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Columnista - 26 agosto, 2024

Los cenadores

El Congreso es un cuerpo colegiado, en nuestro país integrado por el Senado de la República y la Cámara de Representantes y le corresponde reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político. Es un órgano legislador, lo cierto es que, para la mayoría, las leyes proclamadas tienen un valor específico tasado, pensando más en sus propios intereses, que en los de la sociedad que los elige.

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Con este vocablo me estoy refiriendo a las personas que cenan en exceso y como aficionado a la escritura me gusta usar mucho de figuras literarias como paradojas, metáforas, símiles, alegorías y otros que pongan a pensar al lector y a desarrollar la imaginación en la forma más picaresca posible que les permita calificar y sacar las conclusiones precisas que le dicta su pensamiento. Este escrito al que de antemano algunos ya tildaron de tremendo error ortográfico al pensar de inmediato como muchos en el vocablo senador o congresista y la verdad es que los términos en el argot popular a pesar de ser homónimos son también homólogos y sinónimos. Pero vamos a lo que me refiero.

El Congreso es un cuerpo colegiado, en nuestro país integrado por el Senado de la República y la Cámara de Representantes y le corresponde reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político. Es un órgano legislador, lo cierto es que, para la mayoría, las leyes proclamadas tienen un valor específico tasado, pensando más en sus propios intereses, que en los de la sociedad que los elige.

Pero las verdaderas intenciones de los congresistas es difícil generalizar en cualquier país. Algunos congresistas pueden tener genuino interés en mejorar las condiciones sociales, económicas y políticas del país, promoviendo leyes que beneficien a la población.

 Otros pueden estar más preocupados por mantener o aumentar su poder político y económico, utilizando su posición para obtener beneficios personales o favorecer a ciertos grupos de interés. Además, están aquellos que pueden estar influenciados por presiones externas, como grupos empresariales o de interés particular, que buscan promover agendas específicas. Las verdaderas intenciones de los congresistas solo pueden entenderse a través del análisis de sus acciones, discursos y alianzas políticas.

Hoy ante la ruina moral de un país en decadencia, lograda por la ineficacia de algunos de ellos, están llevando al país al desastre, pues no han preferido la vida más digna, sino la más placentera; no saben que para vivir felices solo basta con mirar a la naturaleza y trabajar por ella. Cuando se legisla correctamente, jamás se altera por el odio la idea que se deba implantar, pues en los acuerdos es en donde residen las virtudes, y no en el placer desmedido.

Nada es más valioso que la libertad misma cuando se conoce en su verdadera dimensión y se respeta, por ello un buen legislador jamás se inclina ante los placeres, en donde el miedo u otra cosa pueda afectar su integridad; y la verdadera democracia está en obedecer al legislador que entiende, que cuando en esta vida se tiene un tiempo limitado, no es nada honroso desgastarlo.

Hoy en día, hay que tener mucho cuidado al elegirlos pues se han convertido en los promotores del odio, de las discordias, de engaños y frustraciones.

Una legislación en manos de buenos congresistas ayuda a convertir los sueños en realidades; en manos de los malos, traen la anarquía que es lo que está empezando a vivir nuestra historia política reciente.

Es lógico que nunca se tomarán las decisiones correctas, que por más no queramos, siempre cometeremos errores, pero el honor estará siempre por encima de todas las cosas y éste nos permite entender que la política no es una industria de congresistas para el goce y satisfacción personal, sino una profesión basada en la sensibilidad social, la libertad y el respeto al prójimo.

Ojalá el presidente en uno de sus estados de incongruencias, de los tanto que le suelen suceder, no se le ocurra cerrar el Congreso, que aún con tantos congresistas venales, no sería nada aceptable; aunque desde un punto de vista positivo sería lo más sensato que podría realizar por este país, mientras se reestructura la democracia y se piense que con el pueblo y las leyes no se debe jugar usando cartas con más de cuatro ases.

A veces no es tan malo hacer uso de figuras literarias, sobre todo cuando la razón me indica que después de tanto disertar sobre los temas políticos del momento, haya escrito algo que, al fin y al cabo, no sé si me he referido a los cenadores de mesa o a los senadores de escritorios como muchos así lo pensaron al leer el título de la columna. ¿Serán sinónimas?

Por: Fausto Cotes N.

