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Columnista - 4 octubre, 2024

San Francisco de Asís

Me agradó mucho mi participación como representante del Estado colombiano estar de visita en la ciudad natal de Francisco de Asís; me conmoví mucho en los actos litúrgicos ordenados por las máximas autoridades eclesiásticas italianas.

Boton Wpp

Hace unos años fui enviado por el gobierno colombiano a una misión diplomática para representar al Estado como cónsul de Colombia en las repúblicas de Italia y Grecia; en alguna oportunidad fui invitado para visitar en compañía de mi familia y de los agregados militares de Ejército y Policía adscritos a la Embajada de Colombia a la conmemoración de las fiestas franciscanas en Asisis, población ubicada en la región central del Valle de Umbria, lugar donde nació San Francisco de Asís, uno de los santos patronos de Italia.

Me agradó mucho mi participación como representante del Estado colombiano estar de visita en la ciudad natal de Francisco de Asís; me conmoví mucho en los actos litúrgicos ordenados por las máximas autoridades eclesiásticas italianas.

Emocioné tanto que no dudé en aceptar la invitación de las autoridades lugareñas para recorrer la ciudad empedrada ubicada en una colina por donde Francisco deambuló en su niñez, adolescencia y que más adelante el 16 de julio de 1228, dos años después de su muerte, fue canonizado por el papa Gregorio IX.

Allí imaginariamente me transporté a mis orígenes; desde niño mis progenitores me enseñaron a tenerle afecto al santo patrono de los pacíficos; precisamente en su iglesia recibí el sagrado sacramento del bautismo.

En los actos solemnes las autoridades italianas me notaban un poco confundido por el cambio constante de mi semblante originado por el cruce de sentimientos y el embargo de la nostalgia y de alegría que me producía encontrarme en la Basílica de los franciscanos.

Les explicaba que en Colombia existía una pequeña población de unos 40 mil habitantes; ubicada en el departamento del Cesar; al norte de Colombia, donde todos los 4 de octubre se rinde tributo a la memoria de San Francisco de Asís quien entregó sus riquezas para servir al desprotegido. Además, que es tradición en mi familia rendir tributo y profesarle fe al creador a través de uno de sus hijos como lo fue San Francisco. El padre Daza, rector y orientador del Colegio Parroquial El Carmelo de Valledupar animosamente permitía a los pacíficos no asistir a las jornadas escolares de los días 3 y 4 de octubre. En esos días, éramos felices no teníamos clases y estrenábamos ropa; vestuario que una vez pasadas las fiestas era planchado y almidonado para repetirlas en las fiestas decembrinas.

Recuerdo a mi padre Pepe Castro, acompañado de dilectos amigos y personajes rescatistas de la tradición oral de nuestros pueblos como Agustín Uhía, Jairo y Álvaro Becerra Murgas; quienes al silenciarse las trompetas de la orquesta de músicos de los hermanos Calderón; se encargaban de la animación de la fiesta de San Francisco contando cuentos adornados de realismo mágico de anécdotas de personajes de la provincia de padilla y de la comarca del Espíritu Santo.

Una de ellas es el cuento del “hombre gallina” quien luego de ser entrevistado por su futuro suegro; al pretender a una de sus hijas se dio cuenta de que este era un oportunista; que no tenía nada que brindarle a su primogénita quien había nacido en las opulencias de la riqueza. 

Al ser indagado sobre los dotes que le daría a su pequeña este le confesó que aparte de su amor no tenía nada que ofrecer; el padre de la novia le advierte a su futuro yerno: “usted lo que es; es una gallina”. 

El pretendiente enojado le dice al futuro suegro: “Soy tan macho como usted; ¿por qué me trata como gallina?”; y el suegro le responde: “Usted, lo que es, es una gallina en el matrimonio con mi hija, usted lo que va a poner son los huevos”.

