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Columnista - 26 diciembre, 2024

La octava maravilla

Pero en estos días el protagonista fue el tango ‘La cama vacía’, del argentino Carlos Spaventa y regado por el mundo en la bonita voz del colombiano Óscar Agudelo.

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¿A quién no le ha pasado que en la madrugada lo asalta una canción y amanece con ella metida en la cabeza y a veces cantándola? A mí me pasa a cada rato y mis preferidas son: ‘Dina Luz’ de Escalona; ‘Villanueva mía’ de Hernando Marín; ‘Jamás te olvidaré’, un bolero que con Los Inseparables y el Trío Malanga dediqué en serenatas a Mercy en las voces incomparables de Lucho y Kuinke. Y no sé por qué, la ranchera ‘La Martina’, cantada por Tony Aguilar.

Pero en estos días el protagonista fue el tango ‘La cama vacía’, del argentino Carlos Spaventa y regado por el mundo en la bonita voz del colombiano Óscar Agudelo. Bueno, amanecí con la Cama Vacía en la cabeza recordando a mi amigo, hermano y concuñado ‘El negro Morón’, que en el Gran Café en Bogotá, al lado de la Iglesia Las Nieves, en los años 58, 59 y 60, fueron muchas las amanecidas que con él, bebiendo Germania, primero al clima y luego heladas, pues le hicimos comprar a don Jesús, el dueño, una pequeña nevera que rápidamente tuvo que reemplazar por un enfriador y por eso Guillermo Orozco Dangond, Ovidio, Ubaldo y Pedro Andrés Torres, Alais Habib, Álvaro Olivella Araujo, Ramiro Araujo Cotes y otros pocón de villanueveros y pacíficos tienen el mérito de haber conseguido que la cerveza pasara del clima a helada, lo cual fue imitado rápidamente por otros bares, como ‘El Okey’, ‘Cinco y Seis’, ‘Mogador’ y no del legendario Mario Criales; la cerveza al clima desapareció y creo que todavía la consumen de la canasta en la gélida y legendaria Tunja.

Muy temprano, con el primer tinto llegó a “saludarme” mi amigo y lotero Clemente Carabalí ingeniosamente bautizado por el gran Poncho Zuleta como la Octava Maravilla, con el mismo cuento de siempre del billete devuelto o anoche soñé con este número, o no vengo a pedirte sino a hacerte rico, bla, bla, bla. En ese momento se me salió: “querido amigo quisiera que al recibir la presente te halles bien y que la gente te acompañe por doquier”. Clemente, la Octava Maravilla se emocionó al oírme y ni corto ni perezoso me mostró otra faceta de su amplia vida, ya que es compositor anónimo, ha sido marinero y pescador pero de tiburones, tirador insigne que le pega a una moneda en el aire o a un cigarrillo, llegó a Sargento en el ejército, fue casi cura, contrabandista de chanclas en Maicao y Uribia, como tal diestro chofer y asegura ser piloto y ahora es lotero que no vocea su lotería ni la muestra, sino que tiene una distinguida clientela, Rodrigo Morón, Gerardo Calderón, Lubin Barranco y el Rey Carvajal que le aguantamos su rica y fantasiosa charla y nos tomamos un tinto o desayunamos con su grata compañía.

Clemente se emocionó cuando me oyó y siguió cantando el famoso y largo tango hasta su última estrofa “asombrado me quedé de ver la Cama Vacía” y al terminar me dijo: una vez hace muchos años llegué con Gonzalo Meza el esposo de tu cuñada Hilva vilmente asesinado y el doctor José Luis Ruano, un español muy rico, pintoso y casado con una hija de Pedro Castro al restaurante El Palacio de los Asados a comernos una carne con un picante inigualable y unas frías encima; ahí siempre había un Trío y en voz alta les dije acompáñeme y a capela sin micrófonos canté “La Cama Vacía”; cuando comencé había bulla, después silencio y al terminar una ovación estruendosa y la gente gritando otra, otra, otra, pero no pude porque quedé sin voz de la emoción.

Cuando el doctor Ruano pidió la cuenta lo exoneraron de ella, pero le pidieron que viniera con más frecuencia, pero eso sí, con ‘El Negrito’.

Para Gonzalo, mi inolvidable concuñado, mi hermano y compadre en el cielo,  y para el doctor Ruano, a quien no he vuelto a ver ni en películas, pero que estimo mucho este pequeño relato. Recordar es vivir.  

En pleno verano y ante la mirada indiferente de las autoridades respectivas siguen masacrando los árboles, para después gastar mucha agua en su recuperación, pero eso no importa, somos derrochones de ese vital líquido. 

¿Será posible que el par de cráteres que hay en la Avenida Pastrana, entre calles 14 y 15, sean reparados, pues día a día, como el poema de un peruano que no me acuerdo, crecen como “como crecen las sombras cuando el sol declina”? 

Por: José Manuel Aponte Martínez.

