Aunque se ve con alguna frecuencia, la forma perrohijo es desaconsejable, dado que la doble erre seguida de h es ajena al español.
La obsesión de adoptar perros por hijos tiene una denominación coloquial y se les llama “Perrohíjo”, moda que, sin ser un método de planificación familiar, ya desploma la tasa de nacimientos en Colombia, según estadísticas del DANE, al punto de que la caída de la natalidad ya afecta las matrículas de niños en centros educativos, especialmente en los estratos más altos.
Y son las mascotas los bebés predilectos para llevar a los Centros comerciales o recrear en cualquier lugar, preferible el Parque de la Vida o túnel verde que conecta al Casd, Colegio Alfonso López e Instpecam, en homenaje a las víctimas, porque la memoria es la forma digna de combatir la muerte, obra que conjuga dos variables: naturaleza, porque desparrama lo bello, y arte porque concentra la belleza.
Aunque se ve con alguna frecuencia, la forma perrohijo es desaconsejable, dado que la doble erre seguida de h es ajena al español. La alternativa sin la hache (perrijo) está en cambio bien formada, pero puede confundir en cuanto a su significado, ya que -ijo es un sufijo que se usa para formar despectivos y diminutivos.
Serían más adecuadas las formas perrohíjo o perrihijo, la primera con tilde en la i y la segunda sin tilde conforme a las normas de acentuación de hiatos de la Ortografía de la lengua española.
Es usual escuchar que las parejas, sobre todo las uniones jóvenes, no desean tener hijos, porque mantenerlos es muy costoso y no disponen de tiempo, porque mejor es viajar y conocer el mundo, porque es un pecado traer más seres humanos a padecer y sufrir en esta vida miserable, cambio grave de las capacidades mentales.
En el relacionamiento conyugal la obsesión es adoptar una mascota y convertirla en un miembro muy importante de la familia a costa de grandes esfuerzos financieros y emocionales y el furor de exhibir mascotas desborda cualquier exhortación por tener hijos y no perros.
Criar bebés no demanda mayores gastos, así, por ejemplo, la motilada de una persona tiene menor costo que la de un perro, que igual son sometidos a técnicas de pedicura, manicura y otras estéticas, lo que en suma incrementa el valor de la canasta familiar.
La brecha entre animales y seres humanos no es nueva, si nos remontamos a un gracejo de antaño que reza: “El pobre tiene un grado menos que el perro”, privilegios que se acentúan al paso de una sociedad que crece en prejuicios y vanidad, la inversión de valores y el triste espectáculo de lidiar con una sociedad enferma, donde el valor más preciado, que es el de la vida, resulta ser el más hollado.
Lo de Perrohíjo tiene un agravante en términos de salud: según literatura científica, los perros y gatos son portadores de la bacteria ‘capnocytophaga canimorsus’, responsable de coagulación sanguínea, gangrena y muerte de personas por amputación de extremidades, tragedia atribuida al contacto de la saliva de caninos y felinos, que mucha gente por desconocimiento suele abrazar y besar.
¡Qué dicha! Holanda se convierte en el primer país sin perros callejeros, no así Colombia; y Valledupar no es la excepción, donde el Centro de Bienestar Animal está en mora de adelantar campañas de esterilización para evitar la superpoblación de caninos y felinos, dejados a su suerte en vías públicas, bulevares, jardines, andenes, parques y frentes de inmuebles, donde excretan, y aunque son seres sintientes, sus dueños son indolentes e irresponsables, además de causar conflictos con sus vecinos porque no administran sus animales ni le recogen sus excrementos.
Si bien los perros no son sujetos de derecho, porque no tienen la capacidad de discernir entre el bien y el mal, la Corte Constitucional abre el debate para definir si las mascotas pueden integrar el núcleo familiar con posibilidad jurídica de otorgarle reconocimiento de compañía como parte de la familia, sin sobresaltos porque es común que los lleven de brazos a los centros comerciales o emprendan vuelos comerciales con el considerado amigo fiel a otros destinos.
Por: Miguel Aroca Yepes.
