Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 6 junio, 2024

Los zancú y la maleza

Cuando estaba chiquito en Villanueva no había cosa que me asustara más en las noches acostado en mi hamaca que el zumbido de un “zancú” y me arropaba de pies a cabeza, pero eso no era obstáculo para que esas fieras atravesaran la lona de la hamaca y me picaran y sacaran sangre. Eran grandotes, […]

Boton Wpp

Cuando estaba chiquito en Villanueva no había cosa que me asustara más en las noches acostado en mi hamaca que el zumbido de un “zancú” y me arropaba de pies a cabeza, pero eso no era obstáculo para que esas fieras atravesaran la lona de la hamaca y me picaran y sacaran sangre. Eran grandotes, como los de Chiriguaná, y cuando se lograba matar uno la mano quedaba ensangrentada, es decir pintada de rojo; recuerdo a mi papá peleando con ellos con un periódico y fumigando con una bomba llena de flit, que no era DDT, pero tampoco era bueno para la salud.

Ahora, ayer a las 6 de la mañana escribiendo esta columna y embadurnándome las piernas y los brazos de “Aután”, un repelente, me estoy acordando de eso y pienso qué bueno hubiera sido que en la época de mi niñez existieran algunos repelentes, pues ahora los bandidos no avisan, no hacen ruido porque no zumban y llegan en maná y en un santiamén te dejan palúdico y con una picazón terrible y además ya no se crían en charcos y aguas sucias sino en aguas limpias y cristalinas que tienen en casi todas las casas, guardadas para cuando se va el agua.

Esta ciudad está invadida de zancú, unas partes más que otras, pero en términos generales la zancudera no se puede aguantar y la gente no tiene plata para convertir los repelentes, que son caros, en otro elemento básico de la canasta familiar; además la maleza, la podredumbre y el sucio nos tienen asfixiados y ellos son generadores de plagas, especialmente de los chupa sangre y ya es hora señora gobernadora y señor alcalde que ordenen a sus secretarios de Salud, como antes, que pongan a funcionar La Malaria, si es que existe, y que Interaseo o quien sea pelen las rulas, palas y rastrillos y limpien los bulevares y andenes y que los inspectores de Policía se hagan ver y sentir, pues la gente cree que ya no existen, porque como están en “carrera” no los pueden botar, si acaso trasladar, hacen lo que les da la gana, es decir no hacen nada. Salgan a la calle y hagan un inventario de los megalotes, lotes y lotecitos enmontados y llenos de basura, pásenle a sus dueños, ricos por cierto, una comunicación fijándoles un término para que los limpien y si incumplen sanciónelos severamente, igual con los restaurantes que inundan las calles de desperdicios que indigentes, perros, gatos y palomas hurgan y riegan y para que hablar de los que construyen y dejan los terraplenes de escombros tirados en grandes pilas y nadie dice nada, yo, que de pendejo no hago sino echarme enemigos con estas carajadas porque me llaman y me dicen que por qué los persigo, que si no me acuerdo que ellos me ayudaban en la política o eran mis amigos.

Bueno, ya está bueno de tanta cháchara, ojalá este clamor no quede en el vacío y se proceda a fumigar y a limpiar y además se me olvidaba, visitar las llanterías que son unos grandes criaderos de plaga, pues las llantas viejas no las botan y las conservan al aire libre y ahí es Troya, pues cuando llueven se llenan de agua que se convierten en unos grandes criaderos, que hay que acabarlos al igual que la maleza y la podredumbre o de no, con estos calores y ese plaguero Valledupar será una ciudad invivible. Ojalá que el carro no se me vaya a espichar, porque de pronto no me lo arreglan, pero esos criaderos hay que acabarlos.

Señor secretario de Tránsito, no se moleste, le recuerdo que los residentes de la carrera octava desde La Natividad hasta la 12, siguen esperando la instalación de unos reducidores de velocidad para evitar una tragedia irremediable, especialmente entre la calle 9 y 12, pues hasta ahora con los accidentes habidos han estado muy cerquita y es mejor prevenir que curar.

