En el año 1937, Socarrás Colina fue nombrado por el presidente Alfonso López Pumarejo rector de la Normal Superior, cargo que ejerció entre 1937 y 1945.
Hizo historia y con méritos en la Universidad Nacional el exgobernador del Cesar, excongresista y exdiplomático, Alfonso Araújo Cotes, nombre predestinado y seleccionado para bautizar la Biblioteca del claustro en La Paz (Cesar), la novena sede en Colombia para la región Caribe, una distinción que se había formalizado en vida cuando Araújo Cotes recibió un pergamino como reconocimiento al haber egresado de la alma mater y contribuido a impulsar la naciente obra que algunos rechazaban en Valledupar por mezquindad política, compromiso que adquirió la Universidad Nacional antes de ternar figuras relevantes de la ciencia y la literatura.
De la terna también hizo parte el médico psiquiatra, José Francisco Socarrás Colina, vallenato raizal, considerado el maestro de la generación de los normalistas y el ideólogo de la Escuela Normal Superior de Colombia, la institución que se creó para formar a los “maestros de maestros”, llamada en su tiempo “El Vaticano de la cultura nacional”. Su tesis versó sobre “Los principios fundamentales del psicoanálisis”.
En el año 1937, Socarrás Colina fue nombrado por el presidente Alfonso López Pumarejo rector de la Normal Superior, cargo que ejerció entre 1937 y 1945.
La docencia y alta investigación científica fueron los dos pilares académicos que sirvieron de base para la Escuela Normal Superior de Colombia, los mismos que se transmitieron a las facultades de Educación del país. De acuerdo con el maestro Socarrás, llamado por sus alumnos “Rector magnífico”, un profesor egresado de la Escuela Normal Superior debía ser un educador integral y un científico en el área de su especialización, y en ningún caso un simple instructor.
También fue ternada la poeta y escritora Edelma Zapata Olivella, cuya obra aborda la justicia social y la identidad étnica, marcada por la huella libertaria de su padre, el reconocido escritor, médico, profesor y antropólogo Manuel Zapata Olivella, de grata recordación por la memorable gira que emprendió, con la que rompió el hielo capitalino y contagió de folclor a Colombia, vestigio de memorables parrandas que tomaron como epicentro el Hotel América de La Paz, donde dejó su impronta como médico rural y contertulio del maestro Rafael Escalona, el juglar Juan Muñoz y el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, entre otros vates costeños.
La contribución de Edelma Zapata a la literatura colombiana es invaluable, con poemas que reflejan su conexión con sus raíces y su lucha contra la adversidad. Su legado es un tributo a su padre, quien fue pionero en sacar a la región de La Paz, Cesar, del ostracismo cultural a través de la música vallenata, gaitas y tertulias enriquecedoras. La vida y obra de la nacida en La Paz son un ejemplo a imitar, lleno de perseverancia y pasión por la literatura y la cultura.
“El ritual de la sombra” fue el último libro que publicó Edelma Zapata Pérez, quien integró el ballet de su tía Delia Zapata Olivella, habilidad artística que le permitió viajar por todo el mundo, en honor a su raza negra, sin desligarse de las investigaciones y documentales sobre la obra y vida de su progenitor, hasta hacerle poemas “al derecho a hablar y ser escuchada antes de morir”, tras el padecimiento de una artritis reumatoide que afrontó desde los 15 años hasta cerrar su calendario a los 56.
“Mientras agonizo” fue el título del poema que escribió acerca de sus luchas como paciente de la Nueva EPS para acceder a los medicamentos, en tiempos tan cruciales como los que se viven hoy, de reformas a la salud y de “paseos de la muerte”, panorama gris al que se suma la fría atención médica: cinco minutos de revisión, apenas hay tiempo para escribir como un autómata la fórmula, y, de soslayo, el médico alza su mirada sobre la computadora. No pone un dedo encima del paciente porque no hay tiempo.
Nueve cirugías atormentaron a la hija del escritor de Chambacú, corral de negros, Manuel Zapata Olivella, desde el reemplazo de caderas, columna, rodillas y cervicales hasta dedos de los pies en forma de gatillo, quedando en deuda con cinco procedimientos, entre manos, pies y nuevamente columna… “Pero yo creo que hasta aquí me trajo el río, porque también la vida de los hospitales es muy triste”. Edelma Zapata volvió a la casona de amplios pasillos y un hermoso jardín en La Paz (Cesar), toda una novela en su fugaz paso terrenal.
Por: Miguel Aroca.
