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Columnista - 30 mayo, 2011

Crónica de un acto delictivo

EL TINAJERO Por: José Atuesta Mindiola Esta crónica es un caso emblemático de cómo sucede en la ciudad el atraco callejero. La joven mujer iba a pie llegando a su casa, y de pronto como fantasmas, interrumpen dos motos con sus respectivos parrilleros y le hacen el corralito; con brusquedad la tumba, se hiere en […]

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EL TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola

Esta crónica es un caso emblemático de cómo sucede en la ciudad el atraco callejero. La joven mujer iba a pie llegando a su casa, y de pronto como fantasmas, interrumpen dos motos con sus respectivos parrilleros y le hacen el corralito; con brusquedad la tumba, se hiere en la rodilla, y casi le desprenden el hombro, cuando le arrancan el bolso, donde tiene su blackberry, la tarjeta débito, dinero en efectivo, un pasaje en avión y sus documentos de identidad.
A pesar de todo, hay que dar gracias a Dios, que no hubo mayor agresión. Las cosas materiales se pueden recuperar. Ese es el comentario habitual, cuando sucede  este tipo de delito. La siguiente escena. Como no falta alguien, el celador del barrio o un vecino del barrio, que diga el color de las motos y la ruta por donde se fugan. Los familiares desesperados llaman al 112 de la policía,  y después de varios intentos se establece la comunicación,  y anuncian que ya van en camino; mientras se alarga la espera, se opta, aún con la herida sangrante para conmover la efectividad de la justicia, ir  la Unidad de Reacción Inmediata (URI), donde se llega con la ilusión de poner el denuncio para que esta Unidad actúe de manera inmediata a perseguir a los actores del hecho delictivo; pero hay que someterse a un turno, porque son pocos los funcionarios y se reciben varios tipos de denuncias (violencia intrafamiliar, amenazas presuntas o reales, robos domésticos…). Alguien dijo de manera irónica, que la URI  a  veces debe llamarse URR (Unidad de Reacción Retardada).
Después de las dos horas de estar en la URI; se sigue a la clínica para que un médico diagnostique el estado de la herida, ordene las curaciones y formule el tratamiento de rigor. El siguiente paso, es proceder a bloquear las tarjetas y el celular.
Al día  siguiente, la mujer atracada, por motivos de trabajo tiene que viajar a Bogotá. Al robarles el bolso con todos los documentos, baja de sus carpetas virtuales fotocopias de la cédula, de su tarjeta profesional y del pasaje que había comprado por Internet. En el aeropuerto, los agentes de la empresa de aviación, ponen miles de obstáculos porque  es requisito imprescindible la cédula original, no obstante de presentar copia del denuncio del atraco y el robo de documentos en la Fiscalía (URI), de tener las evidencias del atraco en la rodilla herida y fotocopias de la cédula y el carnet. Al final, la lógica de la decencia y la razón hizo que los funcionarios comprendieran, que La Ley debe amparar a los buenos ciudadanos.
Luego de tres largos días de tristeza y de preocupación pensando en los trámites espinosos para renovar los documentos, los asaltantes en un acto de misericordia y  de arrepentimiento, tiran en un paraje enmontado el bolso con los documentos; un bondadoso muchacho los toma y se los entrega a una señora, que cumple con el deber solidario de llamar a los padres de la joven y entregarlos, sin pedir nada a cambio. Felicitaciones a esta buena ciudadana, que Dios la proteja y la premie.

DECIMAS DE LA SEMANA
I
La potencia fronteriza
de La Voz del Cañaguate
ya vuelve con sus quilates
a difundir las noticias,
sus programas y primicias
tienen mucha sintonía,
porque nos mantiene al día
de sucesos y opiniones;
con todos sus locutores
brindemos con alegría.

II
Si crece el Guatapurí
y viene con turbiedad,
seguro que en la ciudad
no hay agua, porque es así;
yo reclamo desde aquí,
una solución urgente,
atrás quedó el siglo veinte
con sus artesanos días;
contratar tecnologías,
su compromiso gerente.