José Manuel Aponte Martínez

Columnista
6 junio, 2024

Los zancú y la maleza

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Cuando estaba chiquito en Villanueva no había cosa que me asustara más en las noches acostado en mi hamaca que el zumbido de un “zancú” y me arropaba de pies a cabeza, pero eso no era obstáculo para que esas fieras atravesaran la lona de la hamaca y me picaran y sacaran sangre. Eran grandotes, […]


Cuando estaba chiquito en Villanueva no había cosa que me asustara más en las noches acostado en mi hamaca que el zumbido de un “zancú” y me arropaba de pies a cabeza, pero eso no era obstáculo para que esas fieras atravesaran la lona de la hamaca y me picaran y sacaran sangre. Eran grandotes, como los de Chiriguaná, y cuando se lograba matar uno la mano quedaba ensangrentada, es decir pintada de rojo; recuerdo a mi papá peleando con ellos con un periódico y fumigando con una bomba llena de flit, que no era DDT, pero tampoco era bueno para la salud.

Ahora, ayer a las 6 de la mañana escribiendo esta columna y embadurnándome las piernas y los brazos de “Aután”, un repelente, me estoy acordando de eso y pienso qué bueno hubiera sido que en la época de mi niñez existieran algunos repelentes, pues ahora los bandidos no avisan, no hacen ruido porque no zumban y llegan en maná y en un santiamén te dejan palúdico y con una picazón terrible y además ya no se crían en charcos y aguas sucias sino en aguas limpias y cristalinas que tienen en casi todas las casas, guardadas para cuando se va el agua.

Esta ciudad está invadida de zancú, unas partes más que otras, pero en términos generales la zancudera no se puede aguantar y la gente no tiene plata para convertir los repelentes, que son caros, en otro elemento básico de la canasta familiar; además la maleza, la podredumbre y el sucio nos tienen asfixiados y ellos son generadores de plagas, especialmente de los chupa sangre y ya es hora señora gobernadora y señor alcalde que ordenen a sus secretarios de Salud, como antes, que pongan a funcionar La Malaria, si es que existe, y que Interaseo o quien sea pelen las rulas, palas y rastrillos y limpien los bulevares y andenes y que los inspectores de Policía se hagan ver y sentir, pues la gente cree que ya no existen, porque como están en “carrera” no los pueden botar, si acaso trasladar, hacen lo que les da la gana, es decir no hacen nada. Salgan a la calle y hagan un inventario de los megalotes, lotes y lotecitos enmontados y llenos de basura, pásenle a sus dueños, ricos por cierto, una comunicación fijándoles un término para que los limpien y si incumplen sanciónelos severamente, igual con los restaurantes que inundan las calles de desperdicios que indigentes, perros, gatos y palomas hurgan y riegan y para que hablar de los que construyen y dejan los terraplenes de escombros tirados en grandes pilas y nadie dice nada, yo, que de pendejo no hago sino echarme enemigos con estas carajadas porque me llaman y me dicen que por qué los persigo, que si no me acuerdo que ellos me ayudaban en la política o eran mis amigos.

Bueno, ya está bueno de tanta cháchara, ojalá este clamor no quede en el vacío y se proceda a fumigar y a limpiar y además se me olvidaba, visitar las llanterías que son unos grandes criaderos de plaga, pues las llantas viejas no las botan y las conservan al aire libre y ahí es Troya, pues cuando llueven se llenan de agua que se convierten en unos grandes criaderos, que hay que acabarlos al igual que la maleza y la podredumbre o de no, con estos calores y ese plaguero Valledupar será una ciudad invivible. Ojalá que el carro no se me vaya a espichar, porque de pronto no me lo arreglan, pero esos criaderos hay que acabarlos.

Señor secretario de Tránsito, no se moleste, le recuerdo que los residentes de la carrera octava desde La Natividad hasta la 12, siguen esperando la instalación de unos reducidores de velocidad para evitar una tragedia irremediable, especialmente entre la calle 9 y 12, pues hasta ahora con los accidentes habidos han estado muy cerquita y es mejor prevenir que curar.

José Manuel Aponte Martínez