En el año 1937, Socarrás Colina fue nombrado por el presidente Alfonso López Pumarejo rector de la Normal Superior, cargo que ejerció entre 1937 y 1945.
Hizo historia y con méritos en la Universidad Nacional el exgobernador del Cesar, excongresista y exdiplomático, Alfonso Araújo Cotes, nombre predestinado y seleccionado para bautizar la Biblioteca del claustro en La Paz (Cesar), la novena sede en Colombia para la región Caribe, una distinción que se había formalizado en vida cuando Araújo Cotes recibió un pergamino como reconocimiento al haber egresado de la alma mater y contribuido a impulsar la naciente obra que algunos rechazaban en Valledupar por mezquindad política, compromiso que adquirió la Universidad Nacional antes de ternar figuras relevantes de la ciencia y la literatura.
De la terna también hizo parte el médico psiquiatra, José Francisco Socarrás Colina, vallenato raizal, considerado el maestro de la generación de los normalistas y el ideólogo de la Escuela Normal Superior de Colombia, la institución que se creó para formar a los “maestros de maestros”, llamada en su tiempo “El Vaticano de la cultura nacional”. Su tesis versó sobre “Los principios fundamentales del psicoanálisis”.
En el año 1937, Socarrás Colina fue nombrado por el presidente Alfonso López Pumarejo rector de la Normal Superior, cargo que ejerció entre 1937 y 1945.
La docencia y alta investigación científica fueron los dos pilares académicos que sirvieron de base para la Escuela Normal Superior de Colombia, los mismos que se transmitieron a las facultades de Educación del país. De acuerdo con el maestro Socarrás, llamado por sus alumnos “Rector magnífico”, un profesor egresado de la Escuela Normal Superior debía ser un educador integral y un científico en el área de su especialización, y en ningún caso un simple instructor.
También fue ternada la poeta y escritora Edelma Zapata Olivella, cuya obra aborda la justicia social y la identidad étnica, marcada por la huella libertaria de su padre, el reconocido escritor, médico, profesor y antropólogo Manuel Zapata Olivella, de grata recordación por la memorable gira que emprendió, con la que rompió el hielo capitalino y contagió de folclor a Colombia, vestigio de memorables parrandas que tomaron como epicentro el Hotel América de La Paz, donde dejó su impronta como médico rural y contertulio del maestro Rafael Escalona, el juglar Juan Muñoz y el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, entre otros vates costeños.
La contribución de Edelma Zapata a la literatura colombiana es invaluable, con poemas que reflejan su conexión con sus raíces y su lucha contra la adversidad. Su legado es un tributo a su padre, quien fue pionero en sacar a la región de La Paz, Cesar, del ostracismo cultural a través de la música vallenata, gaitas y tertulias enriquecedoras. La vida y obra de la nacida en La Paz son un ejemplo a imitar, lleno de perseverancia y pasión por la literatura y la cultura.
“El ritual de la sombra” fue el último libro que publicó Edelma Zapata Pérez, quien integró el ballet de su tía Delia Zapata Olivella, habilidad artística que le permitió viajar por todo el mundo, en honor a su raza negra, sin desligarse de las investigaciones y documentales sobre la obra y vida de su progenitor, hasta hacerle poemas “al derecho a hablar y ser escuchada antes de morir”, tras el padecimiento de una artritis reumatoide que afrontó desde los 15 años hasta cerrar su calendario a los 56.
“Mientras agonizo” fue el título del poema que escribió acerca de sus luchas como paciente de la Nueva EPS para acceder a los medicamentos, en tiempos tan cruciales como los que se viven hoy, de reformas a la salud y de “paseos de la muerte”, panorama gris al que se suma la fría atención médica: cinco minutos de revisión, apenas hay tiempo para escribir como un autómata la fórmula, y, de soslayo, el médico alza su mirada sobre la computadora. No pone un dedo encima del paciente porque no hay tiempo.
Nueve cirugías atormentaron a la hija del escritor de Chambacú, corral de negros, Manuel Zapata Olivella, desde el reemplazo de caderas, columna, rodillas y cervicales hasta dedos de los pies en forma de gatillo, quedando en deuda con cinco procedimientos, entre manos, pies y nuevamente columna… “Pero yo creo que hasta aquí me trajo el río, porque también la vida de los hospitales es muy triste”. Edelma Zapata volvió a la casona de amplios pasillos y un hermoso jardín en La Paz (Cesar), toda una novela en su fugaz paso terrenal.
Por: Miguel Aroca.