“Soy técnico en palma, pero el acceso al empleo en Codazzi es difícil (sic). A largo plazo, pienso quedarme acá, en la Sabana de Bogotá”, dice un codacense.
ALEXANDER GUTIÉRREZ/ EL PILÓN
Continúa el éxodo de cesarenses hacia la Sabana de Bogotá en busca de empleo en la industria de la floricultura. Se estima que en los últimos siete años han salido, por lo menos, 3.000 habitantes oriundos de Codazzi, Cesar, municipio que en otrora recibía a miles de personas, procedentes de todas partes del país a recoger la cosecha del algodón. En lo que va corrido del 2023, se cree que han salido más de 300 codacenses. De Guacoche, corregimiento de Valledupar también empiezan a salir contingentes de trabajadores.
Este flujo migratorio hace recordar una canción del Joe Arroyo: “Abandonaron el campo, como si perdieran la fe. Se queda solo el platanal y la frutica de mamey”. Y el desempleo es como “implacable capataz” que tiene a muchos pasando un verano económico de nunca acabar.
EL PILÓN ha tenido acceso a testimonios de diferentes clases de migrantes en Bogotá: los que van por temporadas, los que fueron y se quedaron y los que piensan quedarse.
Marcos Sánchez, oriundo de Codazzi, relata: “Viajo por temporadas. San Valentín, temporada de madres y el resto que hay en el año. Para la presente, estoy en Facatativá desde el 8 de enero. Acá la paso muy bien, con la alimentación, el hospedaje y los horarios de trabajo. La empresa nos asigna turnos durante el día o la noche y nos pagan las horas extras, en todo caso. En Codazzi es muy difícil conseguir empleo. Yo tengo niños pequeños e hijos en la universidad y me toca bregar para cubrir esas necesidades y dar sustento a la familia. Estoy yendo y viniendo según la temporada”.
Por su parte, Deicy Guillén cuenta que llegó por primera vez a Facatativá hace ocho años para la temporada de San Valentín que se da entre enero y febrero y también para la temporada de madres, entre abril y mayo.
“Luego, vine como independiente y ya tengo más de cinco años de estar trabajando. Es posible quedarse trabajando de forma permanente con la empresa si te ven la disposición, pero después que termina cada temporada muchas personas son despedidas. Soy madre soltera. Cuando me vine, mi hijo estaba en tercero de primaria; hoy está en noveno de bachillerato. Estoy ahorrando para pagarle la universidad y haciendo ahorro en vivienda”.
Carlos Cárdenas, otro codacense, explica que: “Todo esto comenzó hace alrededor de 7 años. Hicimos para acá una travesía buscando un cambio de vida, una oportunidad laboral y fue pesado. Para ese entonces, nos vinimos por cuenta propia. Me regreso a Codazzi y en el 2015 vuelvo a Facatativá a trabajar como interno con Elite Flower. Mi motivación principal para salir fue conocer otros pueblos y mejorar mis condiciones de vida. En el 2014, antes de venir a la Sabana de Bogotá, estaba desempleado. Soy técnico en palma, pero el acceso al empleo es difícil allá (sic). A largo plazo, pienso quedarme acá, en la Sabana de Bogotá”.
“Soy técnico en palma, pero el acceso al empleo en Codazzi es difícil (sic). A largo plazo, pienso quedarme acá, en la Sabana de Bogotá”, dice un codacense.
ALEXANDER GUTIÉRREZ/ EL PILÓN
Continúa el éxodo de cesarenses hacia la Sabana de Bogotá en busca de empleo en la industria de la floricultura. Se estima que en los últimos siete años han salido, por lo menos, 3.000 habitantes oriundos de Codazzi, Cesar, municipio que en otrora recibía a miles de personas, procedentes de todas partes del país a recoger la cosecha del algodón. En lo que va corrido del 2023, se cree que han salido más de 300 codacenses. De Guacoche, corregimiento de Valledupar también empiezan a salir contingentes de trabajadores.
Este flujo migratorio hace recordar una canción del Joe Arroyo: “Abandonaron el campo, como si perdieran la fe. Se queda solo el platanal y la frutica de mamey”. Y el desempleo es como “implacable capataz” que tiene a muchos pasando un verano económico de nunca acabar.
EL PILÓN ha tenido acceso a testimonios de diferentes clases de migrantes en Bogotá: los que van por temporadas, los que fueron y se quedaron y los que piensan quedarse.
Marcos Sánchez, oriundo de Codazzi, relata: “Viajo por temporadas. San Valentín, temporada de madres y el resto que hay en el año. Para la presente, estoy en Facatativá desde el 8 de enero. Acá la paso muy bien, con la alimentación, el hospedaje y los horarios de trabajo. La empresa nos asigna turnos durante el día o la noche y nos pagan las horas extras, en todo caso. En Codazzi es muy difícil conseguir empleo. Yo tengo niños pequeños e hijos en la universidad y me toca bregar para cubrir esas necesidades y dar sustento a la familia. Estoy yendo y viniendo según la temporada”.
Por su parte, Deicy Guillén cuenta que llegó por primera vez a Facatativá hace ocho años para la temporada de San Valentín que se da entre enero y febrero y también para la temporada de madres, entre abril y mayo.
“Luego, vine como independiente y ya tengo más de cinco años de estar trabajando. Es posible quedarse trabajando de forma permanente con la empresa si te ven la disposición, pero después que termina cada temporada muchas personas son despedidas. Soy madre soltera. Cuando me vine, mi hijo estaba en tercero de primaria; hoy está en noveno de bachillerato. Estoy ahorrando para pagarle la universidad y haciendo ahorro en vivienda”.
Carlos Cárdenas, otro codacense, explica que: “Todo esto comenzó hace alrededor de 7 años. Hicimos para acá una travesía buscando un cambio de vida, una oportunidad laboral y fue pesado. Para ese entonces, nos vinimos por cuenta propia. Me regreso a Codazzi y en el 2015 vuelvo a Facatativá a trabajar como interno con Elite Flower. Mi motivación principal para salir fue conocer otros pueblos y mejorar mis condiciones de vida. En el 2014, antes de venir a la Sabana de Bogotá, estaba desempleado. Soy técnico en palma, pero el acceso al empleo es difícil allá (sic). A largo plazo, pienso quedarme acá, en la Sabana de Bogotá”.