BITÁCORA Por: Oscar Ariza Ningún otro folclor ha dado tantas alegrías a Colombia, tantos honores y reconocimientos a nivel nacional e internacional como el vallenato que nace en las provincias y pueblos donde florece en forma natural como parte del quehacer cotidiano vinculado con la producción de la tierra. Esa expresión de vida se materializa […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Ningún otro folclor ha dado tantas alegrías a Colombia, tantos honores y reconocimientos a nivel nacional e internacional como el vallenato que nace en las provincias y pueblos donde florece en forma natural como parte del quehacer cotidiano vinculado con la producción de la tierra.
Esa expresión de vida se materializa cuando es elevada a su máximo grado de coherencia por el canto innato de juglares como Lorenzo Morales que en forma sobrenatural se levantan desde su condición local para hacerse universales en la más hermosa expresión comunicativa que alguien pueda tener jamás.
Estos cantores representan la ancha garganta de un pueblo que todo lo quiere decir, todo lo quiere contar, todo lo quiere poetizar en melodías irrepetibles y consagradas al arte de amar a los amigos, a la tierra, al ganado y a la mujer por la que cada canción se convierte en un tratado del amar que igual podría desembocar en el júbilo o la tristeza, pues los hilos del amor son tan delgados que no distinguen la frontera de la nostalgia, el dolor o el goce como resultado del accionar del corazón que siempre es engañoso.
Cuando la música vallenata empezó a extenderse por el Caribe, brotaron de cada pueblo figuras emblemáticas que la habrían de consolidar como una expresión cultural inigualable e insuperable. Ellos son el producto de una conciencia colectiva que quería contarle al mundo una forma particular de percibir e interpretar la realidad. Lorenzo Morales es uno de esos rapsodas vallenatos que ayudó a configurar desde sus canciones, una manera de ser que nos identifica en cualquier parte del mundo.
Los cantos interpretados por Moralito, como lo llamamos con cariño, se constituyen en un elemento fundamental para entender los sistemas éticos de toda una región que a partir de lo popular y lo cotidiano construyen sus imaginarios poéticos basados en costumbres y en sistemas de valores específicos pero universales, que en buena medida son interpretados por ellos como sujetos culturales que cantan a nombre de toda una colectividad.
Con Lorenzo Morales se generaron las bases fundamentales para la expansión de nuestra música vallenata, porque ayudó a modelar estilos que hoy con orgullo constituyen escuelas del canto donde se le rinde tributo por su inigualable aporte a las nuevas generaciones de acordeoneros y cantautores.
Juglares como Moralito son los responsables de que hoy se conozca nuestra historia vallenata estructurada desde múltiples relatos musicales que dan cuenta del momento histórico, político, social y cultural en que se vivía y de la percepción que el cantautor tenía de la realidad. Sus cantos juglarescos dialogan con el pasado y con el presente como fuente principal para la estructuración de una tradición folclórica musical. Él hace parte de esos pioneros que cantaron a la tierra y pusieron los cimientos para la consolidación del arte, para que las generaciones futuras consolidaran y defendieran su valor como patrimonio único e intangible.
La música vallenata lleva implícita su carácter narrativo. Desde sus orígenes, contar hechos cotidianos se convirtió en una necesidad del hombre de interpretar su entorno y de hablar a nombre de un sujeto colectivo. Cuando Moralito tocaba, cantaba y narraba, creaba la mejor herramienta para establecer diversos tipos de comunicación, a la manera de los antiguos cantores de gestas medievales, pues toda canción y todo cantor vallenato parte de la necesidad de contar un hecho real, bien sea para magnificarlo, criticarlo o burlarlo.
Gracias maestro Moralito por cada canto con el que coloreó el paisaje, las tristezas, la alegría y el amor, pero sobre todo nuestra gratitud por toda esa vida consagrada a poner en alto nuestra sencilla forma de vivir y percibir la realidad que nos afecta desde nuestras particularidades, hoy universalmente conocidas gracias a juglares como usted que cuentan al mundo su percepción de todo aquello que les afecta, a la manera de los gallos finos con cantos que salen de las entrañas del acordeón y del alma para narrar la vida o a la muerte si es preciso.
El mundo vallenato lamenta profundamente su partida, para unirse a la pléyade de juglares que hoy cantan como los lleva el viento, como los trae el viento. Gracias por sus melodías que retumban en la memoria del folclor!
