El 2 de noviembre de 1995 fue asesinado. Un ejemplo para quienes hemos hecho política, un ejemplo para el país. Un referente de las derrotas.
Aún hoy recuerdo cuando Alvaro Gómez Hurtado en 1986 fue derrotado por Virgilio Barco Vargas; yo, aunque menor de edad e irreverente, ya empezaba a entender que la política y la vida pública son oficios de resistencia, poco o nada nobles.
Ya con mayoría de edad y todavía irreverente, en 1990, vimos caer derrotado por tercera vez a la presidencia de la república a Gómez Hurtado frente a César Gaviria Trujillo. Con Gómez Hurtado comprendimos desde muy temprano el sabor que deja en el paladar la derrota.
Aunque nací en 1969, tengo el leve recuerdo, de nuestros mayores, lamentándose en aquel 1974, cuando la mejor versión de Gómez Hurtado fue derrotada por Alfonso López Michelsen.
Cada derrota de Gómez Hurtado se sentía como si fuera doble, una era la derrota electoral y otra era la impotencia que daba ver el agrado de quienes juraron nunca votar por él, castigándole ser el hijo de quién consideraban la cabeza del sectarismo que durante muchos años vivió el país.
Eso es la política, el ejercicio de los sinsabores, donde además del cuerpo se necesita tener fuerte el espíritu de lucha. Inentendible que un hombre del talante de Gómez Hurtado nunca llegara a presidente y fuera continuamente castigado en las urnas, cuando de sobra le cabía el país en la cabeza; un hombre con carácter e inteligencia.
“Hijo de Laureano sale pintado”, con frases como esta lo minaron en la campaña a la presidencia en 1974. Pero la derrota electoral y la adversidad en las urnas fueron creciendo al estadista, dando cabida al argumento de si este país lo hubiese gobernado Alvaro Gómez Hurtado sería distinto.
La derrota no minó al estadista. Estoy hablando de tesis, no de ideologías, fue él quien alertó sobre “las repúblicas independientes”, refiriéndose a aquellas zonas del país donde la falta de Estado o los dilemas de la tierra permitieron la formación de núcleos guerrilleros. Un candidato que en la campaña en la que enfrentó a López Michelsen hablaba de planeación económica como la base del desarrollo.
Fué Gómez Hurtado de los primeros en decir que el país necesitaba elegir popularmente a sus alcaldes. Cuando enfrentó a Barco Vargas asomó en su contra la violencia sectaria de su padre; en cambio sus tesis reformistas del Estado no fueron, o no quisieron, ser oídas, dando lugar a otra derrota.
En 1988, Gómez Hurtado empezó a hablar del acuerdo sobre lo fundamental. En 1990, la cédula de ciudadanía de Ricardo Fidelio Quintero Baute votó por Gómez Hurtado, a quien se le veía desmarcado del partido Conservador y con propuestas de corte social desde su movimiento de salvación nacional. Una derrota más, pero no un voto perdido.
El constituyente de 1991 tuvo a Gómez Hurtado como actor principal. En el periodismo tuvo una pluma impecable. Toda su vida fue de argumentos. El narcotráfico y la narcopolítica también fueron objeto (crítico) de su intelecto.
El 2 de noviembre de 1995 fue asesinado. Un ejemplo para quienes hemos hecho política, un ejemplo para el país. Un referente de las derrotas. A uno lo pueden derrotar en las urnas, pero uno no se puede dejar derrotar de la cabeza. Quien se deja mutilar y pierde la vigencia, se acaba. Salvo que uno diga mentiras, uno debe persistir y no dejarse derrotar el espíritu y la aptitud.
Admiré al hombre y muchas de sus tesis. No estoy hablando de ideologías. Hablo del hombre que pensó en el país. El hombre del que aprendí que a uno lo pueden derrotar en las urnas, lo cual no debe llevar a que uno pierda el criterio y la opinión.
