Es importante considerar que la evolución del vallenato no debería ser vista como una pérdida de identidad, sino como una expansión de su horizonte
En el reciente conversatorio de la Segunda Feria del Libro titulado ‘Para la música no hay fronteras, pero sí derechos’, Rosendo Romero, un pilar del vallenato, pronunció una frase que merece ser el eje de una reflexión sobre la evolución de este género musical: “Dejen a los muchachos tranquilos”. La diferencia entre el vallenato tradicional y los compositores y cantantes actuales es un tema que suscita pasiones y debates, no solo en el ámbito musical sino también en el cultural.
El vallenato, con sus raíces profundas en la costa Caribe colombiana, ha sido históricamente un reflejo poético y narrativo de la vida cotidiana. Los juglares de antaño, como Escalona y el propio Romero, fungían como cronistas de su tiempo, tejiendo historias de amor, desamor, paisaje y sociedad con una lírica rica y compleja. Estas canciones se convirtieron en patrimonio cultural, no solo por su melodía, sino por la narrativa que encapsulaban.
Hoy, sin embargo, el panorama parece haber cambiado. Muchos críticos y puristas del vallenato apuntan a que los cantantes actuales se quedan en el rol de animadores de tarima, priorizando el espectáculo y la fama instantánea sobre la profundidad poética.
Este fenómeno, sin duda, es un reflejo de una sociedad globalizada donde la inmediatez y la imagen han cobrado una importancia predominante. No obstante, en el contexto del Plan Especial de Salvaguardia del Vallenato, resulta crucial abordar esta tensión entre lo tradicional y lo moderno con un enfoque que permita la coexistencia y el enriquecimiento mutuo.
Es cierto que se necesita una estrategia clara por parte de las administraciones territoriales para preservar la esencia del vallenato, pero también es vital reconocer que los tiempos cambian y que las nuevas generaciones tienen derecho a expresar su realidad a su manera.
El relevo generacional no debería verse como una amenaza, sino como una oportunidad para la evolución. Tal como lo sugirió Romero, “dejen a los muchachos tranquilos”. En lugar de censurar o descalificar a los nuevos exponentes del género, se debería fomentar un diálogo intergeneracional donde los jóvenes puedan aprender de los veteranos sin perder su autenticidad y frescura.
Los compositores y cantantes actuales, aunque muchos puedan parecer más centrados en la animación que en la poesía, también están creando patrimonio cultural a su manera. Sus canciones reflejan las preocupaciones, amores y desamores de una nueva era. La misión de la música, como se destacó en el conversatorio, es unir a las personas, acompañarlas y generar sensaciones. En este sentido, el vallenato contemporáneo no es menos válido que el tradicional; simplemente es diferente.
Rafael Manjarrez, presidente de Sayco, y los demás panelistas tienen una labor fundamental: encontrar un equilibrio entre proteger y promover el patrimonio tradicional del vallenato y permitir que las nuevas generaciones exploren y expandan los límites del género. Así, se garantizará que el vallenato siga siendo una fuerza viva y dinámica en la cultura colombiana.
Es importante considerar que la evolución del vallenato no debería ser vista como una pérdida de identidad, sino como una expansión de su horizonte. Dejar a los muchachos tranquilos no significa abandonar la esencia del género, sino permitir que florezca y se adapte a los nuevos tiempos, siempre con el respeto y la sabiduría de aquellos que han pavimentado el camino.
Por Tatiana Barros
Es importante considerar que la evolución del vallenato no debería ser vista como una pérdida de identidad, sino como una expansión de su horizonte
En el reciente conversatorio de la Segunda Feria del Libro titulado ‘Para la música no hay fronteras, pero sí derechos’, Rosendo Romero, un pilar del vallenato, pronunció una frase que merece ser el eje de una reflexión sobre la evolución de este género musical: “Dejen a los muchachos tranquilos”. La diferencia entre el vallenato tradicional y los compositores y cantantes actuales es un tema que suscita pasiones y debates, no solo en el ámbito musical sino también en el cultural.
El vallenato, con sus raíces profundas en la costa Caribe colombiana, ha sido históricamente un reflejo poético y narrativo de la vida cotidiana. Los juglares de antaño, como Escalona y el propio Romero, fungían como cronistas de su tiempo, tejiendo historias de amor, desamor, paisaje y sociedad con una lírica rica y compleja. Estas canciones se convirtieron en patrimonio cultural, no solo por su melodía, sino por la narrativa que encapsulaban.
Hoy, sin embargo, el panorama parece haber cambiado. Muchos críticos y puristas del vallenato apuntan a que los cantantes actuales se quedan en el rol de animadores de tarima, priorizando el espectáculo y la fama instantánea sobre la profundidad poética.
Este fenómeno, sin duda, es un reflejo de una sociedad globalizada donde la inmediatez y la imagen han cobrado una importancia predominante. No obstante, en el contexto del Plan Especial de Salvaguardia del Vallenato, resulta crucial abordar esta tensión entre lo tradicional y lo moderno con un enfoque que permita la coexistencia y el enriquecimiento mutuo.
Es cierto que se necesita una estrategia clara por parte de las administraciones territoriales para preservar la esencia del vallenato, pero también es vital reconocer que los tiempos cambian y que las nuevas generaciones tienen derecho a expresar su realidad a su manera.
El relevo generacional no debería verse como una amenaza, sino como una oportunidad para la evolución. Tal como lo sugirió Romero, “dejen a los muchachos tranquilos”. En lugar de censurar o descalificar a los nuevos exponentes del género, se debería fomentar un diálogo intergeneracional donde los jóvenes puedan aprender de los veteranos sin perder su autenticidad y frescura.
Los compositores y cantantes actuales, aunque muchos puedan parecer más centrados en la animación que en la poesía, también están creando patrimonio cultural a su manera. Sus canciones reflejan las preocupaciones, amores y desamores de una nueva era. La misión de la música, como se destacó en el conversatorio, es unir a las personas, acompañarlas y generar sensaciones. En este sentido, el vallenato contemporáneo no es menos válido que el tradicional; simplemente es diferente.
Rafael Manjarrez, presidente de Sayco, y los demás panelistas tienen una labor fundamental: encontrar un equilibrio entre proteger y promover el patrimonio tradicional del vallenato y permitir que las nuevas generaciones exploren y expandan los límites del género. Así, se garantizará que el vallenato siga siendo una fuerza viva y dinámica en la cultura colombiana.
Es importante considerar que la evolución del vallenato no debería ser vista como una pérdida de identidad, sino como una expansión de su horizonte. Dejar a los muchachos tranquilos no significa abandonar la esencia del género, sino permitir que florezca y se adapte a los nuevos tiempos, siempre con el respeto y la sabiduría de aquellos que han pavimentado el camino.
Por Tatiana Barros