Por: Pedro Norberto Castro Araújo

‘El Cuento de Pedro’

Columnista
4 octubre, 2024

San Francisco de Asís

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Pedro Norberto Castro Araujo

Me agradó mucho mi participación como representante del Estado colombiano estar de visita en la ciudad natal de Francisco de Asís; me conmoví mucho en los actos litúrgicos ordenados por las máximas autoridades eclesiásticas italianas.


Hace unos años fui enviado por el gobierno colombiano a una misión diplomática para representar al Estado como cónsul de Colombia en las repúblicas de Italia y Grecia; en alguna oportunidad fui invitado para visitar en compañía de mi familia y de los agregados militares de Ejército y Policía adscritos a la Embajada de Colombia a la conmemoración de las fiestas franciscanas en Asisis, población ubicada en la región central del Valle de Umbria, lugar donde nació San Francisco de Asís, uno de los santos patronos de Italia.

Me agradó mucho mi participación como representante del Estado colombiano estar de visita en la ciudad natal de Francisco de Asís; me conmoví mucho en los actos litúrgicos ordenados por las máximas autoridades eclesiásticas italianas.

Emocioné tanto que no dudé en aceptar la invitación de las autoridades lugareñas para recorrer la ciudad empedrada ubicada en una colina por donde Francisco deambuló en su niñez, adolescencia y que más adelante el 16 de julio de 1228, dos años después de su muerte, fue canonizado por el papa Gregorio IX.

Allí imaginariamente me transporté a mis orígenes; desde niño mis progenitores me enseñaron a tenerle afecto al santo patrono de los pacíficos; precisamente en su iglesia recibí el sagrado sacramento del bautismo.

En los actos solemnes las autoridades italianas me notaban un poco confundido por el cambio constante de mi semblante originado por el cruce de sentimientos y el embargo de la nostalgia y de alegría que me producía encontrarme en la Basílica de los franciscanos.

Les explicaba que en Colombia existía una pequeña población de unos 40 mil habitantes; ubicada en el departamento del Cesar; al norte de Colombia, donde todos los 4 de octubre se rinde tributo a la memoria de San Francisco de Asís quien entregó sus riquezas para servir al desprotegido. Además, que es tradición en mi familia rendir tributo y profesarle fe al creador a través de uno de sus hijos como lo fue San Francisco. El padre Daza, rector y orientador del Colegio Parroquial El Carmelo de Valledupar animosamente permitía a los pacíficos no asistir a las jornadas escolares de los días 3 y 4 de octubre. En esos días, éramos felices no teníamos clases y estrenábamos ropa; vestuario que una vez pasadas las fiestas era planchado y almidonado para repetirlas en las fiestas decembrinas.

Recuerdo a mi padre Pepe Castro, acompañado de dilectos amigos y personajes rescatistas de la tradición oral de nuestros pueblos como Agustín Uhía, Jairo y Álvaro Becerra Murgas; quienes al silenciarse las trompetas de la orquesta de músicos de los hermanos Calderón; se encargaban de la animación de la fiesta de San Francisco contando cuentos adornados de realismo mágico de anécdotas de personajes de la provincia de padilla y de la comarca del Espíritu Santo.

Una de ellas es el cuento del “hombre gallina” quien luego de ser entrevistado por su futuro suegro; al pretender a una de sus hijas se dio cuenta de que este era un oportunista; que no tenía nada que brindarle a su primogénita quien había nacido en las opulencias de la riqueza. 

Al ser indagado sobre los dotes que le daría a su pequeña este le confesó que aparte de su amor no tenía nada que ofrecer; el padre de la novia le advierte a su futuro yerno: “usted lo que es; es una gallina”. 

El pretendiente enojado le dice al futuro suegro: “Soy tan macho como usted; ¿por qué me trata como gallina?”; y el suegro le responde: “Usted, lo que es, es una gallina en el matrimonio con mi hija, usted lo que va a poner son los huevos”.

Por: Pedro Norberto Castro Araújo

‘El Cuento de Pedro’