Columnista
26 agosto, 2024

Los cenadores

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

El Congreso es un cuerpo colegiado, en nuestro país integrado por el Senado de la República y la Cámara de Representantes y le corresponde reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político. Es un órgano legislador, lo cierto es que, para la mayoría, las leyes proclamadas tienen un valor específico tasado, pensando más en sus propios intereses, que en los de la sociedad que los elige.


Con este vocablo me estoy refiriendo a las personas que cenan en exceso y como aficionado a la escritura me gusta usar mucho de figuras literarias como paradojas, metáforas, símiles, alegorías y otros que pongan a pensar al lector y a desarrollar la imaginación en la forma más picaresca posible que les permita calificar y sacar las conclusiones precisas que le dicta su pensamiento. Este escrito al que de antemano algunos ya tildaron de tremendo error ortográfico al pensar de inmediato como muchos en el vocablo senador o congresista y la verdad es que los términos en el argot popular a pesar de ser homónimos son también homólogos y sinónimos. Pero vamos a lo que me refiero.

El Congreso es un cuerpo colegiado, en nuestro país integrado por el Senado de la República y la Cámara de Representantes y le corresponde reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político. Es un órgano legislador, lo cierto es que, para la mayoría, las leyes proclamadas tienen un valor específico tasado, pensando más en sus propios intereses, que en los de la sociedad que los elige.

Pero las verdaderas intenciones de los congresistas es difícil generalizar en cualquier país. Algunos congresistas pueden tener genuino interés en mejorar las condiciones sociales, económicas y políticas del país, promoviendo leyes que beneficien a la población.

 Otros pueden estar más preocupados por mantener o aumentar su poder político y económico, utilizando su posición para obtener beneficios personales o favorecer a ciertos grupos de interés. Además, están aquellos que pueden estar influenciados por presiones externas, como grupos empresariales o de interés particular, que buscan promover agendas específicas. Las verdaderas intenciones de los congresistas solo pueden entenderse a través del análisis de sus acciones, discursos y alianzas políticas.

Hoy ante la ruina moral de un país en decadencia, lograda por la ineficacia de algunos de ellos, están llevando al país al desastre, pues no han preferido la vida más digna, sino la más placentera; no saben que para vivir felices solo basta con mirar a la naturaleza y trabajar por ella. Cuando se legisla correctamente, jamás se altera por el odio la idea que se deba implantar, pues en los acuerdos es en donde residen las virtudes, y no en el placer desmedido.

Nada es más valioso que la libertad misma cuando se conoce en su verdadera dimensión y se respeta, por ello un buen legislador jamás se inclina ante los placeres, en donde el miedo u otra cosa pueda afectar su integridad; y la verdadera democracia está en obedecer al legislador que entiende, que cuando en esta vida se tiene un tiempo limitado, no es nada honroso desgastarlo.

Hoy en día, hay que tener mucho cuidado al elegirlos pues se han convertido en los promotores del odio, de las discordias, de engaños y frustraciones.

Una legislación en manos de buenos congresistas ayuda a convertir los sueños en realidades; en manos de los malos, traen la anarquía que es lo que está empezando a vivir nuestra historia política reciente.

Es lógico que nunca se tomarán las decisiones correctas, que por más no queramos, siempre cometeremos errores, pero el honor estará siempre por encima de todas las cosas y éste nos permite entender que la política no es una industria de congresistas para el goce y satisfacción personal, sino una profesión basada en la sensibilidad social, la libertad y el respeto al prójimo.

Ojalá el presidente en uno de sus estados de incongruencias, de los tanto que le suelen suceder, no se le ocurra cerrar el Congreso, que aún con tantos congresistas venales, no sería nada aceptable; aunque desde un punto de vista positivo sería lo más sensato que podría realizar por este país, mientras se reestructura la democracia y se piense que con el pueblo y las leyes no se debe jugar usando cartas con más de cuatro ases.

A veces no es tan malo hacer uso de figuras literarias, sobre todo cuando la razón me indica que después de tanto disertar sobre los temas políticos del momento, haya escrito algo que, al fin y al cabo, no sé si me he referido a los cenadores de mesa o a los senadores de escritorios como muchos así lo pensaron al leer el título de la columna. ¿Serán sinónimas?

Por: Fausto Cotes N.