En la empinada senda de nuestra historia política, al borde del trópico donde germina el vallenato y danza el sol sobre las trinitarias y los cañahuates, se alza un logro no menor, no efímero, no mío; un hito sólidamente construido con 109.321 gestos de confianza, semillas de esperanza plantadas en la fértil tierra de Valledupar.
En la empinada senda de nuestra historia política, al borde del trópico donde germina el vallenato y danza el sol sobre las trinitarias y los cañahuates, se alza un logro no menor, no efímero, no mío; un hito sólidamente construido con 109.321 gestos de confianza, semillas de esperanza plantadas en la fértil tierra de Valledupar.
Nuestras manos, extenuadas pero firmes, han alzado un estandarte de cambio que, con humildad y agradecimiento, hoy ondea vigoroso en los cuatro puntos cardinales de la ciudad.
Nunca una firma pesó tanto. Nunca tan ligera pareció la responsabilidad de portarlas. Un voto de confianza que reverbera en los corazones de muchos vallenatos, una sinfonía de voces que en su murmullo insiste: ya es tiempo.
Este hito que hoy celebramos, no como una victoria individual, sino como un triunfo colectivo, esos 109.321 hilos que se entrelazan en un nuevo tejido es el grito de esperanza que nos vuelve poderosos, es el palpitar sonoro de un pueblo que anhela algo diferente, una ciudad diferente, alguien diferente capaz de liderar la construcción de una ciudad diferente.
En este recorrido tuve que vencer la incredulidad de la gente, que nunca creyó que fuese capaz de recorrer palmo a palmo, del amanecer al anochecer, los barrios y corregimientos y veredas del municipio. En este recorrido encontré miradas apáticas, gestos marcados por el desgaste y la desilusión de la política. En muchas de esas miradas, incluso, vi mi reflejo, al Camilo Quiroz de hace unos años: harto de políticos enraizados en el clientelismo y el abandono, y echaba por tierra un futuro diferente para Valledupar.
Sin embargo, al igual que el río Guatapurí que corre y nunca se cansa, la voluntad nunca se me agotó y, por el contrario, mientras más me adentraba en el ejercicio, más me vigorizaba sobre todo cuando veía desesperanza en torno. Sí, cada piedra en el camino solo determinó mejor el trazo del caudal. Entendimos el hastío del pueblo, pues somos espejo de su cansancio.
Por supuesto, apenas estamos a medio camino. El horizonte aún se encuentra lejos, pero cada paso, cada firma, cada conversación, nos acerca a nuestro destino. Y aún si el camino es largo, ya hemos conquistado mucho.
Hemos demostrado que la política puede ser un acto de transparencia, de integridad y de compromiso con la gente, que las promesas pueden ir más allá de la mera palabrería, que pueden ser producto de convicciones serias y no de arreglos de casas políticas.
Hemos demostrado que el ejercicio proselitista puede ser diferente, sencillo pero novedoso, sobrio pero creativo en la simbología de cómo debe ser un gobierno: cercano con el ciudadano, transparente con la sociedad y amigable con la gente y con el medio ambiente, tal como lo hicimos nosotros con nuestra sede móvil, escuchando a la ciudadanía en su propio barrio, transparentando sus paredes para que todos vieran su quehacer diario y respetando el medio ambiente al no contaminarla. Así se gobernará sin robar.
Así como el vallenato nació de los juglares que recorrían pueblos y ciudades compartiendo sus historias, este movimiento se construyó con la labor incansable de un equipo que, bajo el fuerte sol, caminando largas distancias y compartiendo ideas, recolectó las firmas de quienes depositaron su esperanza en este proyecto. A cada uno de ellos, a cada persona que creyó en nosotros, le extiendo mi más profundo agradecimiento.
Las notas de nuestro vallenato, las historias de nuestros juglares, la riqueza inconmensurable de nuestra tierra, toda la esencia de lo vallenato se palpa en esta gesta: somos indomables, y nos agigantamos en la promesa de un mejor futuro.
Vamos con toda por la alcaldía, a convertir la esperanza en un motor de cambio. Hoy, aquí y ahora, no queda duda de que juntos somos capaces de conquistar cualquier horizonte, de escribir con nuestras propias manos el destino que nuestro corazón vallenato anhela. Hoy somos más que nunca parte de un legado imperecedero, tejido a través de generaciones, vestido con cada acorde de nuestra historia. Nuestro presente es un acto de esperanza, nuestro futuro, el sueño materializado. De la mano, avanzamos hacia el mañana, pues es en nuestra unidad que yace la fuerza para cambiar Valledupar.
Para el camino que queda, de frente, sin miedo, a gobernar sin robar.