Columnista
26 diciembre, 2024

La octava maravilla

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Pero en estos días el protagonista fue el tango ‘La cama vacía’, del argentino Carlos Spaventa y regado por el mundo en la bonita voz del colombiano Óscar Agudelo.


¿A quién no le ha pasado que en la madrugada lo asalta una canción y amanece con ella metida en la cabeza y a veces cantándola? A mí me pasa a cada rato y mis preferidas son: ‘Dina Luz’ de Escalona; ‘Villanueva mía’ de Hernando Marín; ‘Jamás te olvidaré’, un bolero que con Los Inseparables y el Trío Malanga dediqué en serenatas a Mercy en las voces incomparables de Lucho y Kuinke. Y no sé por qué, la ranchera ‘La Martina’, cantada por Tony Aguilar.

Pero en estos días el protagonista fue el tango ‘La cama vacía’, del argentino Carlos Spaventa y regado por el mundo en la bonita voz del colombiano Óscar Agudelo. Bueno, amanecí con la Cama Vacía en la cabeza recordando a mi amigo, hermano y concuñado ‘El negro Morón’, que en el Gran Café en Bogotá, al lado de la Iglesia Las Nieves, en los años 58, 59 y 60, fueron muchas las amanecidas que con él, bebiendo Germania, primero al clima y luego heladas, pues le hicimos comprar a don Jesús, el dueño, una pequeña nevera que rápidamente tuvo que reemplazar por un enfriador y por eso Guillermo Orozco Dangond, Ovidio, Ubaldo y Pedro Andrés Torres, Alais Habib, Álvaro Olivella Araujo, Ramiro Araujo Cotes y otros pocón de villanueveros y pacíficos tienen el mérito de haber conseguido que la cerveza pasara del clima a helada, lo cual fue imitado rápidamente por otros bares, como ‘El Okey’, ‘Cinco y Seis’, ‘Mogador’ y no del legendario Mario Criales; la cerveza al clima desapareció y creo que todavía la consumen de la canasta en la gélida y legendaria Tunja.

Muy temprano, con el primer tinto llegó a “saludarme” mi amigo y lotero Clemente Carabalí ingeniosamente bautizado por el gran Poncho Zuleta como la Octava Maravilla, con el mismo cuento de siempre del billete devuelto o anoche soñé con este número, o no vengo a pedirte sino a hacerte rico, bla, bla, bla. En ese momento se me salió: “querido amigo quisiera que al recibir la presente te halles bien y que la gente te acompañe por doquier”. Clemente, la Octava Maravilla se emocionó al oírme y ni corto ni perezoso me mostró otra faceta de su amplia vida, ya que es compositor anónimo, ha sido marinero y pescador pero de tiburones, tirador insigne que le pega a una moneda en el aire o a un cigarrillo, llegó a Sargento en el ejército, fue casi cura, contrabandista de chanclas en Maicao y Uribia, como tal diestro chofer y asegura ser piloto y ahora es lotero que no vocea su lotería ni la muestra, sino que tiene una distinguida clientela, Rodrigo Morón, Gerardo Calderón, Lubin Barranco y el Rey Carvajal que le aguantamos su rica y fantasiosa charla y nos tomamos un tinto o desayunamos con su grata compañía.

Clemente se emocionó cuando me oyó y siguió cantando el famoso y largo tango hasta su última estrofa “asombrado me quedé de ver la Cama Vacía” y al terminar me dijo: una vez hace muchos años llegué con Gonzalo Meza el esposo de tu cuñada Hilva vilmente asesinado y el doctor José Luis Ruano, un español muy rico, pintoso y casado con una hija de Pedro Castro al restaurante El Palacio de los Asados a comernos una carne con un picante inigualable y unas frías encima; ahí siempre había un Trío y en voz alta les dije acompáñeme y a capela sin micrófonos canté “La Cama Vacía”; cuando comencé había bulla, después silencio y al terminar una ovación estruendosa y la gente gritando otra, otra, otra, pero no pude porque quedé sin voz de la emoción.

Cuando el doctor Ruano pidió la cuenta lo exoneraron de ella, pero le pidieron que viniera con más frecuencia, pero eso sí, con ‘El Negrito’.

Para Gonzalo, mi inolvidable concuñado, mi hermano y compadre en el cielo,  y para el doctor Ruano, a quien no he vuelto a ver ni en películas, pero que estimo mucho este pequeño relato. Recordar es vivir.  

En pleno verano y ante la mirada indiferente de las autoridades respectivas siguen masacrando los árboles, para después gastar mucha agua en su recuperación, pero eso no importa, somos derrochones de ese vital líquido. 

¿Será posible que el par de cráteres que hay en la Avenida Pastrana, entre calles 14 y 15, sean reparados, pues día a día, como el poema de un peruano que no me acuerdo, crecen como “como crecen las sombras cuando el sol declina”? 

Por: José Manuel Aponte Martínez.