Los comentarios de hace cuatro años en las calles de Valledupar apuntaban a que era necesaria una renovación generacional de aquellos que ostentaban las posiciones políticas de la ciudad.
Por: José Vicente Villazón G.
Los comentarios de hace cuatro años en las calles de Valledupar apuntaban a que era necesaria una renovación generacional de aquellos que ostentaban las posiciones políticas de la ciudad. Pues bien, en el año 2019 fue electo como alcalde de Valledupar, Mello Castro González, una persona joven, con diversos pergaminos académicos, experiencia en la arena política y perteneciente a una gran familia distinguida social, política y empresarialmente en la región.
Los jóvenes nos sentimos representados y más aún ilusionados con lo que su elección representaba para nuestro futuro en la plaza pública. Sin embargo, en el año 2023, la misma sociedad que eligió a un joven hace cuatro años, ahora se decidió masivamente por Ernesto Orozco, un profesional con experiencia probada.
El periodo del exalcalde Mello Castro fue inaugurado con el inmenso reto que significó para el país y el mundo como lo fue la pandemia de la covid-19. Este suceso sorpresivo e imprevisto forzó a los administradores públicos a solventar situaciones inesperadas, en especial, en lo social y lo económico. No fue gratis. La pandemia nos dejó una ciudad con más desempleo, más informalidad, más caos cívico, más desorden institucional y con una profunda crisis económica. A pesar de los grandes esfuerzos llevados a cabo por el exalcalde Castro y su equipo, hoy la ciudad se encuentra en una situación tan grave que las cifras hablan por sí solas (tasa de desempleo 10.8 % e informalidad 64 %).
No podemos ser injustos y debemos reconocer que la administración saliente deja algunas obras significativas que representarán un desarrollo futuro para la ciudad, como lo son: (i) Plaza de vendedores; (ii) El llamado por el exalcalde Ecoparque del Río Guatapurí; (iii) Renovación de Centros de Salud; (iv) Pavimentación de varias vías; entre otras.
Contrario a sus deseos de cambio generacional, Valledupar optó por escoger esta vez a una persona con experiencia tanto en lo público como en lo privado. Indudablemente, Ernesto Orozco tiene una larga experiencia en la Caja de Compensación Familiar del Cesar en la que demostró notorios resultados que generaron cambios en la ciudadanía cesarense. Pero debemos ser escépticos. Administrar una ciudad de medio millón de habitantes, donde los problemas abundan y desbordan cada día, es muy distinto a administrar una empresa social de carácter privado sin ánimo de lucro. El reto que ha asumido el alcalde Orozco es inmenso. Tal y como lo expresó en su discurso de posesión: “Valledupar fue destacada en 1998 por el Banco Interamericano de Desarrollo como una gestión exitosa en desarrollo urbano y como una de las ciudades intermedias mejor planificadas de Colombia en el año 2000 (…) hoy la situación es distinta de ese pasado glorioso y esa historia memorable”, por lo que no será de la noche a la mañana en la que Valledupar cambiará de cara. Ojalá, al menos, sea el comienzo.
Una vez más se comprueba que en Valledupar sí hay voto de opinión y que hay una constante evaluación de los administradores públicos por parte de los ciudadanos. Hace cuatro años le dimos la oportunidad a la juventud, esa que nos ilusionó con que íbamos a transformar a nuestra ciudad con ideas renovadas y una manera fresca de administrar lo público. En el 2023 escogimos esa aclamada experiencia en la que miles de valduparenses estamos confiados en que sí se puede cambiar de manera positiva a la ciudad. En el año 2027 nuevamente los vallenatos evaluarán la gestión de los administradores públicos y decidirán si la experiencia era la solución.
Los comentarios de hace cuatro años en las calles de Valledupar apuntaban a que era necesaria una renovación generacional de aquellos que ostentaban las posiciones políticas de la ciudad.
Por: José Vicente Villazón G.
Los comentarios de hace cuatro años en las calles de Valledupar apuntaban a que era necesaria una renovación generacional de aquellos que ostentaban las posiciones políticas de la ciudad. Pues bien, en el año 2019 fue electo como alcalde de Valledupar, Mello Castro González, una persona joven, con diversos pergaminos académicos, experiencia en la arena política y perteneciente a una gran familia distinguida social, política y empresarialmente en la región.
Los jóvenes nos sentimos representados y más aún ilusionados con lo que su elección representaba para nuestro futuro en la plaza pública. Sin embargo, en el año 2023, la misma sociedad que eligió a un joven hace cuatro años, ahora se decidió masivamente por Ernesto Orozco, un profesional con experiencia probada.
El periodo del exalcalde Mello Castro fue inaugurado con el inmenso reto que significó para el país y el mundo como lo fue la pandemia de la covid-19. Este suceso sorpresivo e imprevisto forzó a los administradores públicos a solventar situaciones inesperadas, en especial, en lo social y lo económico. No fue gratis. La pandemia nos dejó una ciudad con más desempleo, más informalidad, más caos cívico, más desorden institucional y con una profunda crisis económica. A pesar de los grandes esfuerzos llevados a cabo por el exalcalde Castro y su equipo, hoy la ciudad se encuentra en una situación tan grave que las cifras hablan por sí solas (tasa de desempleo 10.8 % e informalidad 64 %).
No podemos ser injustos y debemos reconocer que la administración saliente deja algunas obras significativas que representarán un desarrollo futuro para la ciudad, como lo son: (i) Plaza de vendedores; (ii) El llamado por el exalcalde Ecoparque del Río Guatapurí; (iii) Renovación de Centros de Salud; (iv) Pavimentación de varias vías; entre otras.
Contrario a sus deseos de cambio generacional, Valledupar optó por escoger esta vez a una persona con experiencia tanto en lo público como en lo privado. Indudablemente, Ernesto Orozco tiene una larga experiencia en la Caja de Compensación Familiar del Cesar en la que demostró notorios resultados que generaron cambios en la ciudadanía cesarense. Pero debemos ser escépticos. Administrar una ciudad de medio millón de habitantes, donde los problemas abundan y desbordan cada día, es muy distinto a administrar una empresa social de carácter privado sin ánimo de lucro. El reto que ha asumido el alcalde Orozco es inmenso. Tal y como lo expresó en su discurso de posesión: “Valledupar fue destacada en 1998 por el Banco Interamericano de Desarrollo como una gestión exitosa en desarrollo urbano y como una de las ciudades intermedias mejor planificadas de Colombia en el año 2000 (…) hoy la situación es distinta de ese pasado glorioso y esa historia memorable”, por lo que no será de la noche a la mañana en la que Valledupar cambiará de cara. Ojalá, al menos, sea el comienzo.
Una vez más se comprueba que en Valledupar sí hay voto de opinión y que hay una constante evaluación de los administradores públicos por parte de los ciudadanos. Hace cuatro años le dimos la oportunidad a la juventud, esa que nos ilusionó con que íbamos a transformar a nuestra ciudad con ideas renovadas y una manera fresca de administrar lo público. En el 2023 escogimos esa aclamada experiencia en la que miles de valduparenses estamos confiados en que sí se puede cambiar de manera positiva a la ciudad. En el año 2027 nuevamente los vallenatos evaluarán la gestión de los administradores públicos y decidirán si la experiencia era la solución.