En la empinada senda de nuestra historia política, al borde del trópico donde germina el vallenato y danza el sol sobre las trinitarias y los cañahuates, se alza un logro no menor, no efímero, no mío; un hito sólidamente construido con 109.321 gestos de confianza, semillas de esperanza plantadas en la fértil tierra de Valledupar.
En la empinada senda de nuestra historia política, al borde del trópico donde germina el vallenato y danza el sol sobre las trinitarias y los cañahuates, se alza un logro no menor, no efímero, no mío; un hito sólidamente construido con 109.321 gestos de confianza, semillas de esperanza plantadas en la fértil tierra de Valledupar.
Nuestras manos, extenuadas pero firmes, han alzado un estandarte de cambio que, con humildad y agradecimiento, hoy ondea vigoroso en los cuatro puntos cardinales de la ciudad.
Nunca una firma pesó tanto. Nunca tan ligera pareció la responsabilidad de portarlas. Un voto de confianza que reverbera en los corazones de muchos vallenatos, una sinfonía de voces que en su murmullo insiste: ya es tiempo.
Este hito que hoy celebramos, no como una victoria individual, sino como un triunfo colectivo, esos 109.321 hilos que se entrelazan en un nuevo tejido es el grito de esperanza que nos vuelve poderosos, es el palpitar sonoro de un pueblo que anhela algo diferente, una ciudad diferente, alguien diferente capaz de liderar la construcción de una ciudad diferente.
En este recorrido tuve que vencer la incredulidad de la gente, que nunca creyó que fuese capaz de recorrer palmo a palmo, del amanecer al anochecer, los barrios y corregimientos y veredas del municipio. En este recorrido encontré miradas apáticas, gestos marcados por el desgaste y la desilusión de la política. En muchas de esas miradas, incluso, vi mi reflejo, al Camilo Quiroz de hace unos años: harto de políticos enraizados en el clientelismo y el abandono, y echaba por tierra un futuro diferente para Valledupar.
Sin embargo, al igual que el río Guatapurí que corre y nunca se cansa, la voluntad nunca se me agotó y, por el contrario, mientras más me adentraba en el ejercicio, más me vigorizaba sobre todo cuando veía desesperanza en torno. Sí, cada piedra en el camino solo determinó mejor el trazo del caudal. Entendimos el hastío del pueblo, pues somos espejo de su cansancio.
Por supuesto, apenas estamos a medio camino. El horizonte aún se encuentra lejos, pero cada paso, cada firma, cada conversación, nos acerca a nuestro destino. Y aún si el camino es largo, ya hemos conquistado mucho.
Hemos demostrado que la política puede ser un acto de transparencia, de integridad y de compromiso con la gente, que las promesas pueden ir más allá de la mera palabrería, que pueden ser producto de convicciones serias y no de arreglos de casas políticas.
Hemos demostrado que el ejercicio proselitista puede ser diferente, sencillo pero novedoso, sobrio pero creativo en la simbología de cómo debe ser un gobierno: cercano con el ciudadano, transparente con la sociedad y amigable con la gente y con el medio ambiente, tal como lo hicimos nosotros con nuestra sede móvil, escuchando a la ciudadanía en su propio barrio, transparentando sus paredes para que todos vieran su quehacer diario y respetando el medio ambiente al no contaminarla. Así se gobernará sin robar.
Así como el vallenato nació de los juglares que recorrían pueblos y ciudades compartiendo sus historias, este movimiento se construyó con la labor incansable de un equipo que, bajo el fuerte sol, caminando largas distancias y compartiendo ideas, recolectó las firmas de quienes depositaron su esperanza en este proyecto. A cada uno de ellos, a cada persona que creyó en nosotros, le extiendo mi más profundo agradecimiento.
Las notas de nuestro vallenato, las historias de nuestros juglares, la riqueza inconmensurable de nuestra tierra, toda la esencia de lo vallenato se palpa en esta gesta: somos indomables, y nos agigantamos en la promesa de un mejor futuro.
Vamos con toda por la alcaldía, a convertir la esperanza en un motor de cambio. Hoy, aquí y ahora, no queda duda de que juntos somos capaces de conquistar cualquier horizonte, de escribir con nuestras propias manos el destino que nuestro corazón vallenato anhela. Hoy somos más que nunca parte de un legado imperecedero, tejido a través de generaciones, vestido con cada acorde de nuestra historia. Nuestro presente es un acto de esperanza, nuestro futuro, el sueño materializado. De la mano, avanzamos hacia el mañana, pues es en nuestra unidad que yace la fuerza para cambiar Valledupar.
Para el camino que queda, de frente, sin miedo, a gobernar sin robar.