El apóstol Pablo, al igual que Jesús, frecuentemente utilizaban metáforas para ilustrar grandes verdades del Evangelio. Si no estamos enterados de la analogía que se está usando podemos perder la riqueza del texto.
“Gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento”. 2 Corintios 2,14.
El apóstol Pablo, al igual que Jesús, frecuentemente utilizaban metáforas para ilustrar grandes verdades del Evangelio. Si no estamos enterados de la analogía que se está usando podemos perder la riqueza del texto.
Me gustan las metáforas porque permiten hablar y experimentar una escena desde la perspectiva lógica de otra. Es como hablar de A en términos de B. Es una proyección de material conceptual desde el origen al destino, teniendo como características la descripción de hechos particulares sobre una realidad, bajo la comprensión y experiencia de otros. Así, no son meras figuras del habla, son patrones de pensamiento. Ellas evocan significados, transportan pensamientos: provocan, confrontan, reafirman la identidad y proveen una nueva perspectiva acerca de algo.
La ilustración del texto de hoy fue tomada de una práctica de las interminables campañas militares del poderoso ejército romano. Se trataba del desfile triunfal que realizaban los generales que concluían con éxito una campaña contra algunos de los pueblos enemigos del vasto territorio que controlaban.
Cuando lograban sofocar una rebelión o ponían fin a alguna incursión para conquistar nuevos pueblos, el ejército victorioso regresaba a Roma y entraba a la gran ciudad con un desfile triunfal que era presenciado por toda la población, que se gozaba con los frutos de la campaña realizada. La increíble procesión iba acompañada de toda la pompa típica de la vida en Roma.
Encabezaban la marcha los sacerdotes que servían a los diferentes dioses del imperio, portando recipientes con incienso, los cuales esparcían un fragante perfume a lo largo de toda la ruta del desfile. Detrás de ellos marchaban las tropas del ejército victorioso, vitoreados por el pueblo. Seguidos, por el ejército derrotado, el cual llegaba encadenado, para ser vendidos como esclavos o convertidos en gladiadores. El general que había dirigido a las tropas victoriosas entraba en una carroza o montando un corcel brioso de color blanco.
Cada participante, marchantes y público, podían percibir el perfume que iban dejando los sacerdotes, pero tenían distinto significado para quienes lo olían. Para unos el olor grato de la victoria; para otros, el ejército vencido, la vergüenza de la derrota y la muerte inminente de muchos de ellos.
Querido amigo lector: Cristo despliega el grato olor de su victoria para este nuevo año 2025. Nosotros, su iglesia, sin distingos religiosos, somos llamados a despedir el aroma de su triunfo. Deseo que muchos percibiendo ese dulce olor encuentren al Cristo victorioso y disfruten de la vida de la gran familia celestial. Otros, sin embargo, necesitarán recapacitar acerca del verdadero significado de la Cruz para evadir su propia muerte espiritual.
Sea cual sea la realidad, recae sobre nosotros ser testigos del triunfo de nuestro Señor. Despedimos perfume de cosas santas cuando escogemos vivir la clase de vida a la que hemos sido llamados. Cuando ayudamos a esparcir el grato olor de su conocimiento y logramos que otros vean al Mesías en nuestras palabras, nuestros gestos y actitudes, nuestro comportamiento y nuestras obras.
Avancemos victoriosos contra las tinieblas de la duda, el secularismo ateo y la falta de conocimiento del Dios que hace posible lo imposible. Te deseo un bendecido nuevo año, cuenta con mis oraciones para que todo te salga bien. ¡Feliz año nuevo!
Por: Valerio Mejía.
El apóstol Pablo, al igual que Jesús, frecuentemente utilizaban metáforas para ilustrar grandes verdades del Evangelio. Si no estamos enterados de la analogía que se está usando podemos perder la riqueza del texto.
“Gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento”. 2 Corintios 2,14.
El apóstol Pablo, al igual que Jesús, frecuentemente utilizaban metáforas para ilustrar grandes verdades del Evangelio. Si no estamos enterados de la analogía que se está usando podemos perder la riqueza del texto.
Me gustan las metáforas porque permiten hablar y experimentar una escena desde la perspectiva lógica de otra. Es como hablar de A en términos de B. Es una proyección de material conceptual desde el origen al destino, teniendo como características la descripción de hechos particulares sobre una realidad, bajo la comprensión y experiencia de otros. Así, no son meras figuras del habla, son patrones de pensamiento. Ellas evocan significados, transportan pensamientos: provocan, confrontan, reafirman la identidad y proveen una nueva perspectiva acerca de algo.
La ilustración del texto de hoy fue tomada de una práctica de las interminables campañas militares del poderoso ejército romano. Se trataba del desfile triunfal que realizaban los generales que concluían con éxito una campaña contra algunos de los pueblos enemigos del vasto territorio que controlaban.
Cuando lograban sofocar una rebelión o ponían fin a alguna incursión para conquistar nuevos pueblos, el ejército victorioso regresaba a Roma y entraba a la gran ciudad con un desfile triunfal que era presenciado por toda la población, que se gozaba con los frutos de la campaña realizada. La increíble procesión iba acompañada de toda la pompa típica de la vida en Roma.
Encabezaban la marcha los sacerdotes que servían a los diferentes dioses del imperio, portando recipientes con incienso, los cuales esparcían un fragante perfume a lo largo de toda la ruta del desfile. Detrás de ellos marchaban las tropas del ejército victorioso, vitoreados por el pueblo. Seguidos, por el ejército derrotado, el cual llegaba encadenado, para ser vendidos como esclavos o convertidos en gladiadores. El general que había dirigido a las tropas victoriosas entraba en una carroza o montando un corcel brioso de color blanco.
Cada participante, marchantes y público, podían percibir el perfume que iban dejando los sacerdotes, pero tenían distinto significado para quienes lo olían. Para unos el olor grato de la victoria; para otros, el ejército vencido, la vergüenza de la derrota y la muerte inminente de muchos de ellos.
Querido amigo lector: Cristo despliega el grato olor de su victoria para este nuevo año 2025. Nosotros, su iglesia, sin distingos religiosos, somos llamados a despedir el aroma de su triunfo. Deseo que muchos percibiendo ese dulce olor encuentren al Cristo victorioso y disfruten de la vida de la gran familia celestial. Otros, sin embargo, necesitarán recapacitar acerca del verdadero significado de la Cruz para evadir su propia muerte espiritual.
Sea cual sea la realidad, recae sobre nosotros ser testigos del triunfo de nuestro Señor. Despedimos perfume de cosas santas cuando escogemos vivir la clase de vida a la que hemos sido llamados. Cuando ayudamos a esparcir el grato olor de su conocimiento y logramos que otros vean al Mesías en nuestras palabras, nuestros gestos y actitudes, nuestro comportamiento y nuestras obras.
Avancemos victoriosos contra las tinieblas de la duda, el secularismo ateo y la falta de conocimiento del Dios que hace posible lo imposible. Te deseo un bendecido nuevo año, cuenta con mis oraciones para que todo te salga bien. ¡Feliz año nuevo!
Por: Valerio Mejía.