BITÁCORA Por: Oscar Ariza Ningún otro folclor ha dado tantas alegrías a Colombia, tantos honores y reconocimientos a nivel nacional e internacional como el vallenato que nace en las provincias y pueblos donde florece en forma natural como parte del quehacer cotidiano vinculado con la producción de la tierra. Esa expresión de vida se materializa […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Ningún otro folclor ha dado tantas alegrías a Colombia, tantos honores y reconocimientos a nivel nacional e internacional como el vallenato que nace en las provincias y pueblos donde florece en forma natural como parte del quehacer cotidiano vinculado con la producción de la tierra.
Esa expresión de vida se materializa cuando es elevada a su máximo grado de coherencia por el canto innato de juglares como Lorenzo Morales que en forma sobrenatural se levantan desde su condición local para hacerse universales en la más hermosa expresión comunicativa que alguien pueda tener jamás.
Estos cantores representan la ancha garganta de un pueblo que todo lo quiere decir, todo lo quiere contar, todo lo quiere poetizar en melodías irrepetibles y consagradas al arte de amar a los amigos, a la tierra, al ganado y a la mujer por la que cada canción se convierte en un tratado del amar que igual podría desembocar en el júbilo o la tristeza, pues los hilos del amor son tan delgados que no distinguen la frontera de la nostalgia, el dolor o el goce como resultado del accionar del corazón que siempre es engañoso.
Cuando la música vallenata empezó a extenderse por el Caribe, brotaron de cada pueblo figuras emblemáticas que la habrían de consolidar como una expresión cultural inigualable e insuperable. Ellos son el producto de una conciencia colectiva que quería contarle al mundo una forma particular de percibir e interpretar la realidad. Lorenzo Morales es uno de esos rapsodas vallenatos que ayudó a configurar desde sus canciones, una manera de ser que nos identifica en cualquier parte del mundo.
Los cantos interpretados por Moralito, como lo llamamos con cariño, se constituyen en un elemento fundamental para entender los sistemas éticos de toda una región que a partir de lo popular y lo cotidiano construyen sus imaginarios poéticos basados en costumbres y en sistemas de valores específicos pero universales, que en buena medida son interpretados por ellos como sujetos culturales que cantan a nombre de toda una colectividad.
Con Lorenzo Morales se generaron las bases fundamentales para la expansión de nuestra música vallenata, porque ayudó a modelar estilos que hoy con orgullo constituyen escuelas del canto donde se le rinde tributo por su inigualable aporte a las nuevas generaciones de acordeoneros y cantautores.
Juglares como Moralito son los responsables de que hoy se conozca nuestra historia vallenata estructurada desde múltiples relatos musicales que dan cuenta del momento histórico, político, social y cultural en que se vivía y de la percepción que el cantautor tenía de la realidad. Sus cantos juglarescos dialogan con el pasado y con el presente como fuente principal para la estructuración de una tradición folclórica musical. Él hace parte de esos pioneros que cantaron a la tierra y pusieron los cimientos para la consolidación del arte, para que las generaciones futuras consolidaran y defendieran su valor como patrimonio único e intangible.
La música vallenata lleva implícita su carácter narrativo. Desde sus orígenes, contar hechos cotidianos se convirtió en una necesidad del hombre de interpretar su entorno y de hablar a nombre de un sujeto colectivo. Cuando Moralito tocaba, cantaba y narraba, creaba la mejor herramienta para establecer diversos tipos de comunicación, a la manera de los antiguos cantores de gestas medievales, pues toda canción y todo cantor vallenato parte de la necesidad de contar un hecho real, bien sea para magnificarlo, criticarlo o burlarlo.
Gracias maestro Moralito por cada canto con el que coloreó el paisaje, las tristezas, la alegría y el amor, pero sobre todo nuestra gratitud por toda esa vida consagrada a poner en alto nuestra sencilla forma de vivir y percibir la realidad que nos afecta desde nuestras particularidades, hoy universalmente conocidas gracias a juglares como usted que cuentan al mundo su percepción de todo aquello que les afecta, a la manera de los gallos finos con cantos que salen de las entrañas del acordeón y del alma para narrar la vida o a la muerte si es preciso.
El mundo vallenato lamenta profundamente su partida, para unirse a la pléyade de juglares que hoy cantan como los lleva el viento, como los trae el viento. Gracias por sus melodías que retumban en la memoria del folclor!