Sus padres, Juan Bautista Mindiola Acosta e Hilda Martínez Molina, la bautizan con ese bello nombre que significa «manifestación de la presencia de Dios».
Gloria Luz Mindiola Martínez, desde su nacimiento fue ungida de muchas bendiciones. Sus padres, Juan Bautista Mindiola Acosta e Hilda Martínez Molina, la bautizan con ese bello nombre que significa «manifestación de la presencia de Dios».
Nació en Valledupar (16/04/1957), pero su niñez transcurrió en Patillal, tierra de su madre; hermoso pueblo bucólico donde los poetas sienten el rumor de brisa morena que viene de La Malena, y en espejo de arrebol rojo el sol se despide de la flor de la cayena. Allí, Gloria Luz vivió junto a sus hermanos José Juan, Myriam y José Enrique. Ella se destacaba por ser muy inquieta y ágil en los juegos infantiles que todas las noches disfrutaba junto a sus hermanos y primos.
Sus estudios de primaria los inició en la Escuela Pública de Patillal y los terminó en un pequeño colegio privado, donde su padre era profesor. En 1969 empezó el ciclo de bachillerato en el colegio El Carmelo, de San Juan del Cesar (La Guajira). En 1972, la familia se traslada a Valledupar y continuó sus estudios en el colegio de La Sagrada Familia. En 1977, viaja a Bogotá a estudiar Instrumentación Quirúrgica en el Hospital San José.
En 1980 empieza a trabajar en el Hospital Rosario Pumarejo de López, en Valledupar. En el trabajo se conoce con Jorge Raúl Rugeles Rivero, médico ginecólogo de Socorro (Santander). Ambos jóvenes, elegantes y con los corazones pletóricos de ilusiones, muy pronto el amor los enlaza; reciben la bendición del matrimonio y conforman una familia feliz. Dos hijos: Jorge Andrés, que siguió la senda de su padre, médico especialista en Genética y en Radioterapia Oncológica. Juan Miguel es administrador de empresas. Después llegan sus dos hermosas nueras: Jennifer Vallejo Calderón y Leda Daza Julio, y luego tres adorables nietos.
Gloria Luz, en su vida se destacó por ser una mujer llena de Dios, excelente familiar y amiga. Fortaleció su fe a través del Camino Neocatecumenal, durante 24 años, convirtiéndose en una verdadera discípula de Cristo. Es dable afirmar que cultivó en su alma jardines de bondades que a cada instante embellecieron su vida, y enaltecieron su muerte. El pasado Domingo de Resurrección, en inmóvil rigidez quedó su cuerpo, después de padecer por varios años de esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad del sistema nervioso que afecta las neuronas del cerebro y la médula espinal y hace perder el control muscular.
El sacerdote Enrique Iceda, quien presidió la misa exequial en la Catedral del Ecce Homo, acompañado de los sacerdotes Román Navarrete, Nolberto Mogollón y Richard Beleño, con su talento de poeta de la palabra de Dios dio testimonio de la consagración y entrega de Gloria Luz al Camino Neocatecumenal, que tiene como objetivo llevar gradualmente a los fieles a la intimidad con Jesucristo y transformarlos en sujetos activos de la Iglesia. Exaltó la coincidencia de morir en Domingo de Resurrección, como una verdadera bendición para una persona que con fe y abnegación se había entregado a la vida sagrada de la Iglesia católica.
José Atuesta Mindiola
Sus padres, Juan Bautista Mindiola Acosta e Hilda Martínez Molina, la bautizan con ese bello nombre que significa «manifestación de la presencia de Dios».
Gloria Luz Mindiola Martínez, desde su nacimiento fue ungida de muchas bendiciones. Sus padres, Juan Bautista Mindiola Acosta e Hilda Martínez Molina, la bautizan con ese bello nombre que significa «manifestación de la presencia de Dios».
Nació en Valledupar (16/04/1957), pero su niñez transcurrió en Patillal, tierra de su madre; hermoso pueblo bucólico donde los poetas sienten el rumor de brisa morena que viene de La Malena, y en espejo de arrebol rojo el sol se despide de la flor de la cayena. Allí, Gloria Luz vivió junto a sus hermanos José Juan, Myriam y José Enrique. Ella se destacaba por ser muy inquieta y ágil en los juegos infantiles que todas las noches disfrutaba junto a sus hermanos y primos.
Sus estudios de primaria los inició en la Escuela Pública de Patillal y los terminó en un pequeño colegio privado, donde su padre era profesor. En 1969 empezó el ciclo de bachillerato en el colegio El Carmelo, de San Juan del Cesar (La Guajira). En 1972, la familia se traslada a Valledupar y continuó sus estudios en el colegio de La Sagrada Familia. En 1977, viaja a Bogotá a estudiar Instrumentación Quirúrgica en el Hospital San José.
En 1980 empieza a trabajar en el Hospital Rosario Pumarejo de López, en Valledupar. En el trabajo se conoce con Jorge Raúl Rugeles Rivero, médico ginecólogo de Socorro (Santander). Ambos jóvenes, elegantes y con los corazones pletóricos de ilusiones, muy pronto el amor los enlaza; reciben la bendición del matrimonio y conforman una familia feliz. Dos hijos: Jorge Andrés, que siguió la senda de su padre, médico especialista en Genética y en Radioterapia Oncológica. Juan Miguel es administrador de empresas. Después llegan sus dos hermosas nueras: Jennifer Vallejo Calderón y Leda Daza Julio, y luego tres adorables nietos.
Gloria Luz, en su vida se destacó por ser una mujer llena de Dios, excelente familiar y amiga. Fortaleció su fe a través del Camino Neocatecumenal, durante 24 años, convirtiéndose en una verdadera discípula de Cristo. Es dable afirmar que cultivó en su alma jardines de bondades que a cada instante embellecieron su vida, y enaltecieron su muerte. El pasado Domingo de Resurrección, en inmóvil rigidez quedó su cuerpo, después de padecer por varios años de esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad del sistema nervioso que afecta las neuronas del cerebro y la médula espinal y hace perder el control muscular.
El sacerdote Enrique Iceda, quien presidió la misa exequial en la Catedral del Ecce Homo, acompañado de los sacerdotes Román Navarrete, Nolberto Mogollón y Richard Beleño, con su talento de poeta de la palabra de Dios dio testimonio de la consagración y entrega de Gloria Luz al Camino Neocatecumenal, que tiene como objetivo llevar gradualmente a los fieles a la intimidad con Jesucristo y transformarlos en sujetos activos de la Iglesia. Exaltó la coincidencia de morir en Domingo de Resurrección, como una verdadera bendición para una persona que con fe y abnegación se había entregado a la vida sagrada de la Iglesia católica.
José Atuesta Mindiola