. Sus  análisis y conclusiones, mudas de no ser por esta democrática alternativa comunicativa, son siempre ladrillos, paredes de ladrillos; compendios voluminosos cuya única finalidad es blandir abortos de intelectualidad como símbolos de estatus.

En la mitad están los ecuánimes. Estos son escritos por personas que opinan sin pretender endiosar ni condenar a nadie.

Y por último están los de repudio, abucheo y agravio. Aborrecen la personalidad y  estilo literario del columnista. Son publicados, algunos bajo seudónimos, por contradictores secretamente enamorados  del arrojo del escritor, en cuyos cerebros sin embargo cualquier elemento por fuera de lo establecido produce miedo y culpa. El no lograr procesar por fuera de lo pre codificado los justifica. Aunque en resumidas cuentas es que lo leído inconscientemente se opone a sus convicciones, y de esa incauta situación nace en él una agobiante sensación de desasosiego que finalmente es transformada en un texto amorfo contra el desprevenido periodista. Arrogante e irritante, esta subespecie está convencida de tener potestad para descargar sus frustraciones a través de mal intencionados y torpes comentarios que finalmente solo terminan dando cuenta de sus rezagos en el campo de la intelectualidad. Como esos lagartos de las tertulias literarias, convencidos de un conocimiento que no tienen, estos esnobs permean este tipo de escenarios virtuales, plagándolos con sus pestilentes ínfulas. Su falta de recursos idiomáticos los condena a la utilización de la vulgaridad  como único recurso de increpación escrita.
Están convencidos de que su contrariedad es  producto de la divinidad misma del Creador y por lo tanto pueden vomitar  a diestra y siniestra, acudiendo al insufrible espacio de desahogo del periódico para expresar virtualmente lo que no se atreverían a decirle cara a cara al autor.

De los tres, para mí los más estimulantes son los últimos. No porque me identifique con ellos, si no porque al leerlos  sé que estoy llegando a quienes más me necesitan. Ojalá nunca me olviden en sus oraciones.