Columnista
30 mayo, 2011

Crónica de un acto delictivo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

EL TINAJERO Por: José Atuesta Mindiola Esta crónica es un caso emblemático de cómo sucede en la ciudad el atraco callejero. La joven mujer iba a pie llegando a su casa, y de pronto como fantasmas, interrumpen dos motos con sus respectivos parrilleros y le hacen el corralito; con brusquedad la tumba, se hiere en […]


EL TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola

Esta crónica es un caso emblemático de cómo sucede en la ciudad el atraco callejero. La joven mujer iba a pie llegando a su casa, y de pronto como fantasmas, interrumpen dos motos con sus respectivos parrilleros y le hacen el corralito; con brusquedad la tumba, se hiere en la rodilla, y casi le desprenden el hombro, cuando le arrancan el bolso, donde tiene su blackberry, la tarjeta débito, dinero en efectivo, un pasaje en avión y sus documentos de identidad.
A pesar de todo, hay que dar gracias a Dios, que no hubo mayor agresión. Las cosas materiales se pueden recuperar. Ese es el comentario habitual, cuando sucede  este tipo de delito. La siguiente escena. Como no falta alguien, el celador del barrio o un vecino del barrio, que diga el color de las motos y la ruta por donde se fugan. Los familiares desesperados llaman al 112 de la policía,  y después de varios intentos se establece la comunicación,  y anuncian que ya van en camino; mientras se alarga la espera, se opta, aún con la herida sangrante para conmover la efectividad de la justicia, ir  la Unidad de Reacción Inmediata (URI), donde se llega con la ilusión de poner el denuncio para que esta Unidad actúe de manera inmediata a perseguir a los actores del hecho delictivo; pero hay que someterse a un turno, porque son pocos los funcionarios y se reciben varios tipos de denuncias (violencia intrafamiliar, amenazas presuntas o reales, robos domésticos…). Alguien dijo de manera irónica, que la URI  a  veces debe llamarse URR (Unidad de Reacción Retardada).
Después de las dos horas de estar en la URI; se sigue a la clínica para que un médico diagnostique el estado de la herida, ordene las curaciones y formule el tratamiento de rigor. El siguiente paso, es proceder a bloquear las tarjetas y el celular.
Al día  siguiente, la mujer atracada, por motivos de trabajo tiene que viajar a Bogotá. Al robarles el bolso con todos los documentos, baja de sus carpetas virtuales fotocopias de la cédula, de su tarjeta profesional y del pasaje que había comprado por Internet. En el aeropuerto, los agentes de la empresa de aviación, ponen miles de obstáculos porque  es requisito imprescindible la cédula original, no obstante de presentar copia del denuncio del atraco y el robo de documentos en la Fiscalía (URI), de tener las evidencias del atraco en la rodilla herida y fotocopias de la cédula y el carnet. Al final, la lógica de la decencia y la razón hizo que los funcionarios comprendieran, que La Ley debe amparar a los buenos ciudadanos.
Luego de tres largos días de tristeza y de preocupación pensando en los trámites espinosos para renovar los documentos, los asaltantes en un acto de misericordia y  de arrepentimiento, tiran en un paraje enmontado el bolso con los documentos; un bondadoso muchacho los toma y se los entrega a una señora, que cumple con el deber solidario de llamar a los padres de la joven y entregarlos, sin pedir nada a cambio. Felicitaciones a esta buena ciudadana, que Dios la proteja y la premie.

DECIMAS DE LA SEMANA
I
La potencia fronteriza
de La Voz del Cañaguate
ya vuelve con sus quilates
a difundir las noticias,
sus programas y primicias
tienen mucha sintonía,
porque nos mantiene al día
de sucesos y opiniones;
con todos sus locutores
brindemos con alegría.

II
Si crece el Guatapurí
y viene con turbiedad,
seguro que en la ciudad
no hay agua, porque es así;
yo reclamo desde aquí,
una solución urgente,
atrás quedó el siglo veinte
con sus artesanos días;
contratar tecnologías,
su compromiso gerente.