Quien bien finge, bien engaña, bien traiciona y abusa cuando en la soledad de su imaginación se deja dominar por la grandeza de una emoción frecuente clasificada como la ira, que no permite la realidad de la razón.
Quien bien finge, bien engaña, bien traiciona y abusa cuando en la soledad de su imaginación se deja dominar por la grandeza de una emoción frecuente clasificada como la ira, que no permite la realidad de la razón.
Fingir es aparentar alguna acción, estado o movimiento para dar a entender algo que no es verdad. Verbo muy usado por la clase política que persigue perpetuidad en el poder y que está de moda en los países donde el gobernar se ha convertido en una obsesión desmedida para los falsos héroes que emulan a los grandes personajes que ha tenido la historia de la humanidad en defensa de las clases sociales, pero para sacar ventajas absolutistas y dominar el mundo bajo su megalomanía
También es usado como acción de trance para simular situaciones esperadas por sus súbditos en la defensa de intereses comunitarios en donde pactan de antemano situaciones que entusiasman y así disfrazan ante colegas sus actuaciones frente a aparentes hechos, que entre piratas manejan a la perfección para ablandar las implicaciones por los malos manejos en la dirección del poder, por ejemplo, cuando logran ostentarlo. Todos manejan el mismo derrotero bajo el estigma de la social democracia.
Los gobiernos autocráticos a menudo recurren a la simulación política para mantener su poder. Fingir en política puede adoptar diversas formas, desde elecciones manipuladas hasta la creación de instituciones democráticas de fachada (ministerios, etc…). Estos regímenes pueden organizar elecciones con resultados predeterminados, restringir la participación de los partidos de oposición o encarcelar a líderes disidentes para dar una impresión de legitimidad. Además, pueden establecer organismos supuestamente independientes, como tribunales o medios de comunicación, que en realidad están controlados por el mismo gobierno. Proyectar una imagen de democracia y respeto por los derechos humanos es la misión primaria. El baile de los derechos humanos lo amenizan con cualquier instrumento sensible para atraer a la comunidad internacional, mientras se perpetúan en el control autoritario.
Esta simulación política es una treta para lograr evitar sanciones internacionales y mantener el apoyo interno.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de estos regímenes por aparentar legitimidad, el abuso, la represión, la falta de libertades políticas y civiles suelen ser evidentes para aquellos que miran más allá de la barrera. La simulación política solo puede mantenerse hasta que el sentimiento de descaro aparezca ante la realidad ineludible de la mentira y de las malas actuaciones.
Los hipócritas son aquellos que aplican a otros las normas que se niegan a aceptar para sí mismos (sentencia popular).
Los hipócritas en la política autoritaria se presentan como defensores de la democracia, pero a su vez destruyen las libertades civiles; manejan discursos falsamente inclusivos para encubrir su represión y control. Prometen elecciones justas mientras manipulan los resultados y persiguen a la oposición; juegan a la legalidad al establecer instituciones que en realidad están subordinadas al poder central. En el escenario internacional, pretenden respetar los derechos humanos mientras cometen abusos internos. Esta hipocresía política sirve para mantener el control y la legitimidad, pero revela la contradicción fundamental entre la retórica democrática y las acciones autoritarias.
Los hipócritas manejan tan bien el uso de la palabra con una suspicacia impresionante, que les permite esconder lo que deberían haber hecho en la ejecución de un mandato, que como beneficio social sea prioritario y necesario para sus gobernados, pero solo les interesa el caos y el desorden para dirigir a su manera bajo el artificio del engaño.
Por: Fausto Cotes N.
Quien bien finge, bien engaña, bien traiciona y abusa cuando en la soledad de su imaginación se deja dominar por la grandeza de una emoción frecuente clasificada como la ira, que no permite la realidad de la razón.
Quien bien finge, bien engaña, bien traiciona y abusa cuando en la soledad de su imaginación se deja dominar por la grandeza de una emoción frecuente clasificada como la ira, que no permite la realidad de la razón.
Fingir es aparentar alguna acción, estado o movimiento para dar a entender algo que no es verdad. Verbo muy usado por la clase política que persigue perpetuidad en el poder y que está de moda en los países donde el gobernar se ha convertido en una obsesión desmedida para los falsos héroes que emulan a los grandes personajes que ha tenido la historia de la humanidad en defensa de las clases sociales, pero para sacar ventajas absolutistas y dominar el mundo bajo su megalomanía
También es usado como acción de trance para simular situaciones esperadas por sus súbditos en la defensa de intereses comunitarios en donde pactan de antemano situaciones que entusiasman y así disfrazan ante colegas sus actuaciones frente a aparentes hechos, que entre piratas manejan a la perfección para ablandar las implicaciones por los malos manejos en la dirección del poder, por ejemplo, cuando logran ostentarlo. Todos manejan el mismo derrotero bajo el estigma de la social democracia.
Los gobiernos autocráticos a menudo recurren a la simulación política para mantener su poder. Fingir en política puede adoptar diversas formas, desde elecciones manipuladas hasta la creación de instituciones democráticas de fachada (ministerios, etc…). Estos regímenes pueden organizar elecciones con resultados predeterminados, restringir la participación de los partidos de oposición o encarcelar a líderes disidentes para dar una impresión de legitimidad. Además, pueden establecer organismos supuestamente independientes, como tribunales o medios de comunicación, que en realidad están controlados por el mismo gobierno. Proyectar una imagen de democracia y respeto por los derechos humanos es la misión primaria. El baile de los derechos humanos lo amenizan con cualquier instrumento sensible para atraer a la comunidad internacional, mientras se perpetúan en el control autoritario.
Esta simulación política es una treta para lograr evitar sanciones internacionales y mantener el apoyo interno.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de estos regímenes por aparentar legitimidad, el abuso, la represión, la falta de libertades políticas y civiles suelen ser evidentes para aquellos que miran más allá de la barrera. La simulación política solo puede mantenerse hasta que el sentimiento de descaro aparezca ante la realidad ineludible de la mentira y de las malas actuaciones.
Los hipócritas son aquellos que aplican a otros las normas que se niegan a aceptar para sí mismos (sentencia popular).
Los hipócritas en la política autoritaria se presentan como defensores de la democracia, pero a su vez destruyen las libertades civiles; manejan discursos falsamente inclusivos para encubrir su represión y control. Prometen elecciones justas mientras manipulan los resultados y persiguen a la oposición; juegan a la legalidad al establecer instituciones que en realidad están subordinadas al poder central. En el escenario internacional, pretenden respetar los derechos humanos mientras cometen abusos internos. Esta hipocresía política sirve para mantener el control y la legitimidad, pero revela la contradicción fundamental entre la retórica democrática y las acciones autoritarias.
Los hipócritas manejan tan bien el uso de la palabra con una suspicacia impresionante, que les permite esconder lo que deberían haber hecho en la ejecución de un mandato, que como beneficio social sea prioritario y necesario para sus gobernados, pero solo les interesa el caos y el desorden para dirigir a su manera bajo el artificio del engaño.
Por: Fausto Cotes N.