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Columnista - 20 octubre, 2022

Nuestra mala hora

Nunca pensamos que Valledupar padecería muchas plagas al mismo tiempo, nuestra ruina ha llegado y no parece ser por poco tiempo,  nuestra desgracia es colosal por cuenta de la falta de visión y por el deseo de protagonismo de quienes llegan a espacios de liderazgo manteniendo nuestra ciudad en su peor momento, basta solo mencionar […]

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Nunca pensamos que Valledupar padecería muchas plagas al mismo tiempo, nuestra ruina ha llegado y no parece ser por poco tiempo,  nuestra desgracia es colosal por cuenta de la falta de visión y por el deseo de protagonismo de quienes llegan a espacios de liderazgo manteniendo nuestra ciudad en su peor momento, basta solo mencionar la precariedad del alumbrado público, las calles convertidas en basureros, inseguridad desbordada, desempleo en su máximo histórico, la movilidad un caos, los efectos negativos de Yuma en los corregimientos del sur y si seguimos agotaría esta columna sólo escribiendo sobre eso.

Este municipio está dominado por la improvisación, nada de lo que se está haciendo responde a un concepto de planeación serio que determine nuestro camino pensando en el progreso y el bienestar de los vallenatos, todo se limita a un parque por acá, una estatua por allá y por último el Déjà vu de ver un alcalde anunciando que va a tapar los huecos de las calles y no es un defecto del actual mandatario, los alcaldes no están planeando la ciudad de los santos reyes, la pugnacidad política excitada por la mediocridad de quienes dirigen la ciudad no permiten crear y mantener instrumentos para definir el desarrollo a largo plazo.

Pocos plantean un modelo de ciudad con base en herramientas que contribuyan a superar el retraso al que nos someten formas anacrónicas de ver nuestro entorno, el ex alcalde Fredys Socarrás trabajó desde el inicio de su gobierno en diseñar una guía para que sus sucesores organizaran la ciudad cuidadosamente, para ello se incluyó a Valledupar en el programa de ciudades sostenibles a pesar de no ser considerada para ello en un principio y estableció también alianzas con Findeter y el BID para implementar un plan de acción 2030  con el que se proponía un modelo de ciudad a tono con las exigencias mundiales en materia de recuperación de espacio público, sostenibilidad y cambio climático, sostenibilidad económica  y sostenibilidad urbana; todos estos aspectos integraban el proyecto del ecoparque lineal del río Guatapurí, pero todos estos grandes propósitos se limitaron a una obra sin poca proyección y que no soluciona ningún problema como lo que está haciendo hoy el mello Castro en el río, sin tener en cuenta todos los componentes del plan de acción 2030.

Tener como aliados instituciones como Findeter o el BID no es algo menor, entre otras cosas sus niveles de compromisos son tan altos que aplican vigilancia estricta a los proyectos en los que se involucran disminuyendo considerablemente los riesgos de actos de corrupción, siendo esta otra ventaja del plan de acción 2030, pero la mayoría de los políticos son alérgicos a los controles y por eso les resulta más fácil una inversión sin priorizar, absurdas que no responden a una verdadero  planeación porque así robarse los recursos públicos es más sencillo.

El reloj para este gobierno casi llega a su fin y lo único que deja son cuatro años perdidos, no necesitamos alcaldes que sueñen Valledupar, es tiempo de un alcalde que diseñe un plan para Valledupar, eso sólo lo puede lograr alguien con la capacidad de conquistar el Gobierno nacional e internacionales, ojalá sin recurrir a congresistas corruptos y sin esa nociva práctica de creer que la historia de Valledupar comienza con cada nueva elección, desconociendo instrumentos valiosos como el plan de acción 2030 que los dos últimos alcaldes han ignorado. Merecemos nuestra triste suerte.

Columnista
20 octubre, 2022

Nuestra mala hora

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Andrés Añez Maestre

Nunca pensamos que Valledupar padecería muchas plagas al mismo tiempo, nuestra ruina ha llegado y no parece ser por poco tiempo,  nuestra desgracia es colosal por cuenta de la falta de visión y por el deseo de protagonismo de quienes llegan a espacios de liderazgo manteniendo nuestra ciudad en su peor momento, basta solo mencionar […]


Nunca pensamos que Valledupar padecería muchas plagas al mismo tiempo, nuestra ruina ha llegado y no parece ser por poco tiempo,  nuestra desgracia es colosal por cuenta de la falta de visión y por el deseo de protagonismo de quienes llegan a espacios de liderazgo manteniendo nuestra ciudad en su peor momento, basta solo mencionar la precariedad del alumbrado público, las calles convertidas en basureros, inseguridad desbordada, desempleo en su máximo histórico, la movilidad un caos, los efectos negativos de Yuma en los corregimientos del sur y si seguimos agotaría esta columna sólo escribiendo sobre eso.

Este municipio está dominado por la improvisación, nada de lo que se está haciendo responde a un concepto de planeación serio que determine nuestro camino pensando en el progreso y el bienestar de los vallenatos, todo se limita a un parque por acá, una estatua por allá y por último el Déjà vu de ver un alcalde anunciando que va a tapar los huecos de las calles y no es un defecto del actual mandatario, los alcaldes no están planeando la ciudad de los santos reyes, la pugnacidad política excitada por la mediocridad de quienes dirigen la ciudad no permiten crear y mantener instrumentos para definir el desarrollo a largo plazo.

Pocos plantean un modelo de ciudad con base en herramientas que contribuyan a superar el retraso al que nos someten formas anacrónicas de ver nuestro entorno, el ex alcalde Fredys Socarrás trabajó desde el inicio de su gobierno en diseñar una guía para que sus sucesores organizaran la ciudad cuidadosamente, para ello se incluyó a Valledupar en el programa de ciudades sostenibles a pesar de no ser considerada para ello en un principio y estableció también alianzas con Findeter y el BID para implementar un plan de acción 2030  con el que se proponía un modelo de ciudad a tono con las exigencias mundiales en materia de recuperación de espacio público, sostenibilidad y cambio climático, sostenibilidad económica  y sostenibilidad urbana; todos estos aspectos integraban el proyecto del ecoparque lineal del río Guatapurí, pero todos estos grandes propósitos se limitaron a una obra sin poca proyección y que no soluciona ningún problema como lo que está haciendo hoy el mello Castro en el río, sin tener en cuenta todos los componentes del plan de acción 2030.

Tener como aliados instituciones como Findeter o el BID no es algo menor, entre otras cosas sus niveles de compromisos son tan altos que aplican vigilancia estricta a los proyectos en los que se involucran disminuyendo considerablemente los riesgos de actos de corrupción, siendo esta otra ventaja del plan de acción 2030, pero la mayoría de los políticos son alérgicos a los controles y por eso les resulta más fácil una inversión sin priorizar, absurdas que no responden a una verdadero  planeación porque así robarse los recursos públicos es más sencillo.

El reloj para este gobierno casi llega a su fin y lo único que deja son cuatro años perdidos, no necesitamos alcaldes que sueñen Valledupar, es tiempo de un alcalde que diseñe un plan para Valledupar, eso sólo lo puede lograr alguien con la capacidad de conquistar el Gobierno nacional e internacionales, ojalá sin recurrir a congresistas corruptos y sin esa nociva práctica de creer que la historia de Valledupar comienza con cada nueva elección, desconociendo instrumentos valiosos como el plan de acción 2030 que los dos últimos alcaldes han ignorado. Merecemos nuestra triste suerte.