Llegó la Copa América y nuevamente segundones, y nos preguntamos ¿qué nos falta? ¿qué pasa con nuestros deportistas? y sufrimos reveses y nos ofuscamos y el desasosiego nos llena el corazón, entonces allí juramos no volver a estar pendiente de nada que tenga que ver con futbol u otra disciplina deportiva.
Una nueva ilusión se apaga en el campo deportivo, venimos de decepción tras decepción, sin irnos tan lejos, los juegos olímpicos nos llenaron el corazón de tristeza al ver como nuestros deportistas sucumbían ante la derrota. Solo tres medallas de plata y una de bronce, para ubicarnos por allá en el puesto 66.
Llegó la Copa América y nuevamente segundones, y nos preguntamos ¿qué nos falta? ¿qué pasa con nuestros deportistas? y sufrimos reveses y nos ofuscamos y el desasosiego nos llena el corazón, entonces allí juramos no volver a estar pendiente de nada que tenga que ver con futbol u otra disciplina deportiva.
Pero vuelve James y resurge como el ave Fénix, y se llena de enjundia para demostrarle a sus detractores, que no entiendo por qué son tantos, que tiene valor, y soñamos y volvemos a despertar con una nueva derrota.
Y nos encontramos con un grupo de niñas que nos envían mensajes de optimismo, de volver a creer, de confianza en el fútbol femenino: una Linda Caicedo, una Luisa Agudelo, Catalina Usme, Gabriela Rodríguez, una Karla Torres; y se reencuentran, a pesar de debilidades y fallas en su estructura de oficio profesional, con goles, con triunfos con invictos y la malla menos vencida, nos ilusionamos nuevamente.
Entonces ‘el centavito pal peso’ hace su entrada triunfal y nos aterriza de nuevo. Y volvemos a sufrir, volvemos a dejarnos intimidar por una niñita cara bonita y cuerpo de diosa y nos hace caer como coco de la palmera más alta.
Me refiero a la niña arquera de Países Bajos, Femke Liefting, que al mejor estilo Dibu Martínez, venía, les hablaba, las asustó a todas; amedrantó a las jugadoras nuestras y de tres tiros cobrados, tres errados.
Faltó seguridad, carácter, faltó la mano del técnico que le diera manejo al 2 – 1 y nos empataron, y al final tras el lanzamiento desde el punto penal nos derrotaron. Otra vez perdimos y se nos quemó el pan en la puerta del horno.
Y volvemos al mismo escenario de siempre, agradecer, por tanto, y decirles a las niñas que de verdad hicieron mucho con tan poco, que seguiremos siendo la cenicienta del paseo, que, a pesar de la calidad, al final perdemos y sentimos la zozobra; y nos quitan la corona de miss universo de la cabeza y seguimos de segundones. ¿Hasta cuándo?
Quizás hasta cuando nuestros dirigentes y mandatarios en general, sean honestos y trabajen en función de los deportistas y no del lucro personal; cuando haya políticas públicas del deporte serias y bien estructuradas, que fortalezcan el carácter y sentido de grandeza que necesitan nuestros valores deportivos.
Que no salgan a demostrar que sí se puede, con hambre, sin educación, y con los deseos infinitos de llenarse de un ratico de gloria para poder comprarle una casita a su mamá y a sus hermanitos o hijos.
Mientras tanto, ¡gracias!, a esas niñas valerosas, de la selección colombiana de fútbol femenino, que van recorriendo un camino de espinas, pero no se quejan, porque en medio de todo tienen la barita para ilusionarnos y ponernos a pensar que sí se puede; volver a creer de eso se trata. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara
Llegó la Copa América y nuevamente segundones, y nos preguntamos ¿qué nos falta? ¿qué pasa con nuestros deportistas? y sufrimos reveses y nos ofuscamos y el desasosiego nos llena el corazón, entonces allí juramos no volver a estar pendiente de nada que tenga que ver con futbol u otra disciplina deportiva.
Una nueva ilusión se apaga en el campo deportivo, venimos de decepción tras decepción, sin irnos tan lejos, los juegos olímpicos nos llenaron el corazón de tristeza al ver como nuestros deportistas sucumbían ante la derrota. Solo tres medallas de plata y una de bronce, para ubicarnos por allá en el puesto 66.
Llegó la Copa América y nuevamente segundones, y nos preguntamos ¿qué nos falta? ¿qué pasa con nuestros deportistas? y sufrimos reveses y nos ofuscamos y el desasosiego nos llena el corazón, entonces allí juramos no volver a estar pendiente de nada que tenga que ver con futbol u otra disciplina deportiva.
Pero vuelve James y resurge como el ave Fénix, y se llena de enjundia para demostrarle a sus detractores, que no entiendo por qué son tantos, que tiene valor, y soñamos y volvemos a despertar con una nueva derrota.
Y nos encontramos con un grupo de niñas que nos envían mensajes de optimismo, de volver a creer, de confianza en el fútbol femenino: una Linda Caicedo, una Luisa Agudelo, Catalina Usme, Gabriela Rodríguez, una Karla Torres; y se reencuentran, a pesar de debilidades y fallas en su estructura de oficio profesional, con goles, con triunfos con invictos y la malla menos vencida, nos ilusionamos nuevamente.
Entonces ‘el centavito pal peso’ hace su entrada triunfal y nos aterriza de nuevo. Y volvemos a sufrir, volvemos a dejarnos intimidar por una niñita cara bonita y cuerpo de diosa y nos hace caer como coco de la palmera más alta.
Me refiero a la niña arquera de Países Bajos, Femke Liefting, que al mejor estilo Dibu Martínez, venía, les hablaba, las asustó a todas; amedrantó a las jugadoras nuestras y de tres tiros cobrados, tres errados.
Faltó seguridad, carácter, faltó la mano del técnico que le diera manejo al 2 – 1 y nos empataron, y al final tras el lanzamiento desde el punto penal nos derrotaron. Otra vez perdimos y se nos quemó el pan en la puerta del horno.
Y volvemos al mismo escenario de siempre, agradecer, por tanto, y decirles a las niñas que de verdad hicieron mucho con tan poco, que seguiremos siendo la cenicienta del paseo, que, a pesar de la calidad, al final perdemos y sentimos la zozobra; y nos quitan la corona de miss universo de la cabeza y seguimos de segundones. ¿Hasta cuándo?
Quizás hasta cuando nuestros dirigentes y mandatarios en general, sean honestos y trabajen en función de los deportistas y no del lucro personal; cuando haya políticas públicas del deporte serias y bien estructuradas, que fortalezcan el carácter y sentido de grandeza que necesitan nuestros valores deportivos.
Que no salgan a demostrar que sí se puede, con hambre, sin educación, y con los deseos infinitos de llenarse de un ratico de gloria para poder comprarle una casita a su mamá y a sus hermanitos o hijos.
Mientras tanto, ¡gracias!, a esas niñas valerosas, de la selección colombiana de fútbol femenino, que van recorriendo un camino de espinas, pero no se quejan, porque en medio de todo tienen la barita para ilusionarnos y ponernos a pensar que sí se puede; volver a creer de eso se trata. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara