Alguna vez oí esta expresión a cualquier persona de mi entorno y no entendí lo que quiso decir. En sus momentos de meditaciones, propias de los sabios como el profesor Elver Socarrás, un amigo apreciado, filósofo por naturaleza, también le escuché las mismas palabras, ahora como especie de sentencia. Tiempo después, le oí la misma expresión […]
Alguna vez oí esta expresión a cualquier persona de mi entorno y no entendí lo que quiso decir. En sus momentos de meditaciones, propias de los sabios como el profesor Elver Socarrás, un amigo apreciado, filósofo por naturaleza, también le escuché las mismas palabras, ahora como especie de sentencia.
Tiempo después, le oí la misma expresión a mi abuela, ahora como especie de reflexión sensata, e intrigado, de inmediato le pregunté ….
—¿Por qué? —
Sí, le preguntaba a mi abuela que, en sus ya abundantes años viejos, a pesar de tantas aventuras vividas en busca de las ilusiones que aún perdidas seguían albergando ilusiones, con la humildad de su paciencia expresiva, la cual usa no como una habilidad, sino como una capacidad de soporte para mantenerse sobria, me decía:
— En la casa de los ricos, …..pero me refiero a los miserables, como los hay muchos o pocos en estos pueblos, pero los hay; en casa de estos las telarañas no prosperan, los zancudos y avechuchos menos, porque rasgos de comida sobrante no se ve por parte alguna, no por austeridad en el gasto ya que esta sigue siendo la mejor forma de promover el bien común, sino por la necesidad congénita de ahorrar para multiplicar los pesos a base de maltratar el cuerpo y el espíritu, maltratar a otros y así mismos como pregoneros de la esclavitud, y dar realce a la idolatría del poder del dinero que para ellos es la base de su ego, de su poder social y económico fuente de respeto y grandeza del hombre frente al hombre y que, sin darse cuenta, terminan abrazados con la miseria humana de su propio ser.
—¡Son los verdaderos miserables! — reflexionaba mi abuela y continuaba, …
— Las tuquecas, entre otras cosas símbolos del amor y la fertilidad, allí en sus casas nada encuentran detrás de los retratos y cuadros de otros tiempos, que como estereotipos hacen alusión no a las fiestas del rico Epulón y Lázaro, sino a canastos con cuernos llenos de monedas de oro en abundancia y esta miseria le quita la oportunidad al crecimiento de las telas de araña, donde fácilmente encuentran alimentos las tuquecas que cuando logran cazarlas como a cualquier insecto, satisfecha su cacería, emiten su canto de victoria.
Hago alusión a este proverbio, o refrán, o sabiduría de la gente, y termino por recordarte este pasaje para que entiendas que en casa donde ni siquiera los animales emiten su sonidos y expresiones naturales, es porque la felicidad desapareció por completo y será fiel reflejo de los corazones miserables, de la soledad con sus arandelas de desgracias y amarguras que hacen de la vida un infierno; todas estas cosas te las comento, no para que rechaces la riqueza, sino para que la forjes, pues esta bien habida y al servicio de lo que te rodea, fomentando la industria y por consiguiente el trabajo, no solo te hace grande de sentimientos, sino que te abre las puertas ante Dios y el pueblo y te trae más riqueza.
Cuando entres en casa de un rico mira de reojo detrás de los cuadros, si ves esta especie de lagartijas blancas rosáceas, y escuchas su canto, te encontrarás en la casa de un rico bueno, de un buen hombre, o de una buena familia, donde la abundancia no está arropada con la miseria; aquí en mi pueblo en las casas que frecuento, tanto de ricos como de pobres, cantan las tuquecas, por esto las visito constantemente, pues me doy cuenta que las familias que las habitan son asiduos amantes de los momentos felices y de afectos, por lo tanto practican el amor y el bienestar social. —
La verdad es que aún no he entendido si estas manifestaciones de las tuquecas son sonidos de cantos o de risas, eso sí, lo cierto es que el único lenguaje común a toda la humanidad está en la música, o en el canto o en la risa; hasta los animales así lo entienden y es por ello que deduzco que, nadie cuando hace uso de la música, o del canto o de la risa está pensando en preocupaciones momentáneas, porque entonces nos volvemos solidarios y somos capaces de practicar la caridad cristiana.
Entusiasmado por la curiosidad rematé con mi pregunta final, ……
— Y si allí no encuentro cuadros, ni retratos colgados, ¿qué he de pensar? —
Con la misma calma me respondió, ….
—Entonces es porque allí no se tiene el más mínimo rasgo de formación y el arte aparece perdido dentro del concepto existencial de la belleza y que, cuando aparece, es como un simple adorno colgado por obligación para llenar cualquier mural vacío y exhibir en parte el delirio de grandeza en su dueño—.
Por: Fausto Cotes Núñez.