Por Ricardo Quintín Quintero
El 2 de noviembre de 1995 fue asesinado. Un ejemplo para quienes hemos hecho política, un ejemplo para el país. Un referente de las derrotas.
Aún hoy recuerdo cuando Alvaro Gómez Hurtado en 1986 fue derrotado por Virgilio Barco Vargas; yo, aunque menor de edad e irreverente, ya empezaba a entender que la política y la vida pública son oficios de resistencia, poco o nada nobles.
Ya con mayoría de edad y todavía irreverente, en 1990, vimos caer derrotado por tercera vez a la presidencia de la república a Gómez Hurtado frente a César Gaviria Trujillo. Con Gómez Hurtado comprendimos desde muy temprano el sabor que deja en el paladar la derrota.
Aunque nací en 1969, tengo el leve recuerdo, de nuestros mayores, lamentándose en aquel 1974, cuando la mejor versión de Gómez Hurtado fue derrotada por Alfonso López Michelsen.
Cada derrota de Gómez Hurtado se sentía como si fuera doble, una era la derrota electoral y otra era la impotencia que daba ver el agrado de quienes juraron nunca votar por él, castigándole ser el hijo de quién consideraban la cabeza del sectarismo que durante muchos años vivió el país.
Eso es la política, el ejercicio de los sinsabores, donde además del cuerpo se necesita tener fuerte el espíritu de lucha. Inentendible que un hombre del talante de Gómez Hurtado nunca llegara a presidente y fuera continuamente castigado en las urnas, cuando de sobra le cabía el país en la cabeza; un hombre con carácter e inteligencia.
“Hijo de Laureano sale pintado”, con frases como esta lo minaron en la campaña a la presidencia en 1974. Pero la derrota electoral y la adversidad en las urnas fueron creciendo al estadista, dando cabida al argumento de si este país lo hubiese gobernado Alvaro Gómez Hurtado sería distinto.
La derrota no minó al estadista. Estoy hablando de tesis, no de ideologías, fue él quien alertó sobre “las repúblicas independientes”, refiriéndose a aquellas zonas del país donde la falta de Estado o los dilemas de la tierra permitieron la formación de núcleos guerrilleros. Un candidato que en la campaña en la que enfrentó a López Michelsen hablaba de planeación económica como la base del desarrollo.
Fué Gómez Hurtado de los primeros en decir que el país necesitaba elegir popularmente a sus alcaldes. Cuando enfrentó a Barco Vargas asomó en su contra la violencia sectaria de su padre; en cambio sus tesis reformistas del Estado no fueron, o no quisieron, ser oídas, dando lugar a otra derrota.
En 1988, Gómez Hurtado empezó a hablar del acuerdo sobre lo fundamental. En 1990, la cédula de ciudadanía de Ricardo Fidelio Quintero Baute votó por Gómez Hurtado, a quien se le veía desmarcado del partido Conservador y con propuestas de corte social desde su movimiento de salvación nacional. Una derrota más, pero no un voto perdido.
El constituyente de 1991 tuvo a Gómez Hurtado como actor principal. En el periodismo tuvo una pluma impecable. Toda su vida fue de argumentos. El narcotráfico y la narcopolítica también fueron objeto (crítico) de su intelecto.
El 2 de noviembre de 1995 fue asesinado. Un ejemplo para quienes hemos hecho política, un ejemplo para el país. Un referente de las derrotas. A uno lo pueden derrotar en las urnas, pero uno no se puede dejar derrotar de la cabeza. Quien se deja mutilar y pierde la vigencia, se acaba. Salvo que uno diga mentiras, uno debe persistir y no dejarse derrotar el espíritu y la aptitud.
Admiré al hombre y muchas de sus tesis. No estoy hablando de ideologías. Hablo del hombre que pensó en el país. El hombre del que aprendí que a uno lo pueden derrotar en las urnas, lo cual no debe llevar a que uno pierda el criterio y la opinión.
Por Ricardo Quintín Quintero