Algo sobre Por: José Romero Churio La controversia concerniente al comportamiento humano es similar al cuento del gallo capón que, de veras, también es comparable al otro casquivano dilema que fue primero: si la gallina o el huevo. Los más recalcitrantes alegan que la conducta humana proviene de los genes ancestrales; es decir, es una […]
Algo sobre
Por: José Romero Churio
La controversia concerniente al comportamiento humano es similar al cuento del gallo capón que, de veras, también es comparable al otro casquivano dilema que fue primero: si la gallina o el huevo.
Los más recalcitrantes alegan que la conducta humana proviene de los genes ancestrales; es decir, es una herencia natural o connatural. Y algunos defensores de tan proterva conjetura, aseveran que los genes propios de los españoles, mezclados con los de indígenas colombianos y con los de los negros africanos, han fecundado una clase de gente muy propensa a la delincuencia de la peor laya, a la cual, las regulaciones y derechos de los demás poco o nada le importan.
En cambio, otros más moderados, argumentan que la actuación de la humanidad depende de las costumbres sociales; es decir, es una herencia netamente cultural. Y – por lo tanto- modificable con normas basadas en los valores y principios universalmente aceptados, obviamente, bajo la primicia o el concepto de que la ciudadanía distingue claramente entre lo bueno y lo malo.
Recuerdo que en Valledupar, donde la gente tiene genes catalogados como generadores de gente delincuente, no más hace 50 años su población la conformaban personas con sanas costumbres de comportamiento respetuoso, temerosa de provocar males y cometer crímenes. Ahora en la ciudad impera una cultura diferente, que para infortunio se ha generalizado por todo el país.
La mayoría de la gente es arribista y cínica, con la particularidad o agravante que no le teme a Dios y mucho menos al encarcelamiento, ni tampoco a la muerte. Es por esto que vemos personas inmorales y delincuentes de cuello blanco en misa todos los domingos y días festivos religiosos, a lo mejor tratando de sacar de sus mentes perversas los pensamientos inescrupulosos.
Los empleados públicos usurpan el erario sin vergüenza alguna, debido a que los fallos judiciales les son favorables, ya que muchos de los jueces, fiscales, procuradores y demás encargados de impartir justicia son cuotas burocráticas de jefes políticos corruptos, que se perpetuán en el Congreso con la compra de votos y pagándole a los funcionarios del sistema electoral para que manipulen los resultados electorales favoreciéndolos.
Los atracos a mano armada son lo más común a cualquier hora, y en todos los sitios de la ciudad, los ladrones intimidad, maltratan y hasta matan a sus víctimas. Todos los días saquean las cuentas de los clientes bancarios en los cajeros dispensadores de dineros, cuyas denuncias para recuperar lo saqueado significa una engorrosa pérdida de tiempo de los afectados; amén del peligro que representa el frecuente fleteo.
Los rateros entran a las casas de día, de tarde, de noche y en las madrugadas. Esta inseguridad mantiene asustada a la población, de verdad, no se sabe que hacer para protegerse de la delincuencia. El temor no es tanto por lo que puedan robarle a sus moradores que a veces es poco lo que tienen, sino por el maltrato o mal rato que puedan pasar.
Ante el clamor de la ciudadanía, como las del empresario Julio Ogando García, residente en el barrio Los Cortijos, porque en su casa se han metido varias veces a robarle. En consecuencia, algunos concejales de la ciudad han declarado que le harán un debate de responsabilidad al comandante de la policía. Este responde, informando que hay desconocimiento sobre los buenos resultados de la Policía, que puede demostrar con estadísticas en una sesión especial.
Por su parte, el gobernador Cristian Moreno, sale diciendo que frente al orden público no se trata de hacer un juicio de responsabilidades, sino que cada instancia asuma los compromisos que le corresponden para apoyar la labor de los organismos de seguridad.
Si bien la responsabilidad de la seguridad es de todos, los resultados deben publicarse por todos los medios y en todos los lugares, especialmente en los más concurridos. Y en vez de gastarse el dinero en la publicidad de las obras ejecutadas, que es deber de los gobernantes realizarlas, deberían publicar los nombres y fotos de cada delincuente que apresen, para que la comunidad los conozca y se alerte cuando los vea, sobre todo si merodean algún lugar o vencidad.
