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Columnista - 13 enero, 2023

Reaparezco y sigo dando lora

Después de dos largos meses totalmente aislado de la costumbre de escribir esta columna todos los viernes, por razones de salud y completamente restablecido, sigo dando lora y tratando los temas de actualidad.

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Bueno, primero que todo un feliz año pa´to el mundo y parodiando a Fray Luis de León que fue detenido dictando clases en la Universidad de Salamanca, no estoy seguro y transcurrido un largo tiempo de reclusión retornó a su clase con la siguiente frase: “Como decíamos ayer”. Después de dos largos meses totalmente aislado de la costumbre de escribir esta columna todos los viernes, por razones de salud y completamente restablecido, sigo dando lora y tratando los temas de actualidad, con preferencia los que suceden o nos golpean en nuestro entorno bolsilleril, especialmente en lo concerniente al Cesar y a La Guajira.

Vengo “como Toyota nuevo pidiendo vía”, con ganas de satisfacer y complacer a mis pocos o muchos lectores, no sé, que donde quiera me encuentran me lo reclaman, algunos jocosamente y me dicen “yo creía que te habías muerto”, no me he muerto, ni me muero todavía con la venia de Dios y otros en forma airada, pero no altanera sino con mucho cariño.

Comienzo con lo que más me gusta: la comida y sus exagerados precios, con una especulación desbordada y sin que nadie la controle y sancione: el aguacate es mi fruta preferida, me crié en abundancia de ellos y me comía uno o dos al día escogido y me acostumbré a consumirlo todos los días, en el desayuno, almuerzo y comida, gusto que no voy a poder seguir dándome, porque “la inflación, el dólar caro y la guerra de Rusia y Ucrania” te dice cualquier carretillero lo tienen por las nubes y por eso voy a reducir su consumo a dos veces por semana; el otro, figúrense que estoy felizmente casado con una pacífica, de La Paz, la tierra del queso sabroso y ellos lo consumen tres veces al día: en la mañanita con tinto, al medio día con lo que sea y en la comida con yuca, arepa limpia o plátano asado, eso es inmancable y yo rápidamente me habitué y hoy el kilo ronda a los $35 mil y la única solución es disminuir el consumo con una ración más pequeña y además irlo a comprar al mercado, donde es más barato y ya que hablé del plátano amarillo, pero serrano como le gusta a Mercy por su dulzura, nos van a obligar por su alto precio a disminuirlo también, comiéndome un cuarto en vez de medio como lo venimos haciendo.

Muy afortunadas y oportunas la caricatura del inigualable Zafady y la columna del pariente y magnífico columnista Víctor Martínez, donde pintan y tratan la especulación como el flagelo que infla la inflación, pero se quedaron cortos mis buenos amigos al ignorar a la inseguridad que con su prima hermana la especulación son los dos flagelos que hoy reinan, no en esta ciudad, sino en toda Colombia, esos dos males hacen una buena llave y acaban cualquier economía y el señor alcalde Mello Castro debe de emprender, en unión con los señores Concejales, que son 19 bien remunerados, una vasta y demoledora campaña contra ellos, para ver si la platica alcanza para algo.

Una especulación sin control trae como consecuencia una inflación desbordada y si la primera no se controla fijando precios públicos, obligatorios tanto en almacenes como en centros comerciales, no hay plata que alcance, máxime ahora cuando vienen las caras matrículas y las largas listas de útiles inútiles que necesita cada estudiante con un largo etc., etc. Mi consejo es que compremos y consumamos menos, obligando a los especuladores a bajar precios para que tengan “madurera” y el queso se les seque y se ponga rancio.

Alcalde con los bríos que lo caracterizan, a cortarle la cabeza a la especulación para que no haya inflación y se viva bien y sabroso, tal como lo desean el presidente Petro y Francia, su vice.   

Por José Manuel Aponte Martínez

Columnista
13 enero, 2023

Reaparezco y sigo dando lora

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Después de dos largos meses totalmente aislado de la costumbre de escribir esta columna todos los viernes, por razones de salud y completamente restablecido, sigo dando lora y tratando los temas de actualidad.


Bueno, primero que todo un feliz año pa´to el mundo y parodiando a Fray Luis de León que fue detenido dictando clases en la Universidad de Salamanca, no estoy seguro y transcurrido un largo tiempo de reclusión retornó a su clase con la siguiente frase: “Como decíamos ayer”. Después de dos largos meses totalmente aislado de la costumbre de escribir esta columna todos los viernes, por razones de salud y completamente restablecido, sigo dando lora y tratando los temas de actualidad, con preferencia los que suceden o nos golpean en nuestro entorno bolsilleril, especialmente en lo concerniente al Cesar y a La Guajira.

Vengo “como Toyota nuevo pidiendo vía”, con ganas de satisfacer y complacer a mis pocos o muchos lectores, no sé, que donde quiera me encuentran me lo reclaman, algunos jocosamente y me dicen “yo creía que te habías muerto”, no me he muerto, ni me muero todavía con la venia de Dios y otros en forma airada, pero no altanera sino con mucho cariño.

Comienzo con lo que más me gusta: la comida y sus exagerados precios, con una especulación desbordada y sin que nadie la controle y sancione: el aguacate es mi fruta preferida, me crié en abundancia de ellos y me comía uno o dos al día escogido y me acostumbré a consumirlo todos los días, en el desayuno, almuerzo y comida, gusto que no voy a poder seguir dándome, porque “la inflación, el dólar caro y la guerra de Rusia y Ucrania” te dice cualquier carretillero lo tienen por las nubes y por eso voy a reducir su consumo a dos veces por semana; el otro, figúrense que estoy felizmente casado con una pacífica, de La Paz, la tierra del queso sabroso y ellos lo consumen tres veces al día: en la mañanita con tinto, al medio día con lo que sea y en la comida con yuca, arepa limpia o plátano asado, eso es inmancable y yo rápidamente me habitué y hoy el kilo ronda a los $35 mil y la única solución es disminuir el consumo con una ración más pequeña y además irlo a comprar al mercado, donde es más barato y ya que hablé del plátano amarillo, pero serrano como le gusta a Mercy por su dulzura, nos van a obligar por su alto precio a disminuirlo también, comiéndome un cuarto en vez de medio como lo venimos haciendo.

Muy afortunadas y oportunas la caricatura del inigualable Zafady y la columna del pariente y magnífico columnista Víctor Martínez, donde pintan y tratan la especulación como el flagelo que infla la inflación, pero se quedaron cortos mis buenos amigos al ignorar a la inseguridad que con su prima hermana la especulación son los dos flagelos que hoy reinan, no en esta ciudad, sino en toda Colombia, esos dos males hacen una buena llave y acaban cualquier economía y el señor alcalde Mello Castro debe de emprender, en unión con los señores Concejales, que son 19 bien remunerados, una vasta y demoledora campaña contra ellos, para ver si la platica alcanza para algo.

Una especulación sin control trae como consecuencia una inflación desbordada y si la primera no se controla fijando precios públicos, obligatorios tanto en almacenes como en centros comerciales, no hay plata que alcance, máxime ahora cuando vienen las caras matrículas y las largas listas de útiles inútiles que necesita cada estudiante con un largo etc., etc. Mi consejo es que compremos y consumamos menos, obligando a los especuladores a bajar precios para que tengan “madurera” y el queso se les seque y se ponga rancio.

Alcalde con los bríos que lo caracterizan, a cortarle la cabeza a la especulación para que no haya inflación y se viva bien y sabroso, tal como lo desean el presidente Petro y Francia, su vice.   

Por José Manuel Aponte Martínez