Las elecciones son como una noche de juerga, después de la emoción de la noche viene el horrible guayabo, con la diferencia que acá nos dura cuatro largos años quejándonos que nos equivocamos al votar, pero no somos capaces de identificar quién nos está mintiendo.
Es una realidad innegable en Colombia y particularmente en la región Caribe que los niveles de analfabetismo electoral superan con creces cualquier otro país del tamaño en población del nuestro, solo comparables a Perú, Ecuador y Bolivia donde la inestabilidad institucional se ve marcada por los conflictos sociales y políticos de sus habitantes frente al poder y esto por supuesto se da por la enorme corrupción que ha carcomido sus democracias desde todas las orillas ideológicas pero con una constante tanto allá como acá, son los sectores populares y pobres los que eligen.
Dicho esto y como lo escribí en una de estas columnas, las elecciones no las gana quien tenga las mejores propuestas para dar solución a los problemas reales de la sociedad sino aquel que logre mediante una agresiva campaña de neuromarketing exacerbar las emociones de los electores y orientarlos a votar por aquello que consideran es la solución a sus problemas principales y casi siempre son solo eso, promesas, mucho humo y nada de profundidad puesto que en la forma tradicional la inversión más alta se va en contratar expertos en marketing electoral que logre estructurar una estrategia basada en eso, actos del candidato que impacten las emociones del elector.
Durante las últimas campañas hemos visto de todo, un candidato que prometió traer la competencia de Electricaribe en su momento, otro prometió una despulpadora de mangos y traer la ONU a sesionar a Valledupar hasta la más reciente de acabar por completo con la cama baja y ponerle orden a la ciudad ¿Les funcionó? Por supuesto que sí, no en vano los expertos en neurociencia garantizan en sendos estudios que la esperanza de una recompensa a una necesidad motiva una acción determinada.
De las innumerables propuestas que están en contienda pocas campañas se esfuerzan por tener equipos de expertos que les ayuden a diseñar su programa de gobierno y las líneas gruesas del plan de desarrollo que son al final lo que realmente se requiere; otras en cambio desempolvan alguno por ahí archivado les cambian la fecha, actualizan uno que otro dato y con eso se inscriben en la registraduría; desde ese momento y hasta la elección misma se casan con su propuesta de campaña. En mi caso me llaman la atención dos en particular las cuales en principio pueden entusiasmar a la mayoría de incautos pero que no resisten un análisis técnico, ni de pertinencia ni mucho menos aplicable y realizable en el mediano o largo plazo.
Una de ellas es la de instalar paneles solares en todos los techos de las casas de Valledupar o en todas las que se construyan y con eso dejar de pagarle facturas a la empresa Afinia, en aras de la discusión ¿A quién no le encantaría una propuesta como esta? Pero ¿Es realmente viable? Empezando por que al menos durante estos tres años que le restan al gobierno Petro no se construirá una sola vivienda y en el evento en que se construyan ¿Se cuenta con las condiciones técnicas, financieras y jurídicas para que esta iniciativa sea una realidad? Al menos desde la sana lógica es poco viable sobre todo que no es tan cierto que los hogares se puedan zafar fácilmente del mercado de energía regulado (Ley 142/94) y por otro lado ¿Se ha calculado el costo de semejante proyecto en una ciudad con el 51% de su población en pobreza monetaria? Desde donde se mire la iniciativa no tiene asidero real en el mediano plazo.
Pero de una propuesta con pocas posibilidades de materializarse en el mediano plazo pasamos a una que ofende la inteligencia mínima y es la de “traer empresas chinas para que fabriquen paneles solares”, supongo que serán los mismos que se instalarán en los techos de Valledupar, es decir, nunca. No sé si el candidato que hace semejante propuesta se le olvida que de la ciudad se han ido una serie de empresas precisamente porque no ven en esta ni en el departamento ninguna condición para establecerse, empezando por la enorme informalidad, la ausencia de infraestructura para semejante proyecto, la carencia de servicios básicos y los altos costos de las tarifas, la asfixiante carga impositiva y quizá lo más importante, poca o ninguna disponibilidad de mano de obra calificada para soportar semejante desafío.
Las elecciones son como una noche de juerga, después de la emoción de la noche viene el horrible guayabo, con la diferencia que acá nos dura cuatro largos años quejándonos que nos equivocamos al votar, pero no somos capaces de identificar quién nos está mintiendo.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.