Algo sobre Por: José Romero Churio La controversia concerniente al comportamiento humano es similar al cuento del gallo capón que, de veras, también es comparable al otro casquivano dilema que fue primero: si la gallina o el huevo. Los más recalcitrantes alegan que la conducta humana proviene de los genes ancestrales; es decir, es una […]
Algo sobre
Por: José Romero Churio
La controversia concerniente al comportamiento humano es similar al cuento del gallo capón que, de veras, también es comparable al otro casquivano dilema que fue primero: si la gallina o el huevo.
Los más recalcitrantes alegan que la conducta humana proviene de los genes ancestrales; es decir, es una herencia natural o connatural. Y algunos defensores de tan proterva conjetura, aseveran que los genes propios de los españoles, mezclados con los de indígenas colombianos y con los de los negros africanos, han fecundado una clase de gente muy propensa a la delincuencia de la peor laya, a la cual, las regulaciones y derechos de los demás poco o nada le importan.
En cambio, otros más moderados, argumentan que la actuación de la humanidad depende de las costumbres sociales; es decir, es una herencia netamente cultural. Y – por lo tanto- modificable con normas basadas en los valores y principios universalmente aceptados, obviamente, bajo la primicia o el concepto de que la ciudadanía distingue claramente entre lo bueno y lo malo.
Recuerdo que en Valledupar, donde la gente tiene genes catalogados como generadores de gente delincuente, no más hace 50 años su población la conformaban personas con sanas costumbres de comportamiento respetuoso, temerosa de provocar males y cometer crímenes. Ahora en la ciudad impera una cultura diferente, que para infortunio se ha generalizado por todo el país.
La mayoría de la gente es arribista y cínica, con la particularidad o agravante que no le teme a Dios y mucho menos al encarcelamiento, ni tampoco a la muerte. Es por esto que vemos personas inmorales y delincuentes de cuello blanco en misa todos los domingos y días festivos religiosos, a lo mejor tratando de sacar de sus mentes perversas los pensamientos inescrupulosos.
Los empleados públicos usurpan el erario sin vergüenza alguna, debido a que los fallos judiciales les son favorables, ya que muchos de los jueces, fiscales, procuradores y demás encargados de impartir justicia son cuotas burocráticas de jefes políticos corruptos, que se perpetuán en el Congreso con la compra de votos y pagándole a los funcionarios del sistema electoral para que manipulen los resultados electorales favoreciéndolos.
Los atracos a mano armada son lo más común a cualquier hora, y en todos los sitios de la ciudad, los ladrones intimidad, maltratan y hasta matan a sus víctimas. Todos los días saquean las cuentas de los clientes bancarios en los cajeros dispensadores de dineros, cuyas denuncias para recuperar lo saqueado significa una engorrosa pérdida de tiempo de los afectados; amén del peligro que representa el frecuente fleteo.
Los rateros entran a las casas de día, de tarde, de noche y en las madrugadas. Esta inseguridad mantiene asustada a la población, de verdad, no se sabe que hacer para protegerse de la delincuencia. El temor no es tanto por lo que puedan robarle a sus moradores que a veces es poco lo que tienen, sino por el maltrato o mal rato que puedan pasar.
Ante el clamor de la ciudadanía, como las del empresario Julio Ogando García, residente en el barrio Los Cortijos, porque en su casa se han metido varias veces a robarle. En consecuencia, algunos concejales de la ciudad han declarado que le harán un debate de responsabilidad al comandante de la policía. Este responde, informando que hay desconocimiento sobre los buenos resultados de la Policía, que puede demostrar con estadísticas en una sesión especial.
Por su parte, el gobernador Cristian Moreno, sale diciendo que frente al orden público no se trata de hacer un juicio de responsabilidades, sino que cada instancia asuma los compromisos que le corresponden para apoyar la labor de los organismos de seguridad.
Si bien la responsabilidad de la seguridad es de todos, los resultados deben publicarse por todos los medios y en todos los lugares, especialmente en los más concurridos. Y en vez de gastarse el dinero en la publicidad de las obras ejecutadas, que es deber de los gobernantes realizarlas, deberían publicar los nombres y fotos de cada delincuente que apresen, para que la comunidad los conozca y se alerte cuando los vea, sobre todo si merodean algún lugar o vencidad.