Aunque se ve con alguna frecuencia, la forma perrohijo es desaconsejable, dado que la doble erre seguida de h es ajena al español.
La obsesión de adoptar perros por hijos tiene una denominación coloquial y se les llama “Perrohíjo”, moda que, sin ser un método de planificación familiar, ya desploma la tasa de nacimientos en Colombia, según estadísticas del DANE, al punto de que la caída de la natalidad ya afecta las matrículas de niños en centros educativos, especialmente en los estratos más altos.
Y son las mascotas los bebés predilectos para llevar a los Centros comerciales o recrear en cualquier lugar, preferible el Parque de la Vida o túnel verde que conecta al Casd, Colegio Alfonso López e Instpecam, en homenaje a las víctimas, porque la memoria es la forma digna de combatir la muerte, obra que conjuga dos variables: naturaleza, porque desparrama lo bello, y arte porque concentra la belleza.
Aunque se ve con alguna frecuencia, la forma perrohijo es desaconsejable, dado que la doble erre seguida de h es ajena al español. La alternativa sin la hache (perrijo) está en cambio bien formada, pero puede confundir en cuanto a su significado, ya que -ijo es un sufijo que se usa para formar despectivos y diminutivos.
Serían más adecuadas las formas perrohíjo o perrihijo, la primera con tilde en la i y la segunda sin tilde conforme a las normas de acentuación de hiatos de la Ortografía de la lengua española.
Es usual escuchar que las parejas, sobre todo las uniones jóvenes, no desean tener hijos, porque mantenerlos es muy costoso y no disponen de tiempo, porque mejor es viajar y conocer el mundo, porque es un pecado traer más seres humanos a padecer y sufrir en esta vida miserable, cambio grave de las capacidades mentales.
En el relacionamiento conyugal la obsesión es adoptar una mascota y convertirla en un miembro muy importante de la familia a costa de grandes esfuerzos financieros y emocionales y el furor de exhibir mascotas desborda cualquier exhortación por tener hijos y no perros.
Criar bebés no demanda mayores gastos, así, por ejemplo, la motilada de una persona tiene menor costo que la de un perro, que igual son sometidos a técnicas de pedicura, manicura y otras estéticas, lo que en suma incrementa el valor de la canasta familiar.
La brecha entre animales y seres humanos no es nueva, si nos remontamos a un gracejo de antaño que reza: “El pobre tiene un grado menos que el perro”, privilegios que se acentúan al paso de una sociedad que crece en prejuicios y vanidad, la inversión de valores y el triste espectáculo de lidiar con una sociedad enferma, donde el valor más preciado, que es el de la vida, resulta ser el más hollado.
Lo de Perrohíjo tiene un agravante en términos de salud: según literatura científica, los perros y gatos son portadores de la bacteria ‘capnocytophaga canimorsus’, responsable de coagulación sanguínea, gangrena y muerte de personas por amputación de extremidades, tragedia atribuida al contacto de la saliva de caninos y felinos, que mucha gente por desconocimiento suele abrazar y besar.
¡Qué dicha! Holanda se convierte en el primer país sin perros callejeros, no así Colombia; y Valledupar no es la excepción, donde el Centro de Bienestar Animal está en mora de adelantar campañas de esterilización para evitar la superpoblación de caninos y felinos, dejados a su suerte en vías públicas, bulevares, jardines, andenes, parques y frentes de inmuebles, donde excretan, y aunque son seres sintientes, sus dueños son indolentes e irresponsables, además de causar conflictos con sus vecinos porque no administran sus animales ni le recogen sus excrementos.
Si bien los perros no son sujetos de derecho, porque no tienen la capacidad de discernir entre el bien y el mal, la Corte Constitucional abre el debate para definir si las mascotas pueden integrar el núcleo familiar con posibilidad jurídica de otorgarle reconocimiento de compañía como parte de la familia, sin sobresaltos porque es común que los lleven de brazos a los centros comerciales o emprendan vuelos comerciales con el considerado amigo fiel a otros destinos.
Por: Miguel Aroca Yepes.