La venganza parece ser consustancial a la naturaleza humana, aunque no creemos que bajo el imperio de la verdadera justicia sea la ineludible consecuencia de una agresión. Se llega a plantear que la justicia puede ser retributiva, punitiva y restaurativa.
La venganza parece ser consustancial a la naturaleza humana, aunque no creemos que bajo el imperio de la verdadera justicia sea la ineludible consecuencia de una agresión. Se llega a plantear que la justicia puede ser retributiva, punitiva y restaurativa. Filósofos, criminólogos y juristas no se han puesto de acuerdo cuál es el grado y proporcionalidad de justicia necesario para precaver la repetición. En algunas sociedades se busca la reparación y la verdad como modalidades de atemperar la condición de la víctima dolida y superviviente.
Lo que se está viviendo en el Medio Oriente entre hebreos y palestinos no es más que la sempiterna ley del talión. Una sociedad tan desarrollada y culta -pero al tiempo perseguida- como la de Israel, no puede resistirse a devolver el duro golpe con más fuerza aún.
En la etnia Wayuu existen ritos, casi sagrados, para velar y realizar el sepelio de sus muertos. En la región fuimos testigos de los sepelios de las víctimas mortales de los atentados que se registraron en Valledupar el pasado 25 de enero. No se permitió ver al interior del cajón ni al difunto después de su preparación. Pero lo más llamativo fue que solo mujeres, vestidas de rojo, lo cargaron. También así fue sepultado, en otro caso, Misael Ballesteros Iguarán, el pagadiario baleado el día de su cumpleaños en el conjunto Las Marías y que falleció recientemente.
Eso despertó mil comentarios, con la preocupación de que se trataba de una señal: el asesinato sería vengado.
La violencia usada en el asesinato de Janer Pinto y Lirkhay González causóel temor en Valledupar de que inicie una guerra entre bandas que deje más muertos.
Valledupar no puede ser sede de guerras entre delincuentes. El recuerdo de las venganzas de Cárdenas y Valdeblánquez en toda la Costa en la década de los 90 y de Los Vega recientemente en Barranquilla no se deben repetir.
Es importante para San Alberto y el sur del Cesar la decisión del grupo Daabon, importante compañía nacional, con ramificaciones globales, con sus productos de aceite de palma y sus derivados, de altos estándares y prácticas sostenibles en la cadena productora y logística de alimentos, de adquirir y gestionar las plantaciones de palma de aceite que antes fueron conocidas como Indupalma, una empresa que logró en los últimos 50 años niveles extraordinarios de producción y generación de miles de empleos, que sufrió el embate de la violencia y cayó recientemente en una dura situación económica que se ventiló ante la Superintendencia de Sociedades, poniendo en entredicho su continuidad agroindustrial y la generación de empleos. Hoy por fortuna en proceso de superación porla intervención de Daabon y la buena voluntad de sus trabajadores y colaboradores en sacarla adelante. La unidad agrícola, de unas 10.000 hectáreas, ha adoptado el nombre de ‘Don Alberto’, un homenaje a Alberto Dávila Díaz Granados, forjador del grupo empresarial, fallecido en el 2015 a los 77 años en su natal Santa Marta, y al pujante municipio de San Alberto, Cesar.
La venganza parece ser consustancial a la naturaleza humana, aunque no creemos que bajo el imperio de la verdadera justicia sea la ineludible consecuencia de una agresión. Se llega a plantear que la justicia puede ser retributiva, punitiva y restaurativa.
La venganza parece ser consustancial a la naturaleza humana, aunque no creemos que bajo el imperio de la verdadera justicia sea la ineludible consecuencia de una agresión. Se llega a plantear que la justicia puede ser retributiva, punitiva y restaurativa. Filósofos, criminólogos y juristas no se han puesto de acuerdo cuál es el grado y proporcionalidad de justicia necesario para precaver la repetición. En algunas sociedades se busca la reparación y la verdad como modalidades de atemperar la condición de la víctima dolida y superviviente.
Lo que se está viviendo en el Medio Oriente entre hebreos y palestinos no es más que la sempiterna ley del talión. Una sociedad tan desarrollada y culta -pero al tiempo perseguida- como la de Israel, no puede resistirse a devolver el duro golpe con más fuerza aún.
En la etnia Wayuu existen ritos, casi sagrados, para velar y realizar el sepelio de sus muertos. En la región fuimos testigos de los sepelios de las víctimas mortales de los atentados que se registraron en Valledupar el pasado 25 de enero. No se permitió ver al interior del cajón ni al difunto después de su preparación. Pero lo más llamativo fue que solo mujeres, vestidas de rojo, lo cargaron. También así fue sepultado, en otro caso, Misael Ballesteros Iguarán, el pagadiario baleado el día de su cumpleaños en el conjunto Las Marías y que falleció recientemente.
Eso despertó mil comentarios, con la preocupación de que se trataba de una señal: el asesinato sería vengado.
La violencia usada en el asesinato de Janer Pinto y Lirkhay González causóel temor en Valledupar de que inicie una guerra entre bandas que deje más muertos.
Valledupar no puede ser sede de guerras entre delincuentes. El recuerdo de las venganzas de Cárdenas y Valdeblánquez en toda la Costa en la década de los 90 y de Los Vega recientemente en Barranquilla no se deben repetir.
Es importante para San Alberto y el sur del Cesar la decisión del grupo Daabon, importante compañía nacional, con ramificaciones globales, con sus productos de aceite de palma y sus derivados, de altos estándares y prácticas sostenibles en la cadena productora y logística de alimentos, de adquirir y gestionar las plantaciones de palma de aceite que antes fueron conocidas como Indupalma, una empresa que logró en los últimos 50 años niveles extraordinarios de producción y generación de miles de empleos, que sufrió el embate de la violencia y cayó recientemente en una dura situación económica que se ventiló ante la Superintendencia de Sociedades, poniendo en entredicho su continuidad agroindustrial y la generación de empleos. Hoy por fortuna en proceso de superación porla intervención de Daabon y la buena voluntad de sus trabajadores y colaboradores en sacarla adelante. La unidad agrícola, de unas 10.000 hectáreas, ha adoptado el nombre de ‘Don Alberto’, un homenaje a Alberto Dávila Díaz Granados, forjador del grupo empresarial, fallecido en el 2015 a los 77 años en su natal Santa Marta, y al pujante municipio de San Alberto, Cesar.