Los vallenatos conviven con la preocupante incidencia de pobreza monetaria
Pasadas las manifestaciones políticas en la Plaza Alfonso López de Valledupar, de Gustavo Petro y Federico Gutiérrez, comenzó el debate entre sus seguidores, cada uno desde su narrativa afirmaba que su candidato había llenado el emblemático lugar de los vallenatos.
Este episodio quizá haga parte del inmenso material reducido en el folclor, porque así somos y esa es nuestra idiosincrasia. No comparto estas consideraciones. Naturalmente, cada uno es responsable de lo que piense.
Voltaire decía “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”. Esta máxima describe la discusión bizantina de los seguidores de los candidatos presentados en la Plaza Alfonso López.
Con frecuencia se dan en política discusiones de este estilo, estériles e inservibles. Estos intrascendentes debates remontan a Constantinopla, la antigua Bizancio, capital del Imperio Romano de Oriente. Durante toda la época de la división entre los dos imperios romanos: el de occidente y el de oriente, los cristianos se enredaron en interminables litigios teológicos hasta que en el año 858 la unidad del cristianismo sufrió un durísimo golpe con el cisma de Focio, patriarca de Constantinopla, que separó la iglesia griega, con sede en Constantinopla, de la latina, con asiento en Roma.
El rompimiento fue debido a que los miembros de la iglesia ortodoxa griega se pusieron a discutir acerca del sexo de los ángeles. A esa controversia tan insustancial como absurda se llamó “discusión bizantina”, frase con la cual, desde entonces, se ha ridiculizado este tipo de porfías.
Llenar o no la plaza es una “discusión bizantina”, incluso con colorantes mitológicos, por las narraciones predictivas según las cuales “quien supere el aforo de la Plaza Alfonso López, más allá del palo e´ mango, tiene prácticamente asegurada la banda presidencial de Colombia. No cabe duda, hacemos parte del realismo mágico.
Ocurre con frecuencia lo que es descrito por los investigadores sociales como el fanatismo político. El fanático político “ve lo que quiere ver” inclusive en sus caudillos: “bondades inexistentes”. El fanatismo se identifica por el deseo de imponer sus propias ideas, despreciar a quienes son diferentes, basarse en una serie de pensamientos que son incuestionables, no discierne, esterilizando el pensamiento crítico. Winston Churchill decía “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”.
Los vallenatos conviven con la preocupante incidencia de pobreza monetaria, según el DANE, equivalente al 51% de los habitantes de la ciudad. Quiere decir, que la línea de pobreza monetaria per cápita en 2021 fue de $354.031 (unos 89 dólares), es decir que se considera que está en esta condición un hogar de cuatro personas con ingresos de 1,4 millones de pesos (359 dólares). Y en pobreza extrema, ocupamos el sexto lugar con el 13,8%. Otros indicadores como informalidad y desempleo también son preocupantes.
El fanatismo político es enemigo de la conciencia electoral, causante, probablemente, del debate bizantino en torno al lleno de la plaza Alfonso López. No se trata de desenchufar la alegría intrínseca en la fiesta electoral, pero si es necesario activar el discernimiento, Valledupar, necesita soluciones a sus problemas socioeconómicos, ese debate hay que darlo y debe darse, con la misma vehemencia que generan las manifestaciones políticas en la plaza Alfonso López.
Los vallenatos conviven con la preocupante incidencia de pobreza monetaria
Pasadas las manifestaciones políticas en la Plaza Alfonso López de Valledupar, de Gustavo Petro y Federico Gutiérrez, comenzó el debate entre sus seguidores, cada uno desde su narrativa afirmaba que su candidato había llenado el emblemático lugar de los vallenatos.
Este episodio quizá haga parte del inmenso material reducido en el folclor, porque así somos y esa es nuestra idiosincrasia. No comparto estas consideraciones. Naturalmente, cada uno es responsable de lo que piense.
Voltaire decía “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”. Esta máxima describe la discusión bizantina de los seguidores de los candidatos presentados en la Plaza Alfonso López.
Con frecuencia se dan en política discusiones de este estilo, estériles e inservibles. Estos intrascendentes debates remontan a Constantinopla, la antigua Bizancio, capital del Imperio Romano de Oriente. Durante toda la época de la división entre los dos imperios romanos: el de occidente y el de oriente, los cristianos se enredaron en interminables litigios teológicos hasta que en el año 858 la unidad del cristianismo sufrió un durísimo golpe con el cisma de Focio, patriarca de Constantinopla, que separó la iglesia griega, con sede en Constantinopla, de la latina, con asiento en Roma.
El rompimiento fue debido a que los miembros de la iglesia ortodoxa griega se pusieron a discutir acerca del sexo de los ángeles. A esa controversia tan insustancial como absurda se llamó “discusión bizantina”, frase con la cual, desde entonces, se ha ridiculizado este tipo de porfías.
Llenar o no la plaza es una “discusión bizantina”, incluso con colorantes mitológicos, por las narraciones predictivas según las cuales “quien supere el aforo de la Plaza Alfonso López, más allá del palo e´ mango, tiene prácticamente asegurada la banda presidencial de Colombia. No cabe duda, hacemos parte del realismo mágico.
Ocurre con frecuencia lo que es descrito por los investigadores sociales como el fanatismo político. El fanático político “ve lo que quiere ver” inclusive en sus caudillos: “bondades inexistentes”. El fanatismo se identifica por el deseo de imponer sus propias ideas, despreciar a quienes son diferentes, basarse en una serie de pensamientos que son incuestionables, no discierne, esterilizando el pensamiento crítico. Winston Churchill decía “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”.
Los vallenatos conviven con la preocupante incidencia de pobreza monetaria, según el DANE, equivalente al 51% de los habitantes de la ciudad. Quiere decir, que la línea de pobreza monetaria per cápita en 2021 fue de $354.031 (unos 89 dólares), es decir que se considera que está en esta condición un hogar de cuatro personas con ingresos de 1,4 millones de pesos (359 dólares). Y en pobreza extrema, ocupamos el sexto lugar con el 13,8%. Otros indicadores como informalidad y desempleo también son preocupantes.
El fanatismo político es enemigo de la conciencia electoral, causante, probablemente, del debate bizantino en torno al lleno de la plaza Alfonso López. No se trata de desenchufar la alegría intrínseca en la fiesta electoral, pero si es necesario activar el discernimiento, Valledupar, necesita soluciones a sus problemas socioeconómicos, ese debate hay que darlo y debe darse, con la misma vehemencia que generan las manifestaciones políticas en la plaza Alfonso López.