Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ En el año 1.945, se jugó en Chile el Suramericano de Fútbol, hoy Copa América. Gabino Granados, compañero de estudios en el Liceo Celedón, que jugó de interior derecho en nuestra selección me trajo de Santiago de Chile un ejemplar de El Gráfico bonaerense, el cual traía un reportaje sobre el […]
Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ
En el año 1.945, se jugó en Chile el Suramericano de Fútbol, hoy Copa América. Gabino Granados, compañero de estudios en el Liceo Celedón, que jugó de interior derecho en nuestra selección me trajo de Santiago de Chile un ejemplar de El Gráfico bonaerense, el cual traía un reportaje sobre el equipo River Plate de Buenos Aires, en el cual se destacaba su delantera integrada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Era la delantera más efectiva del fútbol argentino, sus hinchas los llamaban “Los Caballeros de la Angustia” porque todos usaban una larga cabellera y porque en el desarrollo de los partidos jugaban y jugaban, se pasaban la pelota, llegaban al arco y no tiraban sino que se devolvían al centro del campo; mientras, en las tribunas los hinchas se desesperaban, se angustiaban, dicen que muchos llevaban coramina para tomar porque ya sabían que en la cancha iban a sufrir y no querían desmayarse y perderse el final que era, de acuerdo con el partido y el score que llevaba cuando uno de ellos, Moreno o Pedernera más frecuentemente, hacía una señal y como por arte de magia hacían los goles que hicieran falta para ganar.
Por supuesto que los que componían la defensiva no eran inferiores en sus puestos a la delantera, porque los once integraban un equipo, máxima concentración de trabajo en un colectivo de fútbol asociado para hacer goles y evitar que nos los hagan, que desde el principio y hasta el final, es la esencia del fútbol. Es lo que está haciendo el Barcelona en la era de Messi, lo que hizo Millonarios con Pedernera, Di Stéfano, y Rossi, el Real Madrid con Di Stéfano, Rial, Puskas; y – generalmente- la selección de Brasil cada 4 años para los mundiales, porque ganar en el fútbol no es cuestión de suerte ni de apellidos ni recomendaciones, es, como todo en la vida, de trabajo disciplinado, bien orientado y mejor dirigido, de sacrificio si fuere necesario de fe en sí mismo y en el conocimiento a fondo del adversario; pues si no lo conocemos bien, es difícil que lo venzamos. Eso es lo que dicen los tratadistas militares acerca de las guerras y el fútbol es una guerra deportiva y pacífica.
A este equipo de River de 1.945 fue del que me hice hincha y después, en Buenos Aires, luego de inscribirme en la Facultad fui a Suipacha 574 y me hice socio y después trabajé en el Monumental nueve años en el Departamento Médico, y ahí conocí a mi mujer, ejerciendo también de Médica, con quien vivimos 45 años.
Esta es mi historia con River, imagínense cómo puedo estar con el golpe de su descenso pero lo que me angustia y preocupa más que el descenso es la causa: la corrupción, que vino de afuera, como llega también la infección, se coló hasta la Presidencia, donde hizo de todo con unos compinches que llevó el Presidente y destrozaron el club, le desmembraron su espina dorsal que es lo principal de la entidad, todo lo que tiene River lo produjo el fútbol y convirtieron la máquina de fútbol en algo obsoleto.
Le fueron sacando a River todo lo valioso que tenía, que eran sus jugadores virtuosos, los vendieron todos y nadie sabe la cantidad como tampoco sabe nadie cuanto costaron sus reemplazos, se dieron cuenta, sí, que no eran iguales, los que se fueron eran superiores, los que se fueron eran jugadores para jugar en cualquier primera, los que vinieron, quizá en segunda, así las cosas, el tiempo hizo el resto; y ya tenemos no el equipo de primera sino el de segunda, que nunca lo soñamos y es tan real que clasificamos y todo para entrar a la segunda. Qué ignominia!
Nada de disculpas ahora porque Passarella es soberbio; si lo es, lo fue también cuando fue campeón con el equipo y lo habrá sido también cuando fue Campeón Mundial con la Selección Argentina; si ser soberbio es un obstáculo para la carrera de un deportista, ahora que está arriba se dan cuenta? ¿Cuándo estaba abajo no se dieron cuenta?. No, porque estaba para hacer mandados; y después, y por qué le dieron el voto para tantas cosas? Yo no creo que Passarella tenga más culpa que cualquier hincha, socio o Directivo del Club que no se dieron cuenta de lo que pasó antes y si se dieron, no dijeron nada.
Pensar que River Plate se paseó por toda América, Europa y el mundo demostrando su conocimiento y sapiencia del fútbol así como las virtudes de nuestros jugadores que siempre fueron extraídos entre los mejores de nuestro continente, mientras llevaban un mensaje de paz a los otros pueblos. Todo era orgullo para todos; entonces, hoy que las cosas son al revés, necesitamos la unión para hacer lo que haya que hacer. Yo creo que ya están dichas todas las palabras, ahora hay que actuar, que la mayor cantidad de socios se entere de la situación real de la entidad para saber lo que hay que hacer, pensando regresar a casa; a la primera, la nuestra.
Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ En el año 1.945, se jugó en Chile el Suramericano de Fútbol, hoy Copa América. Gabino Granados, compañero de estudios en el Liceo Celedón, que jugó de interior derecho en nuestra selección me trajo de Santiago de Chile un ejemplar de El Gráfico bonaerense, el cual traía un reportaje sobre el […]
Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ
En el año 1.945, se jugó en Chile el Suramericano de Fútbol, hoy Copa América. Gabino Granados, compañero de estudios en el Liceo Celedón, que jugó de interior derecho en nuestra selección me trajo de Santiago de Chile un ejemplar de El Gráfico bonaerense, el cual traía un reportaje sobre el equipo River Plate de Buenos Aires, en el cual se destacaba su delantera integrada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Era la delantera más efectiva del fútbol argentino, sus hinchas los llamaban “Los Caballeros de la Angustia” porque todos usaban una larga cabellera y porque en el desarrollo de los partidos jugaban y jugaban, se pasaban la pelota, llegaban al arco y no tiraban sino que se devolvían al centro del campo; mientras, en las tribunas los hinchas se desesperaban, se angustiaban, dicen que muchos llevaban coramina para tomar porque ya sabían que en la cancha iban a sufrir y no querían desmayarse y perderse el final que era, de acuerdo con el partido y el score que llevaba cuando uno de ellos, Moreno o Pedernera más frecuentemente, hacía una señal y como por arte de magia hacían los goles que hicieran falta para ganar.
Por supuesto que los que componían la defensiva no eran inferiores en sus puestos a la delantera, porque los once integraban un equipo, máxima concentración de trabajo en un colectivo de fútbol asociado para hacer goles y evitar que nos los hagan, que desde el principio y hasta el final, es la esencia del fútbol. Es lo que está haciendo el Barcelona en la era de Messi, lo que hizo Millonarios con Pedernera, Di Stéfano, y Rossi, el Real Madrid con Di Stéfano, Rial, Puskas; y – generalmente- la selección de Brasil cada 4 años para los mundiales, porque ganar en el fútbol no es cuestión de suerte ni de apellidos ni recomendaciones, es, como todo en la vida, de trabajo disciplinado, bien orientado y mejor dirigido, de sacrificio si fuere necesario de fe en sí mismo y en el conocimiento a fondo del adversario; pues si no lo conocemos bien, es difícil que lo venzamos. Eso es lo que dicen los tratadistas militares acerca de las guerras y el fútbol es una guerra deportiva y pacífica.
A este equipo de River de 1.945 fue del que me hice hincha y después, en Buenos Aires, luego de inscribirme en la Facultad fui a Suipacha 574 y me hice socio y después trabajé en el Monumental nueve años en el Departamento Médico, y ahí conocí a mi mujer, ejerciendo también de Médica, con quien vivimos 45 años.
Esta es mi historia con River, imagínense cómo puedo estar con el golpe de su descenso pero lo que me angustia y preocupa más que el descenso es la causa: la corrupción, que vino de afuera, como llega también la infección, se coló hasta la Presidencia, donde hizo de todo con unos compinches que llevó el Presidente y destrozaron el club, le desmembraron su espina dorsal que es lo principal de la entidad, todo lo que tiene River lo produjo el fútbol y convirtieron la máquina de fútbol en algo obsoleto.
Le fueron sacando a River todo lo valioso que tenía, que eran sus jugadores virtuosos, los vendieron todos y nadie sabe la cantidad como tampoco sabe nadie cuanto costaron sus reemplazos, se dieron cuenta, sí, que no eran iguales, los que se fueron eran superiores, los que se fueron eran jugadores para jugar en cualquier primera, los que vinieron, quizá en segunda, así las cosas, el tiempo hizo el resto; y ya tenemos no el equipo de primera sino el de segunda, que nunca lo soñamos y es tan real que clasificamos y todo para entrar a la segunda. Qué ignominia!
Nada de disculpas ahora porque Passarella es soberbio; si lo es, lo fue también cuando fue campeón con el equipo y lo habrá sido también cuando fue Campeón Mundial con la Selección Argentina; si ser soberbio es un obstáculo para la carrera de un deportista, ahora que está arriba se dan cuenta? ¿Cuándo estaba abajo no se dieron cuenta?. No, porque estaba para hacer mandados; y después, y por qué le dieron el voto para tantas cosas? Yo no creo que Passarella tenga más culpa que cualquier hincha, socio o Directivo del Club que no se dieron cuenta de lo que pasó antes y si se dieron, no dijeron nada.
Pensar que River Plate se paseó por toda América, Europa y el mundo demostrando su conocimiento y sapiencia del fútbol así como las virtudes de nuestros jugadores que siempre fueron extraídos entre los mejores de nuestro continente, mientras llevaban un mensaje de paz a los otros pueblos. Todo era orgullo para todos; entonces, hoy que las cosas son al revés, necesitamos la unión para hacer lo que haya que hacer. Yo creo que ya están dichas todas las palabras, ahora hay que actuar, que la mayor cantidad de socios se entere de la situación real de la entidad para saber lo que hay que hacer, pensando regresar a casa; a la primera, la nuestra.