Alguna vez oí esta expresión a cualquier persona de mi entorno y no entendí lo que quiso decir. En sus momentos de meditaciones, propias de los sabios como el profesor Elver Socarrás, un amigo apreciado, filósofo por naturaleza, también le escuché las mismas palabras, ahora como especie de sentencia. Tiempo después, le oí la misma expresión […]
Alguna vez oí esta expresión a cualquier persona de mi entorno y no entendí lo que quiso decir. En sus momentos de meditaciones, propias de los sabios como el profesor Elver Socarrás, un amigo apreciado, filósofo por naturaleza, también le escuché las mismas palabras, ahora como especie de sentencia.
Tiempo después, le oí la misma expresión a mi abuela, ahora como especie de reflexión sensata, e intrigado, de inmediato le pregunté ….
—¿Por qué? —
Sí, le preguntaba a mi abuela que, en sus ya abundantes años viejos, a pesar de tantas aventuras vividas en busca de las ilusiones que aún perdidas seguían albergando ilusiones, con la humildad de su paciencia expresiva, la cual usa no como una habilidad, sino como una capacidad de soporte para mantenerse sobria, me decía:
— En la casa de los ricos, …..pero me refiero a los miserables, como los hay muchos o pocos en estos pueblos, pero los hay; en casa de estos las telarañas no prosperan, los zancudos y avechuchos menos, porque rasgos de comida sobrante no se ve por parte alguna, no por austeridad en el gasto ya que esta sigue siendo la mejor forma de promover el bien común, sino por la necesidad congénita de ahorrar para multiplicar los pesos a base de maltratar el cuerpo y el espíritu, maltratar a otros y así mismos como pregoneros de la esclavitud, y dar realce a la idolatría del poder del dinero que para ellos es la base de su ego, de su poder social y económico fuente de respeto y grandeza del hombre frente al hombre y que, sin darse cuenta, terminan abrazados con la miseria humana de su propio ser.
—¡Son los verdaderos miserables! — reflexionaba mi abuela y continuaba, …
— Las tuquecas, entre otras cosas símbolos del amor y la fertilidad, allí en sus casas nada encuentran detrás de los retratos y cuadros de otros tiempos, que como estereotipos hacen alusión no a las fiestas del rico Epulón y Lázaro, sino a canastos con cuernos llenos de monedas de oro en abundancia y esta miseria le quita la oportunidad al crecimiento de las telas de araña, donde fácilmente encuentran alimentos las tuquecas que cuando logran cazarlas como a cualquier insecto, satisfecha su cacería, emiten su canto de victoria.
Hago alusión a este proverbio, o refrán, o sabiduría de la gente, y termino por recordarte este pasaje para que entiendas que en casa donde ni siquiera los animales emiten su sonidos y expresiones naturales, es porque la felicidad desapareció por completo y será fiel reflejo de los corazones miserables, de la soledad con sus arandelas de desgracias y amarguras que hacen de la vida un infierno; todas estas cosas te las comento, no para que rechaces la riqueza, sino para que la forjes, pues esta bien habida y al servicio de lo que te rodea, fomentando la industria y por consiguiente el trabajo, no solo te hace grande de sentimientos, sino que te abre las puertas ante Dios y el pueblo y te trae más riqueza.
Cuando entres en casa de un rico mira de reojo detrás de los cuadros, si ves esta especie de lagartijas blancas rosáceas, y escuchas su canto, te encontrarás en la casa de un rico bueno, de un buen hombre, o de una buena familia, donde la abundancia no está arropada con la miseria; aquí en mi pueblo en las casas que frecuento, tanto de ricos como de pobres, cantan las tuquecas, por esto las visito constantemente, pues me doy cuenta que las familias que las habitan son asiduos amantes de los momentos felices y de afectos, por lo tanto practican el amor y el bienestar social. —
La verdad es que aún no he entendido si estas manifestaciones de las tuquecas son sonidos de cantos o de risas, eso sí, lo cierto es que el único lenguaje común a toda la humanidad está en la música, o en el canto o en la risa; hasta los animales así lo entienden y es por ello que deduzco que, nadie cuando hace uso de la música, o del canto o de la risa está pensando en preocupaciones momentáneas, porque entonces nos volvemos solidarios y somos capaces de practicar la caridad cristiana.
Entusiasmado por la curiosidad rematé con mi pregunta final, ……
— Y si allí no encuentro cuadros, ni retratos colgados, ¿qué he de pensar? —
Con la misma calma me respondió, ….
—Entonces es porque allí no se tiene el más mínimo rasgo de formación y el arte aparece perdido dentro del concepto existencial de la belleza y que, cuando aparece, es como un simple adorno colgado por obligación para llenar cualquier mural vacío y exhibir en parte el delirio de grandeza en su dueño—.
Por: Fausto Cotes Núñez.