Las elecciones son como una noche de juerga, después de la emoción de la noche viene el horrible guayabo, con la diferencia que acá nos dura cuatro largos años quejándonos que nos equivocamos al votar, pero no somos capaces de identificar quién nos está mintiendo.
Es una realidad innegable en Colombia y particularmente en la región Caribe que los niveles de analfabetismo electoral superan con creces cualquier otro país del tamaño en población del nuestro, solo comparables a Perú, Ecuador y Bolivia donde la inestabilidad institucional se ve marcada por los conflictos sociales y políticos de sus habitantes frente al poder y esto por supuesto se da por la enorme corrupción que ha carcomido sus democracias desde todas las orillas ideológicas pero con una constante tanto allá como acá, son los sectores populares y pobres los que eligen.
Dicho esto y como lo escribí en una de estas columnas, las elecciones no las gana quien tenga las mejores propuestas para dar solución a los problemas reales de la sociedad sino aquel que logre mediante una agresiva campaña de neuromarketing exacerbar las emociones de los electores y orientarlos a votar por aquello que consideran es la solución a sus problemas principales y casi siempre son solo eso, promesas, mucho humo y nada de profundidad puesto que en la forma tradicional la inversión más alta se va en contratar expertos en marketing electoral que logre estructurar una estrategia basada en eso, actos del candidato que impacten las emociones del elector.
Durante las últimas campañas hemos visto de todo, un candidato que prometió traer la competencia de Electricaribe en su momento, otro prometió una despulpadora de mangos y traer la ONU a sesionar a Valledupar hasta la más reciente de acabar por completo con la cama baja y ponerle orden a la ciudad ¿Les funcionó? Por supuesto que sí, no en vano los expertos en neurociencia garantizan en sendos estudios que la esperanza de una recompensa a una necesidad motiva una acción determinada.
De las innumerables propuestas que están en contienda pocas campañas se esfuerzan por tener equipos de expertos que les ayuden a diseñar su programa de gobierno y las líneas gruesas del plan de desarrollo que son al final lo que realmente se requiere; otras en cambio desempolvan alguno por ahí archivado les cambian la fecha, actualizan uno que otro dato y con eso se inscriben en la registraduría; desde ese momento y hasta la elección misma se casan con su propuesta de campaña. En mi caso me llaman la atención dos en particular las cuales en principio pueden entusiasmar a la mayoría de incautos pero que no resisten un análisis técnico, ni de pertinencia ni mucho menos aplicable y realizable en el mediano o largo plazo.
Una de ellas es la de instalar paneles solares en todos los techos de las casas de Valledupar o en todas las que se construyan y con eso dejar de pagarle facturas a la empresa Afinia, en aras de la discusión ¿A quién no le encantaría una propuesta como esta? Pero ¿Es realmente viable? Empezando por que al menos durante estos tres años que le restan al gobierno Petro no se construirá una sola vivienda y en el evento en que se construyan ¿Se cuenta con las condiciones técnicas, financieras y jurídicas para que esta iniciativa sea una realidad? Al menos desde la sana lógica es poco viable sobre todo que no es tan cierto que los hogares se puedan zafar fácilmente del mercado de energía regulado (Ley 142/94) y por otro lado ¿Se ha calculado el costo de semejante proyecto en una ciudad con el 51% de su población en pobreza monetaria? Desde donde se mire la iniciativa no tiene asidero real en el mediano plazo.
Pero de una propuesta con pocas posibilidades de materializarse en el mediano plazo pasamos a una que ofende la inteligencia mínima y es la de “traer empresas chinas para que fabriquen paneles solares”, supongo que serán los mismos que se instalarán en los techos de Valledupar, es decir, nunca. No sé si el candidato que hace semejante propuesta se le olvida que de la ciudad se han ido una serie de empresas precisamente porque no ven en esta ni en el departamento ninguna condición para establecerse, empezando por la enorme informalidad, la ausencia de infraestructura para semejante proyecto, la carencia de servicios básicos y los altos costos de las tarifas, la asfixiante carga impositiva y quizá lo más importante, poca o ninguna disponibilidad de mano de obra calificada para soportar semejante desafío.
Las elecciones son como una noche de juerga, después de la emoción de la noche viene el horrible guayabo, con la diferencia que acá nos dura cuatro largos años quejándonos que nos equivocamos al votar, pero no somos capaces de identificar quién nos está mintiendo.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.