Termina otro año y como siempre muchos fueron los sucesos que cambiaron y marcaron la manera de vivir de muchas personas en el planeta.
Termina otro año y como siempre muchos fueron los sucesos que cambiaron y marcaron la manera de vivir de muchas personas en el planeta, para algunos seguramente fue un año de muchas oportunidades bien aprovechadas, metas y objetivos cumplidos, retos superados y crecimiento en muchas facetas de la vida, en cambio, por el contrario, para otros el 2022 fue un año marcado por la tragedia y la pérdida de toda la esperanza que alguna vez fue depositada en este año que cierra.
El ser humano siempre se ha caracterizado por ser alguien incomprensible en múltiples aspectos de su existencia, generando esto diferencias que en muchas ocasiones ha sido el detonante de conflictos, disputas por la defensa de sus ideales y/o puntos de vista.
Toda esta situación no fue ajena en el 2022, agravando mucho más el complejo panorama post pandémico que ya veníamos sufriendo en el planeta.
Sumado a esto, eventos como la guerra en Ucrania, la volatilidad de los principales mercados, la escasez de muchos insumos a nivel mundial, producto de una China agonizante sufriendo por un rebrote hasta hoy imposible de controlar, un clima tan descontrolado y extremo que deja cada día aún más claro que no estamos avanzando en el logro del equilibrio mundial que tanto promulgamos.
Aun así por más sombrío que prometa cerrar el panorama del planeta en este 2022 si en algo nos hemos caracterizado como sociedad es en la capacidad que tenemos para adaptarnos a estos cambios afrontando de manera recursiva, rápida y decidida los nuevos desafíos que nuestra misma humanidad nos impone en materia económica, social y ambiental; esta nueva capacidad que hemos generado se le llama ‘Resiliencia’ y es lo que en estos últimos años tan difíciles nos ha permitido aprender y sacar provecho de los errores cometidos, superar la crisis por muy profundas que sean y seguir alimentando la esperanza de un mejor mañana.
Por Javier Mazeneth
Termina otro año y como siempre muchos fueron los sucesos que cambiaron y marcaron la manera de vivir de muchas personas en el planeta.
Termina otro año y como siempre muchos fueron los sucesos que cambiaron y marcaron la manera de vivir de muchas personas en el planeta, para algunos seguramente fue un año de muchas oportunidades bien aprovechadas, metas y objetivos cumplidos, retos superados y crecimiento en muchas facetas de la vida, en cambio, por el contrario, para otros el 2022 fue un año marcado por la tragedia y la pérdida de toda la esperanza que alguna vez fue depositada en este año que cierra.
El ser humano siempre se ha caracterizado por ser alguien incomprensible en múltiples aspectos de su existencia, generando esto diferencias que en muchas ocasiones ha sido el detonante de conflictos, disputas por la defensa de sus ideales y/o puntos de vista.
Toda esta situación no fue ajena en el 2022, agravando mucho más el complejo panorama post pandémico que ya veníamos sufriendo en el planeta.
Sumado a esto, eventos como la guerra en Ucrania, la volatilidad de los principales mercados, la escasez de muchos insumos a nivel mundial, producto de una China agonizante sufriendo por un rebrote hasta hoy imposible de controlar, un clima tan descontrolado y extremo que deja cada día aún más claro que no estamos avanzando en el logro del equilibrio mundial que tanto promulgamos.
Aun así por más sombrío que prometa cerrar el panorama del planeta en este 2022 si en algo nos hemos caracterizado como sociedad es en la capacidad que tenemos para adaptarnos a estos cambios afrontando de manera recursiva, rápida y decidida los nuevos desafíos que nuestra misma humanidad nos impone en materia económica, social y ambiental; esta nueva capacidad que hemos generado se le llama ‘Resiliencia’ y es lo que en estos últimos años tan difíciles nos ha permitido aprender y sacar provecho de los errores cometidos, superar la crisis por muy profundas que sean y seguir alimentando la esperanza de un mejor mañana.
Por Javier Mazeneth